Tuvo que empezar de cero tres veces, en Bilbao, París y Caracas, lo que le pasó factura y acabó mermando su salud en su otoño particular. Se llamaba Luciano Quintana Goiti y sus ilustraciones, carteles y grabados tuvieron una repercusión de alcance mundial en el apoyo propagandístico al Gobierno Vasco durante la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y el franquismo. Firmaba de forma clandestina como Nik.
Su obra, de la que pocos originales sobreviven tras un seísmo, fue sublime. Su vida, nada estudiada aún. Las incógnitas se solapan. Internet sabe poco de él. Ni siquiera le pone ni cara. Hoy podemos ver su rostro por primera vez en una de las pocas fotografías que conservó. Las guardaba en una caja cuando, tras haberse exiliado a Venezuela, el edificio en el que vivía se vino abajo engullido por el terremoto que sacudió a Caracas el 29 de julio de 1967. De todo el inmueble solo salió con vida una persona, su hijo Luken.
Ese día perdió toda su obra gráfica atesorada con mimo. Y también la ilusión. Él, que había bocetado aquellos infranqueables gudaris con la ikurriña ondeando ante el fascismo, que dio vida visual a algunos Aberri Eguna, que, dicen, diseñó el primer logotipo de la cerveza Polar, la más importante de Venezuela. También ingenió el logotipo del partido Acción Democrática. “Es una especie de leyenda urbana por confirmar que ambas cosas son obra suya”, previene Luken Ignacio, nieto del artista vasco. Su abuelo falleció nueve años después, en 1976.
Estos días, sus descendientes residen temporalmente en Barcelona y Madrid. Solo una hija, Alazne, permanece en Caracas. “¡Un nuevo exilio que vive esta familia!”, resume Luken Ignacio desde Catalunya. La familia, mientras tanto, trata de recomponer sus piezas y dar respuesta a las incógnitas de sus ascendientes. Para empezar ya en lo básico: el nacimiento de Nik y su segundo apellido. A pesar de que su acta de nacimiento da fe de que el autor fue dado a luz “en Tolosa”, su esposa siempre lo negó y dijo que, como ella, su marido era “de Bilbao”.
Las biografías, asimismo, le denominan Luciano Quintana Madariaga. Consultado al respecto, su nieto ha heredado que “el segundo apellido era Goiti, como confirma el registro civil. Desconocemos de dónde salió lo de Madariaga”.
Pero, ¿quién fue a grandes rasgos este recordado ilustrador? Una biografía escrita por Alazne, una de las hijas del autor, asegura que nació el 27 de octubre de 1904 “en Bilbao”. Cursó estudios en la capital vizcaína, en Escolapios y en la Escuela de Artes y Oficios. Todos sus títulos los obtuvo con la máxima puntuación. Logró trabajo en Astilleros Euskalduna, “pero su meta era el dibujo publicitario, industrial y las artes gráficas. Trabajó intensivo hasta convertirse en el gran dibujante que fue”, agrega Alazne a este medio. De hecho, viajó para seguir formándose en Leipzig, Alemania, “donde asimilaría las técnicas gráficas y un ejercicio plástico de lo que se conocía como cubo-futurismo”, según el análisis de Bernardo Estornés Lasa. Al proclamarse la República en 1931 colaboró con el PNV dejándose ver en portadas de libros, revistas, carteles y demás ilustraciones, sobre todo con motivo de la publicación del Libro de Oro de la Patria y el del Aberri Eguna de 1932.
Con la guerra se incorporó al Departamento de Propaganda y Publicaciones. Fue director artístico de la revista Gudari y otras divulgaciones. “Las portadas de Gudari eran preciosas, pero ¿las originales dónde están?”, se pregunta la familia. También fue obra suya el cartel de cuestación pro avión Euzkadi.
En 1937 se replegó a Santander y Asturias. “Mi abuelo utilizó sus conocimientos de trabajar en la Naval para exiliarse a Francia. Viajó escondido en una bodega donde sabía que no le encontrarían. Sabía cómo evadir las patrullas portuarias porque había trabajado en ello”, analiza su nieto Luken Ignacio.
Quintana contrajo matrimonio con la bilbaína María Luisa Urrutia y tuvieron tres vástagos: Aintzane, nacida en Francia, y Alazne y Luken, en Venezuela. En París sobrevivió como pudo, haciendo trabajos para la Delegación del Gobierno Vasco. “Entre otras labores, pasaportes falsos”, confirma la familia.
Volvió a mudarse buscando la estabilidad y la halló en Caracas. Sin embargo, el terremoto de 1967 le acabó de trastocar. Lo rememora su amigo Iñaki Anasagasti. “Le recuerdo acodado en la barra del centro vasco de Caracas con una cerveza toda la tarde, con la mirada perdida. Triste por el terremoto en el que murió el delegado del Gobierno Vasco en Venezuela -Lucio Aretxabaleta- y su esposa. Perdió toda su obra, con un sentido de la propaganda maravilloso. Jugaba con los colores, la imagen. Mi último recuerdo suyo es esa tristeza, la de un autor a reivindicar”.
Homenaje Otra creencia sobre su persona que hay que desterrar es que Nik fue el autor de los billetes del Gobierno Vasco (denominados eliodoros por impulsarlos Eliodoro de la Torre) como suele confundirse. Fueron obra de Nicolás Martínez Ortiz (Bilbao, 1907-1991) con un estilo similar, eso sí, al de Quintana.
Una de las pasiones de este afiliado al PNV era dibujar retratos de Sabino Arana con aerógrafo. “En una época los vendía a otros miembros de la comunidad de la Eusko Etxea. Uno de esos retratos está en Sabino Arana Fundazioa”, agrega la familia, que proyecta hacerle algún tipo de homenaje para lo que piden la colaboración ciudadana: “Por si alguien tiene obras, material, correspondencia o información que trate de comunicarse con nosotros”.
Desde Caracas, su hija Alazne resume las cuitas de Luciano. “El terremoto fue un fuerte golpe para la familia y en especial para él. Moralmente sufrió mucho, siempre pensando en su archivo de recuerdos de Venezuela y lo poco que conservaba de su trayectoria en su querida Euzkadi. Él, que fue muy buen padre de familia y un gran artista con un carácter afable, alegre y humano”, resuelve su hija Alazne.