en Europa hemos presenciado una victoria -temporal, seguramente, que esta película es muy larga- de Puigdemont; en España hemos conocido el nuevo gobierno que ha tomado sus primeras decisiones importantes y que ha comenzado jugando muy duro con la poco prudente propuesta de nombramiento de la fiscal general; en Euskadi el PNV y Urkullu han acordado la propuesta de su candidatura que, de algún modo, anuncia el inicio del fin de la legislatura. Y aún así la noticia más comentada de la semana ha sido la retirada de la política de un parlamentario de la oposición.
Sin duda Borja Sémper es un parlamentario apreciado y popular -en ambos sentidos de la palabra- que une circunstancias personales y políticas que hacen que su caso provoque mucho interés. Algo parecido, si quieren en una dimensión política más discreta como es la municipal, sucedió en el caso de Beatriz Marcos en Bilbao, persona ni menos popular ni menos apreciada.
Podríamos aprovechar la ocasión para entrar en consideraciones sobre la dificultad del PP para encontrar un perfil político constructivo en Euskadi que sea al tiempo respetado en Génova. O sobre el lugar para los sensatos en los tiempos del grito y la descalificaciones groseras. Pero de eso ya podemos hablar otro día. Además no me parece limpio hablar bien de una persona como instrumento para hablar mal de algo que para él es importante y querido, como su partido. Hoy me interesa buscar otros enfoques más de fondo, menos particulares, circunstanciales o tácticos.
Borja Sémper es símbolo esta semana del político que sabe ser al tiempo libre y leal: algo afortunadamente no infrecuente en nuestro país pero que a más de uno cuesta entender. Nos sentimos más cómodos en categorías de blanco y negro, como si solo cupiera en la vida ser correveidile o traidor. Y sin embargo el mundo de los grises y los colores es infinitamente más rico, y seguramente no hay fidelidad mayor ni mejor entendida que la que se ejerce desde la independencia de criterio, fiable pero valiente. ¿Dejan hoy los partidos espacio para ese tipo de perfil? O la misma pregunta pero formulada de forma más interesante: ¿sabemos usted y yo, como ciudadanos, premiar a los partidos que permiten la diversidad o los castigamos por ello identificando como debilidad, incoherencia o contradicción lo que debería ser riqueza y valor?
Borja Sémper ha hecho algo que debería ser normal: cambiar de tercio profesional. Decimos a los cuatro vientos que el profesional del presente está en continua transformación, en cambio permanente, en formación constante, pero lo decimos sin creerlo, nos cuesta practicarlo y penalizamos a quien se arriesga.
Criticamos, con razón, a una nueva ministra por no tener experiencia profesional digna de tal nombre, pero hacemos cada vez más difícil que profesionales acreditados se sientan tentados a entrar en política. Decimos que los políticos deben saber dimitir y retirarse, pero extendemos la sospecha farisaica sobre cualquiera que busca nuevos caminos y generalizamos la sombra de ese concepto tan tonto que se llama puerta giratoria, venga o no al caso. Empobrecemos así el ámbito público y el privado.
Borja Sémper inicia nueva etapa. Yo no le conozco personalmente, pero le deseo éxito en su nueva etapa profesional y felicidad en lo personal y familiar. Se ha ganado, a pulso, respeto y paz.