Quién lo iba a decir, que el invento de Javier Esparza fuera exportable y ande ahora en boca de todos pero elevado a la categoría superlativa de la marca España. Conociendo el paño, siempre quedará la duda de si fue el de Agoitz el padre del invento o fueron sus amigos asesores de FAES quienes idearon esa Navarra Suma que pretendió convertir en modernidad la caspa de la vieja UPN y de paso probar si rebañaban los votos sueltos que siempre andan por ahí. Sea como fuere, ha sido el núcleo duro del Partido Popular el que ha puesto en marcha una prolongación del invento, pero a lo grande: España Suma, ahí es nada, con copyright en el Registro y ampliable a Cataluña Suma, Murcia Suma o cualesquiera autonomía que se tercie.

A decir verdad, Navarra Suma, por más que agrupase el voto disperso de toda la derecha foral y española, tampoco fue para tanto. Sumar, sumar, Navarra Suma añadió solo los muy escasos votos de PP y Ciudadanos al bloque históricamente mayoritario de UPN, con lo que el resultado final fue el previsto -UPN primera fuerza- sin que el añadido de los dos satélites le diera opción a la mayoría parlamentaria, con las consecuencias ya conocidas de un gobierno de progreso que tienen atragantado. Así que el invento de Esparza, o de quien fuera, ha resultado en Nafarroa más ruido que nueces. Sin embargo, no puede negarse que ha sido muy rentable mediáticamente en Madrid, Navarra Suma como heroico valladar contra los enemigos de la patria, contra comunistas, separatistas, terroristas, populistas, rojos traidores y, ya a nivel cósmico, España Suma contra todo lo que se mueva y no controlen las derechas de toda la vida.

Pero, ojo, lo que pudo dejar una cierta sensación de fiasco en Nafarroa puede suponer una diferencia de cara a unos -probables- próximos comicios. La dispersión del voto de la derechas en el ámbito del Estado es mucho más real que en Nafarroa o la Comunidad Autónoma Vasca, donde tanto PP como Ciudadanos como Vox son casi residuales. Ya sin careta, abren la puerta a Vox ahora que se ha comprobado que hay gentes que le votan. Y es que a Pablo Casado y sus secuaces del nuevo PP les interesa mucho más la Ley D’Hondt que España propiamente dicha. “Para aglutinar sensibilidades afines”, justificaba el secretario general del PP, Teodoro García Egea, que llevó el invento al Registro y pretendió animar al personal sacándose de la manga el éxito arrollador de Navarra Suma. Las justificaciones que desde el PP se empeñan en explicar para esa llamada al cierre de filas de todas las derechas no son más que intentos de disfrazar la obsesión por recuperar el poder. Aglutinar sensibilidades afines, sumar a todos los partidos constitucionalistas, integrar a todos con quienes ya han existido pactos, son subterfugios que ocultan una obsesiva necesidad de echar mano de la calculadora para sumar votos, sean cuales sean las líneas programáticas de los llamados a España Suma.

Aunque a estas alturas apenas haya nada que sorprenda en la deriva hacia la derecha extrema emprendida por el nuevo PP, es preocupante que un partido de gobierno, un partido que durante décadas se ha autodefinido como de centro derecha, haya convocado para unirse como socio a esta aventura a un truño político como Vox, que desde posiciones lindantes con el más puro fascismo se cisca en la Constitución y desprecia las libertades democráticas. En Europa no se ha dado un caso igual, puesto que en nuestro entorno a los partidos homologables con el PP ni se les ocurre aproximarse siquiera a las derechas extremas.

En una primera exploración, el PP ya ha recibido el desaire de Ciudadanos, que les ve venir desde la obsesiva frustración de Albert Rivera por no lograr ser la referencia de la oposición. El secretario general del partido, José Manuel Villegas, ha rechazado con desdén la oferta de España Suma, sacando pecho: “Los españoles se merecen una oferta de Ciudadanos y no puede ser de otra marca electoral”. Para chulo, él. Pero ojo con el portavoz de C’s en Euskadi, Luis Gordillo, que harto de no pintar nada ya ha dicho que no le hace ascos a ese País Vasco Suma, quizá la única forma de salvar sus muebles.

En cualquier caso, y vista la experiencia histórica de anteriores “Sumas”, este invento puede ser una prueba más de que en política electoral uno más uno no son necesariamente dos. Aún más, las proyecciones electorales a día de hoy tampoco darían la mayoría a esa España Suma que, paradójicamente, se vería obligada a contar con el apoyo de los nacionalistas catalanes y vascos para llegar al Gobierno. La verdad es que, ya puestos, nunca el PP le ha hecho ascos a pactar con “los enemigos de España” con tal de mantener el poder. Pero el intento está ahí, y los partidos de izquierda y progresistas no deberían fiarse sino buscar a toda costa una confluencia que ponga pie en pared a experimentos que atufan a fascismo.

En fin, quién iba a pensar que el descubrimiento de Javier Esparza iba a llegar tan lejos. Sumar, no sumará. Pero ruido sí que hace.