madrid - El presidente en funciones, Pedro Sánchez, afronta mañana una reunión que puede resultar crucial para el devenir político en el Estado. El reloj sigue corriendo de cara a la sesión de investidura programada para los próximos 22 y 23 de julio bajo la amenaza de la repetición electoral en noviembre, y Sánchez y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, se verán las caras en una cita marcada por los listones que ambos han marcado. El acuerdo pende de un fino hilo: de la entrada o no de miembros de la formación morada en un futuro gobierno bicolor, una alianza que los socialistas no aceptan.
La nueva ronda de contactos se abre mañana bajo la presión. Más concretamente, sobre los hombros de qué formación recaerá el castigo por el bloqueo institucional y por ende, una hipotética repetición electoral. No en vano, el PSOE parece que saldrá airoso de un nuevo paso por las urnas en menos de seis meses, incluso ahondando en la victoria cosechada el 28-A, mientras que Unidas Podemos volvería a sufrir un nuevo retroceso que no solo debilitaría al partido, sino también a su máximo dirigente. Así, la estrategia de Sánchez pasa por endosar la presión a un Iglesias que se sigue manteniendo firme en que la marca morada debe de tener su hueco en el Consejo de Ministros, aunque el presidente en funciones rebajara la tensión instando a Iglesias a que le proponga a independientes de reconocido prestigio, y de la órbita de Unidas Podemos que puedan encajar en el perfil que busca para su gobierno. “Esas sugerencias”, según señaló en una entrevista televisiva la pasada semana, “las tendré en cuenta”. Abierta esa rendija a una posible alianza, lo cierto es que la reunión de mañana servirá de termómetro para calibrar el acercamiento entre ambos. La vía intermedia sobre los independientes en los ministerios se atisba como la solución al problema, si bien Sánchez deberá responder al guante lanzado por Iglesias. Y cuanto antes, ya que apenas restan dos semanas para la investidura.
Por lo pronto, y según recoge la agencia Europa Press, fuentes de Moncloa auguran que esta semana “van a pasar cosas”. Y Sánchez no ha dudado en sacar a relucir que el ejecutivo que comanda cuenta con perfiles independientes sin carnet del partido socialista, como son los casos de la ministra de Justicia, Dolores Delgado; el titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska, o el de Ciencia, Pedro Duque. Asimismo, se mantiene firme en su negativa a la entrada de miembros de Unidas Podemos en su gabinete, ya que desea “un gobierno con un mensaje coherente y no un co-gobierno”. Y, por último, es consabido que el feeling entre el presidente en funciones e Iglesias no es el mejor por la falta de confianza mutua que se profesan. En el epicentro de esa desconfianza está el procés catalán: mientras que los morados apoyan una salida pactada con los partidos soberanistas a través del ejercicio del derecho a decidir, el PSOE obvia esa opción de disensión por no estar amparada por la Constitución.
Camino a la investidura El entendimiento entre PSOE y Podemos podría desbrozar el terreno de la investidura de Sánchez, que sumaría el apoyo de los 42 diputados morados. Pero no despejaría por completo el hasta ahora tortuoso camino a su nombramiento como presidente, ya que necesitará de una mayor colaboración -de Compromís y PNV, además del ya garantizado voto del Partido Regionalista de Cantabria- y la abstención de ERC o de EH Bildu. Por si acaso, Celaá ya preparaba el terreno. “Nadie ha dicho que una abstención de ERC sea depender de ERC. Las fuerzas políticas hacen con sus votos en ejercicio de su autonomía e independencia política lo que les parece. Depender es una cosa y que voten es otra muy diferente”, indicó este pasado viernes.
Con la investidura ya programada para el 22 y 23 de julio por la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, y ante lo que pueda suceder mañana en la reunión entre Sánchez e Iglesias, el PSOE tampoco abandona sus llamamientos a la abstención de PP y Ciudadanos. Conscientes de que llegar a la Moncloa apoyados por los nacionalistas les podría reportar fuertes críticas, tanto populares como naranjas podrían ser su salvavidas. Pero es un escenario improbable, ya que ni Casado ni Rivera ven factible facilitar su investidura mediante sus abstenciones, ni siquiera bajo la amenaza de la repetición electoral.