la foto de Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal en la manifestación de la plaza de Colón del pasado 10 de febrero, que desembocó a la postre en la convocatoria electoral por parte de Pedro Sánchez, certificó la legitimación por estos mismos actores del pacto que habían suscrito en Andalucía por necesidad. La derecha se unía, aun con distintas siglas, y muy pocos años después de que se fragmentara, para hacer un frente común contra la negociación con el Govern catalán, pero también para dar carta de naturaleza a un pacto cuyo fin es llevar a La Moncloa a Pablo Casado, a Albert Rivera, o a ambos. El peaje, dar alas a la extrema derecha, que ha llegado al Estado español como partido político más tarde que en otros lugares de Europa, pero que lo ha hecho con una fuerza que el 29 de abril se podrá medir ya sin especulaciones.
Es habitual oír hablar del trío de Colón como tres realidades con distintos nombres pero idéntico ideario. Sin embargo, y aunque todo el cuerpo eletoral que pueden absorber votaba antes al PP, lo cierto es cada uno de estos partidos tiene su propia idiosincrasia y personalidad.
el nuevo pp El Partido Popular de Pablo Casado ha encontrado muy rápido la suya. Tras la sentencia de la Gürtel que desarboló al partido de Mariano Rajoy, Casado se impuso a Soraya Sáenz de Santamaría contra todo pronóstico con un mensaje claramente escorado a la derecha, con ataques furibundos al aborto, al feminismo, a los nacionalismos, al PSOE y al “comunismo” que ve representado por Podemos. La cercanía de los comicios ha ido intensificando día a día ese giro a la derecha católica y nacionalista.
Aunque su futuro depende de los resultados que coseche en el ciclo electoral que acaba de comenzar, Casado dejará en las instituciones, con mayor o menor representación, a un PP completamente renovado, tras un cribado de las listas electorales que hará efectivo el cambio de poder consumado en Génova el pasado verano. La defensa de la caza y de los toros complementan el discurso del nuevo Partido Popular, no exento de exabruptos y promesas imposibles como la aplicación de un 155 duro en Catalunya que carece de justificación legal alguna.
sin complejos Esa evocación de los toros y la caza forma parte también del discurso de Vox, con la diferencia de que los de Santiago Abascal van mucho más allá, y aunque Casado no se refrena a la hora de posicionarse, la nueva formación carece de todo complejo, como ellos mismos dicen. Así, no solo defienden la posesión de armas por ciudadanos particulares, sino que abogan por condecorar a quien mate a un intruso dentro de su domicilio.
Vox puede resultar una formación muy anticuada en lo relativo a sus postulados, una imagen que está reforzando con el fichaje de toreros y algún militar franquista, pero realmente es tan moderna que probablemente es la que mejor se adapta a los inciertos tiempos actuales. Su islamofobia, su manejo, vasto pero efectivo, de las redes sociales; su relación con el exasesor de Donald Trump, Steve Bannon; su renuncia a servirse de unos medios de comunicación a los que tratan con indiferencia e incluso hostilidad, acercan a Vox más a los partidos de extrema derecha que hoy día florecen en Europa que al nacionalcatolicismo español clásico.
Tampoco renuncian, en todo caso, a ese pasado. Así, la defensa de la religión católica y de sus tradiciones, además de los mencionados fichajes de toreros y militares, son la caña para pescar en el tradicionalismo de una formación que dirige sus mensajes más a la clases populares que a las élites.
patriotismo liberal De las élites se decía que venía Ciudadanos cuando dio el salto a la política española, poco después de que Podemos rompiera el bipartidismo en el Estado. Los de Albert Rivera se definían por un marcado liberalismo económico y una tendencia socialdemócrata en lo ideológico que fue inclinándose a la derecha según subía la temperatura política en Catalunya, el conflicto territorial que aupó y sostiene a la formación naranja.
Ciudadanos hizo del nacionalismo español, ya extendido más allá de la cuestión catalana, su polo de atracción del voto en el Estado, hasta que llegó el Partido Popular de Casado, y sobre todo Vox, y elevaron la apuesta por el patriotismo hasta dejar a Ciudadanos en una posición incierta.
La formación trata ahora de ensanchar su base electoral persiguiendo un voto más centrado, aunque rechaza pactar con Pedro Sánchez si el socialista necesita de sus votos para conformar el nuevo gobierno.
ensayo general en andalucía Los tres partidos unieron fuerzas para dar al PP una pieza de caza mayor, la Junta de Andalucía, y la manifestación de Colón preparaba el terreno para una eventual entente tras las elecciones generales. Aunque ahora, en plena campaña, el fuego cruzado entre las derechas es la tónica lógica, acompañada de tímidos guiños entre Ciudadanos y PP que ambos partidos eluden reproducir con Vox, lo cierto es que el 28-A es una pugna entre dos bloques y, si Ciudadanos mantiene su promesa de no pactar con el PSOE, los tres partidos estarán condenados a entenderse para sumar los 176 diputads necesarios para gobernar, si es que consiguen sumar esos escaños entre los tres.