En 1979 la CAV contaba con 228 municipios. Los alcaldes eran auténticos precursores. Tras la dictadura franquista, la ciudadanía eligió a aquellos que iba a dirigir los designios de su comunidad más cercana, su pueblo. DNA ha hablado con tres de aquellos primeros alcaldes de la democracia: José Antonio Ardanza (Arrasate-Mondragón), Josu Sagastagoitia (Barakaldo) y María Luisa Murguiondo (Salvatierra-Agurain).

Si a José Antonio Ardanza se le recuerda por su época al frente del Gobierno Vasco, hay que señalar que fue el primer alcalde de Arrasate tras el franquismo. Una época dura que define como “realmente un marrón”. “Ademas, yo no era de Mondragón. Siendo de Elorrio, era una dificultad añadida porque en tu pueblo conoces a la gente. Pero fui alcalde porque acepté el ofrecimiento. La ventaja es que vives de cerca las circunstancias del pueblo. Tras las primeras elecciones democráticas la gente necesitaba desahogarse con alguien de confianza y era el alcalde en quien depositaban esa confianza. Eras el alcalde las 24 horas al día. Cuantas veces me habrán despertado a las tres o las cuatro de la madrugada quejándose del ruido del bar de abajo. Después de estar un rato desahogándose, luego pedían perdón”, afirma.

Ardanza recuerda la composición de la corporación y cómo era la relación con el resto de partidos. “Mondragón era un pueblo muy politizado donde Herri Batasuna y ESB (Euskal Sozialista Biltzarrea) se creían los amos del mundo. Pero de 21 concejales, el PNV sacó 11, mayoría absoluta, HB sacó 4, EE sacó dos concejales y el EMK uno. Luego había tres socialistas que se ponían de mi lado”. Rememora, asimismo, cómo zanjó muchas de las disputas con la oposición. “Entonces se regía aún por la Ley Municipal franquista que decía que con que un tercio de concejales lo pidiera, se debía hacer un pleno extraordinario. Ellos siempre estaban con esa monserga ya que eran un tercio con siete concejales. Estaban todo el rato pidiendo plenos por cuestiones que nada tenían que ver con la política municipal. Al principio cedí, pero me harté y decidí no convocar los plenos. Me amenazaron con denunciarme por no cumplir la legalidad y yo les preguntaba si había que cumplir la legalidad franquista y entonces ya se callaron”, señala.

Lo más duro, según Ardanza, la crisis económica que golpeó a Arrasate. “Por un lado teníamos la sensación de dar un paso vital en el fortalecimiento de la democracia, pero por otro lado teníamos una crisis económica brutal, que nos llevó a perder habitantes. El endeudamiento de los ayuntamientos era tremendo. Además, me tocó levantar cadáveres”.

Barakaldo Josu Sagastagoitia llegó a la Alcaldía de Barakaldo sin tener experiencia política. Después, y como él mismo señala, ha estado en todas las instituciones vascas, Ayuntamiento, Diputación, Juntas Generales, Parlamento Vasco y Gobierno Vasco. “Yo era de familia nacionalista de toda la vida. En Barakaldo se creó una comisión y pensaron en mí como alcalde. Lo cierto es que no lo dudé ni un solo instante. Entrábamos en las alcaldías sin saber si íbamos a cobrar un sueldo o si nos iban a mantener los puestos en las empresas en las que trabajábamos”, asegura.

Sagastagoitia asegura que fue clave el equiparar el Ayuntamiento como una empresa: “Barakaldo tenía un censo de 140.000 habitantes, el mayor que ha tenido. Fuimos construyendo un modelo diferente de ayuntamiento. Yo procedía de la empresa Westinghouse y sabía que el motor de un ayuntamiento es hacer planos y proyectos y para eso se necesitaba un buen equipo técnico: arquitecto, aparejador, ingeniero”.

La crisis se cebó con Ezkerraldea y Sagastagoitia asegura que Barakaldo no se escapó de esta triste coyuntura. “La crisis nos afectó mucho. Nos pilló todo el tema de La Naval, Euskalduna, Rontealde, Nerbacero. Nos pilló toda la crisis de las grandes empresas. Era un problema que nos salpicaba a los ayuntamientos. Los sindicatos nos reclamaban a nosotros sabiendo, sin embargo, que poca chicha iban a sacar de nosotros ya que no teníamos ni dinero ni poder. Nuestra máxima esperanza era el Concierto Económico y lo que iba a significar de mejora para Euskadi y, evidentemente, también para los ayuntamientos”, señala.

De lo mejor de aquella época, y aunque pueda parecer extraño, la fluida relación con los otros partidos que componían la corporación municipal. “Éramos ocho concejales del PNV, siete de Herri Batasuna, siete socialistas, tres de UCD y dos del Partido Comunista. Cada uno defendía lo suyo, pero nos llevábamos bien dentro de lo que cabe. Te diré que al acabar aquella legislatura nos fuimos todos los concejales a comer, pero todos. No falló ninguno. Y eso es muy difícil de conseguir. La relación fue cordial. Por poner un ejemplo, Urbanismo lo llevaba HB y era gente a la que conocíamos desde pequeños, de haber estudiado juntos en el colegio”, señala Sagastagoitia.

Ahora, cuatro décadas después, quien fuera el primer alcalde democrático de Barakaldo tras la dictadura franquista tiene a gala haber ocupado aquel cargo. “Yo he estado en todas las instituciones vascas, Ayuntamiento, Diputación, Juntas Generales, Parlamento Vasco y Gobierno Vasco. Fui primer teniente de diputado general, luego estuve en Juntas, fui viceconsejero de Industria del Gobierno Vasco y fui también parlamentario vasco. Pero preguntas a todo el mundo por mí y te dicen que he sido alcalde de Barakaldo. Tiene una carga y una importancia tremenda. Vas a a pasar a la historia por lo que has hecho por tu pueblo y tus vecinos”, dice con orgullo.

Pionera María Luisa Murguiondo es una autentica pionera. De los alcaldes que salieron de las elecciones de 1979 solo había cuatro mujeres: Margarita Arriandiaga (Elantxobe), María Soledad Bujanda (Moreda de Álava), Maria Luisa Murguiondo (Salvatierra-Agurain) e Ignacia Otegui Tapia (Zizurkil). En la presente legislatura, solo 69 de los 251 ayuntamientos vascos han estado liderados por mujeres. Cuatro décadas después, Murguiondo afirma que “si ahora me dices que hay 69 alcaldesas en toda la comunidad, tampoco es que se haya progresado mucho en estos cuarenta años”.

Hace cuarenta años, Murguiondo no pensaba que iba a acabar con la makila de mando de Agurain. “Hicimos una asamblea en el polideportivo del pueblo y de ahí salió las lista para las elecciones municipales. El marrón fue cuando cogimos la Alcaldía. Si hubiésemos salido concejales, igual hubiese sido más fácil en un principio. Sí que hubo algún que otro sudor frío en un primer momento. Además, llegaba un cambio político con las primeras elecciones democráticas, así que se presumía que nos enfrentábamos a algo muy difícil y complicado”.

Murguiondo encabezó una candidatura independiente, lo que considera que añadía dificultad a su labor. “Era más complicado para nosotros porque al ser una candidatura independiente no teníamos por detrás el apoyo de las estructura de los partidos o de los técnicos”, señala. Con todo, está muy satisfecha con lo que lograron para el pueblo. “Al final sacamos cosas adelante. No todas las que queríamos y teníamos pensado realizar, pero sí se hicieron cosas. Se compraron terrenos para hacer la ikastola nueva, el instituto y una residencia de ancianos. Vamos, que se hicieron cosas. Luego llegaba las discusiones con la Diputación y el Gobierno Vasco para pedir dinero porque las arcas municipales no estaban boyantes. Prácticamente no teníamos nada”.

Al igual que Ardanza y Sagastagoitia, Murguiondo recuerda con orgullo aquella época. “Entramos al ayuntamiento con muchísima ilusión, con las mejores intenciones y dispuestos a trabajar. Yo era alcaldesa las 24 horas del día, pero era un orgullo porque te habían elegido de forma directa tus vecinos”, señala.