VITORIA - “Profesora de instituto, anticapitalista, sindicalista, ecologista y feminista”. Así le gusta presentarse en su cuenta de Twitter a Teresa Rodríguez Rubio (Rota, 18-IX-1981), con la misma expresión de cuando de niña veía pasar los bombarderos estadounidenses camino de Libia, nativa de un pueblo con base militar yanqui que le empujó al activismo mientras sus padres regentaban una perfumería y a ella, ahora cabeza visible del sector crítico de Podemos, le apasionaban el baloncesto, la poesía de Alberti y el carnaval, donde escribía letras para agrupaciones ilegales. Con 18 años ya estuvo en una lista de IU, donde hoy le acompaña Antonio Maíllo, pero le desazonaba que la ortodoxia no escuchara a la militancia, por eso su paso a Izquierda Anticapitalista. De ahí que al oficialismo de Pablo Iglesias no le quede otra que conllevar a La Tere, que arrasa ante cualquier candidato oficialista en las primarias. Digamos que está más cerca de Sánchez Gordillo que de la izquierda cuántica de Iñigo Errejón.
Licenciada en Filología Árabe, dona la mayoría de su sueldo y viaja en autobús de Cádiz a Sevilla con idea de abofetear las políticas de Díaz. A Rodríguez y a su esposo, el alcalde Kichi, los llaman los Clinton de Cádiz porque parecen una pareja como de ruló frente a la de chalé que son ya Iglesias y Montero. Y sus enemigos no dudan en apodarla Tereshenka. Pero a ella le basta el sentido común. Una vez que Susana sacó su declaración de Hacienda como una radiografía de honradez, Tere le dijo: “Lo que me interesa no es el dinero que entra en su casa, sino el que sale de mi casa”. Es decir, el dinero público. Verdad sin ideología que retumbó, por eso, aún más. Mientras espera que nazca su primer hijo para el 28 de febrero, día de Andalucía, gusta de cocinar magdalenas para los alumnos de lenguaje de Secundaria que la adoran y en su mesilla de noche reposa Calibán y la bruja, de Silvia Federico, mientras oye a Carlos Cano y repite su estribillo: Todo cambia. - I. S. M.