En marcha ya el ventilador de la mierda, nadie sabe cómo y cuándo vaya a detenerse ni hasta qué punto va a degradarse la política española a cuenta del “y tú más” o, al menos, “y tú también”. La dimisión forzada de Cristina Cifuentes tras haberse comprobado que había colado en su currículum un máster en Derecho Autonómico más falso que un euro de madera, desencadenó la caza de brujas. La ciudadanía ha ido comprobando atónita el cachondeo que algunos políticos se traen en su hoja de servicios académica y el entusiasmo con el que hocican en el estercolero a la búsqueda de boñigas suficientes para desplazar a codazos al adversario.
Con la que está cayendo sobre la gente a cuenta de la crisis de nunca acabar, el paro, la precariedad laboral, la pérdida de poder adquisitivo, el recorte de libertades, los desahucios, los precios de la vivienda y los alquileres, la xenofobia rampante, los políticos catalanes presos?, con todo este marrón, los responsables políticos andan enzarzados en pelea sin cuartel para demostrar quién es el más tramposo en el sentido puramente cutre de la trampa. Como si no hubiera un mañana, mandatarios y opinadores nos obligan a asistir a una de las etapas más rastreras de la política española, enzarzada a cuenta de una feria de vanidades turbadora, sí, pero bien mirado mucho menos inquietante que los sucesivos episodios de saqueo de los fondos públicos que muchas de sus señorías han venido protagonizando sin pestañear.
Quizá para correr un tupido velo sobre la mangancia desenfrenada que han venido ejerciendo, y en una enloquecida carrera por acuchillar políticamente a quienes les desalojaron del poder, han abierto a chorros las válvulas del estercolero para acabar de enfangarlo todo. La táctica para este filibusterismo es de libro. Primero, los responsables de los medios informativos afines, la brunete mediática, echan a sus sabuesos -expertos o becarios, da igual con tal de que no tengan escrúpulos- a la búsqueda del hueso. Llámese máster, o tesis, o diploma, se da con una pista más o menos chunga, de la que pueda deducirse plagio, trampa o intriga similar, sea o no comprobable. Segundo, se traslada esa pista al político de turno, toque el PP o toque C’s, para que desde el púlpito del hemiciclo deje caer la denuncia y la sospecha. Tercero, los medios compinchados se desparraman entonces en datos, sospechas, presunciones, conjeturas y, sobre todo, titulares y editoriales. Y ya está desparramada la mierda que todo lo pringa para que le salpique al Gobierno usurpador. El Mundo, ABC, La Razón, OkDiario y sus equivalentes audiovisuales se encargan de esparcir y amplificar el pringue. Eso es lo que toca. De este ejercicio guarro de la información hay que diferenciar la profesionalidad de quienes desde un medio afín o, al menos, no beligerante, demuestran irregularidades asumiendo las consecuencias del fuego amigo, como en el caso de la dimitida ministra de Sanidad y Diario.es.
En cualquier caso, merece una reflexión el empeño de muchos políticos en adornar su currículum, en atribuirse por la cara títulos, dignidades y abolengos culturales, arriesgándose por una fatuidad hortera a que pueda hacerse público su culo al aire en cuanto asciendan en el escalafón y le pongan la lupa a sus supuestos méritos académicos. Convencidos del alto valor de las apariencias, creen que para figurar como políticos de altura deben acumular títulos y másteres y allá van, como locos/as, a deslumbrar, porque ellos/as lo valen. Luego, cuando se les pilla la trampa, lo niegan todo, se ofenden y, por fin, dimiten anegados en su propia mierda para los restos. Es que para ellos la política consiste en machacar al contrario.
Ya puestos a describir el estercolero, no nos olvidamos del mamoneo tan ventajoso para la clase dirigente que se traen ejecutivos de algunas universidades, con especial mención a la Rey Juan Carlos, esa especie de club de amiguetes que fundó Ruiz Gallardón siendo presidente de la Comunidad de Madrid para contrarrestar el rojerío dominante en la mayoría de las universidades públicas. Hala, un coladero para mayor gloria del currículum de los jóvenes dirigentes de la derecha extrema, la única que puede salvar España. A ver si les meten mano de una vez a estos catedráticos y rectores al servicio de los de siempre.