bilbao- Durante los últimos años, Màxim Huerta ha venido publicando a razón de un libro al año. En 2017, también estuvo de promoción y señalaba a DNA que su trayectoria profesional no estaba solo en la radio o la televisión: “Lo primero que hice fue escribir en prensa, fui hasta jefe de política en un periódico. La política me fascina”. El nuevo ministro de Cultura y Deportes no estaba, sin embargo, tan fascinado por los políticos: “Los políticos parecen tertulianos de televisión, no hay ningún hombre ni mujer de Estado; los políticos buscan el tuit y el aplauso fácil”. Siempre ha tenido in mente hacer un programa de entrevistas, pero no solo con políticos, quería incluir a personalidades destacadas de otras áreas de la sociedad: “Los políticos parecen personajes de gran hermano”, señalaba a este periódico. El nombramiento le ha pillado en plena promoción, la comenzó cuando nada hacía presentir que iba a haber una moción de censura, un cambio de gobierno y que él fuera formar parte del nuevo gabinete de ministros. Esta es su última entrevista antes de que Pedro Sánchez le nombrara ministro.
Nos obliga usted a ver las estrellas.
-Mirar a las estrellas y bañarse en el mar es obligatorio. Hay que pedir deseos y ser niños cada vez que miramos al firmamento.
Su lugar de confort para ambientar sus novelas ha sido París, ¿ha abandonado esta ciudad?
-He elegido un lugar mejor, un lugar que es hogar, el mar. Lo tengo más cerca; ya que durante un tiempo tengo que vivir en una novela, lo he hecho una novela luminosa, con mar y con buena temperatura.
¿Seríamos simplistas si la catalogáramos como novela de amor?
-No es de amor, es de mentiras.
¿Tantas mentiras caben en una noche?
-En la vida es necesaria la mentira, en la vida es necesaria la ficción. Mentira y ficción es algo que aprendemos en familia y luego lo desarrollamos a lo largo de nuestra vida y nos pasamos la vida mintiendo. Algunas mentiras embellecen la vida
Sabina dice que en relación de pareja es mejor mentir.
-La mentira tiene las piernas más largas, es más bonita; la mentira es como una vedette, la mentira es más atractiva porque la construyes tú y la mentira habla de ti. La verdad no tiene remedio, que dice Serrat.
¿Es usted un mentiroso?
-Soy un mentiroso cuando lo necesito para mí, o para los demás.
¿Mentiras piadosas?
-Sí, bueno, lo de piadosas no me gusta porque me parece algo?
¿Religioso?
-Sí. Dejémoslo en que me gustan las mentiras felices.
¿Es difícil concentrar miles de palabras en un día?
-Es enfrentar a dos personas en una noche, sin secundarios, ni decorados? Son contradictorias y enfrentadas al deseo y a la mentira.
Dice que ha disfrutado el libro.
-Salí escaldado de la anterior novela, lleno de heridas. Mi abuela decía una frase: Todo lo que tiene agua salada cura: las lágrimas, el sudor y el mar. Arranca la novela con lágrimas, tiene sudor, es una novela con mucho deseo, y tiene mucho mar.
¿Una novela de verano?
-Es para leerla de un chapuzón, es una novela de tirón, veloz, feliz, amarga en algunos momentos. Es un juego de olas: el mismo mar, pero con diferente temperatura y temperamentos.
¿Qué se trae entre manos?
-Hay proyectos, de algunos puedo hablar, de otros no. Estoy escribiendo un texto ilustrado sobre París.
¿Por qué salió tan escaldado de su anterior novela?
-Había leído novelas en la que el propio autor es el protagonista, y decidí verbalizar una parte de la infancia y una parte de un desamor; quise unir esas dos partes de frío emocional y hacer un deshielo. Resultó un trabajo de introspección y arañazo voluntario del que salí lleno de magulladuras como si me hubiera metido en un zarzal.
¿Proyectos de televisión?
-Tengo más ofertas que nunca, pero ninguna me enamora; hacer por hacer, no. De hecho, hay algún proyecto muy interesante y lanzado con muy buena fe por una mujer muy importante, pero no sé...
¿Tan saturado ha quedado?
-En 20 años de profesión hice muchas cosas: corresponsal, presentador de informativos, presentador de magazine, programa de viajes? Lo que venga, que sea algo distinto, algo que me genere otras emociones y otras ganas de apostar.
Que no se ve de nuevo del brazo de Ana Rosa Quintana.
-No, no. Ese baile ya lo he bailado.
¿Acabaron mal? Había rumores.
-Simplemente, se acabó.
¿Tiene historias que contar?
-Algunas. En estos momentos, tengo este libro y asuntos personales de mi familia. No voy a meterme en ninguna novela, voy a dejar que respire todo. Esta escritura ha coincidido con la muerte de mi padre y necesito estar en casa y volver a estar con mi madre, querernos, cuidarnos y mimarnos los dos.
No están bien vistos los televisivos que escriben.
-Eso son pudores ajenos, no son míos; son prejuicios de otros, yo no cargo con mochilas de otros. Soy periodista y todos acabamos escribiendo, la palabra es nuestra escopeta, es el arma que tenemos. Mira quién ha muerto, Tom Wolfe, un maestro; Vargas Llosa; García Márquez; Larra? El 99% de los escritores han narrado crónicas.
¿Es más disciplinado ahora?
-Me desordeno en seguida y me despisto con una copa de vino. Todos los días me siento frente al ordenador, corrijo, cambio, borro y tacho.
¿Viajar?
-Poder escapar siempre es necesario. A mí, pase lo que pase, siempre me quedará París.