MADRID - Margarita Robles (León, 1956) aparecía en todas las quinielas sobre el equipo de gobierno de Pedro Sánchez, pero las cábalas apuntaban a los ministerios de Justicia o Interior por su dilatada experiencia como magistrada y su conocimiento sobre la política penitenciaria. Tras la disolución de ETA, parecía llamada a adaptar al nuevo tiempo la política aplicada en las cárceles por su discurso flexible en ese sentido y su buena relación con el PNV. No obstante, Robles se ocupará finalmente del ministerio de Defensa, de manera que el Ejército español volverá a estar dirigido por una mujer tras los mandatos de la socialista Carme Chacón y la popular María Dolores de Cospedal. La mayor carga del nombramiento hay que buscarla, no obstante, en las nuevas funciones que va a asumir el ministerio: pasará a controlar el CNI, el servicio de inteligencia y espionaje del Estado. Hasta ahora, estaba adscrito al ministerio de Presidencia y dependía de Soraya Sáenz de Santamaría. Robles pasará a controlar el servicio que, por su propia naturaleza, es el más opaco de toda la administración.
Robles comenzó una carrera brillante en la judicatura a los 24 años. Ha sido magistrada del Tribunal Supremo durante más de una década y ha ocupado cargos intermedios en gobiernos socialistas, en los departamentos de Justicia e Interior. De ahí que se especulara con la posibilidad de que liderara un macroministerio que agrupase las dos carteras. Robles dio el salto a la primera línea de la política como número dos por Madrid en las elecciones generales de 2016, cuando decidió apoyar el proyecto de Pedro Sánchez. Fue una de los quince diputados que desafiaron a la Gestora del PSOE y mantuvieron hasta el final el rechazo a la investidura de Rajoy, contraviniendo la disciplina de voto del partido. Hasta ahora, ejercía como portavoz en el Congreso de los Diputados, una labor con la que, según destacan en algunos ámbitos, no estaba ya del todo satisfecha.
La magistrada está acostumbrada a lidiar con asuntos espinosos. Ocupó la Secretaría de Estado de Interior en el último gobierno de Felipe González, y ya entonces mostró su fuerte carácter cuando pidió depurar responsabilidades por los GAL y esclarecer las muertes de Lasa y Zabala “caiga quien caiga”.
paz A la magistrada se la reconoce por su discurso flexible en materia de paz y convivencia y por su independencia de criterio. La suya fue una de las primeras voces que respaldaron las conversaciones entre el Gobierno español de Zapatero y ETA en la tregua de Loiola. En ocasiones le ha sorprendido la imagen que se ha forjado ante los medios de comunicación, porque se destaca su firmeza y no su perfil dialogante, aunque esa fama le viene de los retos que ha asumido sin que le tiemble el pulso, como sucedió con el caso Banca Catalana. En ese momento, pidió el procesamiento el expresident Jordi Pujol. Ahora le tocará llevar las riendas del Ejército y del CNI, justo cuando este servicio está siendo muy cuestionado por los soberanistas catalanes por los seguimientos que haya podido realizar sobre el president cesado, Carles Puigdemont o, incluso, su supuesta infiltración en grupos próximos a la CUP.