Bilbao - “Miradnos a través de nuestra alma, comprendednos, respetadnos, dejadnos que nos gobernemos libremente”. La cita es un legado del lehendakari Aguirre, el primer presidente del Gobierno Vasco que amplificó aquellas palabras ante el Parlamento español en 1934. Aquella intención también fue de alguna forma el dogma de vida de Aintzane Aguirre, fallecida ayer.
La vizcaína siempre quiso vivir libremente, gobernar sus sentimientos y a través de su alma pidió comprensión, respeto, para pasar por la vida desapercibida, sin relatar sus sueños, nostalgias o cuitas. Todas las personas que la conocieron, coinciden en que fue discreta y entrañable. Era su mejor cualidad -que tenía muchas- y un don de pocos. Aintzane, soltera y sin descendencia, fue la mayor de los tres hermanos que dio a Euskadi el matrimonio formado por el lehendakari José Antonio Aguirre Lekube y Mari Zabala Aketxe.
Los menores tuvieron que conocer, sufrir, las vicisitudes de su padre durante la Guerra Civil causada por un golpe de Estado militar contra la legítima Segunda República. También se aclimataron al exilio. Y a conocer la muerte de aita el 22 de marzo de 1960, recién cumplidos el lehendakari 56 jóvenes años. “Destacaba por su discreción. Aintzane era una persona muy amable, y muy cuidadosa de no hacer declaraciones y no prestarse a ninguna intervención por sumo respecto a la memoria de su aita. Y no había manera de lograr de ella una sola palabra sobre la intensa e interesante vida que había vivido”, valora el exsenador Iñaki Anasagasti, uno de los primeros en reaccionar ante el fallecimiento de esta mujer que en los últimos años antes de su jubilación trabajó en el Gobierno Vasco en Acción Exterior y en la coordinación con las colectividades vascas.
A este puesto llegó de la mano de Josu Legarreta, Director de Relaciones con las Colectividades Vascas en el Exterior entre 1985/86 y 2008/09. “Cuando he conocido el fallecimiento de Aintzane me han venido muchos recuerdos a la mente de haber trabajado durante 23 años con una secretaria modesta, una mujer que nunca se vanaglorió de su ascendencia”, detalla Josu Legarreta. Para poder contratarla como secretaria, Legarreta tuvo que hacerla su asesora, ya que no era funcionaria. “Ain-tzane fue una mujer que se preocupó en su niñez en asistir a su aita y cuando este falleció se encargó de su madre, todo esto mientras sus dos hermanos sí tuvieron una vida profesional, con carrera”, matiza Josu Legarreta quien tenía algunas referencias sobre ella, las de una mujer que “entregó su vida a favor del Gobierno Vasco”. El exdirector de Relaciones con las Colectividades Vascas en el Exterior viste a la finada con calificativos de muy culta, muy amable, y de persona positiva en todo lo relacionado con las instituciones, con el Gobierno Vasco al fin y al cabo. “Era muy cordial”. Legarreta coincide con Anasagasti en que prefería no hablar de su padre y familia. Sin embargo, el primero le logró sacar una anécdota histórica que pasa a narrar con una sonrisa: “En una ocasión, me atreví a preguntarle a ver qué tal era la relación del lehendakari con Manuel de Irujo. Yo traté de preguntarle por Irujo a ver si así decía algo de Aguirre... Y me contó una anécdota que no olvido”.
Al parecer, Irujo solía pasar por casa de Aguirre en Donibane Lohizune a tomar un café y lo solía hacer sin avisar. “Un día fue y como no había nadie en la casa, Irujo les metió un papel por debajo de la puerta con la siguiente leyenda: ‘He venido al cielo y Dios no estaba, me he marchado, saludos’. De esa forma quiso decir que aunque tuvieron sus enfrentamientos, la relación sí era buena”.
Legarreta hace una última ciaboga a la forma de ser de la última hija viva de los Aguirre-Zabala. “Era entrañable y no le oí nunca hablar en negativo. Era muy eficaz. Ella misma traducía las notas que enviábamos al inglés. Y los ingleses me decían a qué norteamericana has contratado para las traducciones... Aquellos no pensaban que era vasca”. Y es que como dejó impresa la revista Euskadi, Aintzane Aguirre se crió y educó entre Estados Unidos y París. Durante su juventud, tuvo la oportunidad de relacionarse con las figuras y personalidades más importantes y destacadas tanto intelectuales como políticas. Fue la parte afortunada del siempre duro y doloroso exilio. A mediados de los 80 entró a formar parte de la Dirección de Relaciones con las Colectividades Vascas, como asesora, teniendo en cuenta su gran bagaje cultural y de conocimiento en diversas áreas.
El periodista británico Nick Ranking, biógrafo del corresponsal de guerra George L. Steer, también tiene palabras de recuerdo para Aintzane. “Era una mujer encantadora y modesta que hablaba perfecto francés e inglés. Desearía haberla conocido mejor”, le reconoce quien fuera jefe de Producción y de Arte en el Canal Internacional de la BBC, donde sus programas radiofónicos ganaron dos premios de la ONU.
El 6 de febrero de 2004 se le tributó una calurosa despedida en un restaurante de Gasteiz con motivo de su jubilación. En la capital alavesa había adquirido un piso ya que el suyo estaba en Donibane Lohizune. Fue condecorada con la banda Langile finari y un grupo muy nutrido de personas que trabajaron en el Gobierno Vasco participó de un regalo muy simbólico, un cuadro que evoca el paisaje del Parque de la Florida, lugar que todos los días cruzaba Aintzane para llegar a su trabajo en la sede de la Presidencia. “Lo hacía siempre sonriente, siempre discreta”.