La cuestión catalana, crisis o problema se queda ya pequeño, amenaza con entrar en bucle. Porque si alguien pensó que las elecciones del 21-D iban a poner fin a más de cinco años de tensiones políticas, se equivocaba. Parece que en el Gobierno español ya se han dado cuenta de lo que puede pasar y, como siempre, conviene escuchar a los que más dureza están mostrando en el PP para adivinar por dónde pueden transitar los siguientes meses. No en vano, ha sido García Albiol o Pablo Casado los que más se han acercado en sus dotes adivinatorias.
Así que escuchemos a Casado: “El 155 es un aviso a navegantes (?) ya hemos demostrado que se puede aplicar y aunque el independentismo obtuviera una mayoría, no va a triunfar su proyecto”. Es decir, que habrá 155 para rato si a la ciudadanía catalana se le ocurre votar de forma mayoritaria a los partidos independentistas. Eso es más que un aviso, es una clara coacción sobre los votantes y lo hace quien ha convocado en forma de decreto esas elecciones. Es lo que hay.
Adviértase que, si saltamos de las declaraciones de Casado a las advertencias del fiscal Maza, nos encontramos con un discurso sincronizado: si dejan de ser independentistas no habrá problema política, y sin problema político, se puede atenuar la prisión de los hoy encarcelados. Tremendo.
Las encuestas apuntan a un panorama incierto y, siguiendo consejos de buenos amigos sociólogos, resulta muy difícil en una sociedad en ebullición como la catalana tratar de proyectar los actuales sondeos al resultado de las elecciones. Pueden pasar tantas cosas hasta el 21-D que no conviene aventurar de qué lado caerán las mayorías, aunque sí hay algunas tendencias claras. La primera, que el independentismo no se desinfla; la segunda, que hay una amplísima mayoría que coincide en reclamar un referéndum pactado; la tercera, que el rechazo al 155 concita un consenso enorme. No sé por qué Inés Arrimadas está tan convencida de que será presidenta, salvo que preparen un pucherazo (incluso disfrazado de legalidad).
Así que convendría, pese a la tensión actual que genera la represión y la cárcel de representantes legítimos y pacíficos de la sociedad catalana, ir abonando un espacio amplio, más amplio que el del independentismo, que busque antes el consenso que el disenso y que siga tendiendo puentes hacia una solución que aleje la sombra autoritaria del 155. Ya sé -no soy ingenuo- que el PP y Ciudadanos se han enrocado en esa postura. Pero nada es eterno y antes que entrar en bucle, merece la pena seguir intentando un acuerdo.