tan lejos y tan cerca. Miles de kilómetros de distancia separan a Euskadi y Quebec, alrededor de doce horas de vuelo en avión (incluidas las escalas correspondientes), una manera de funcionar y de valores y costumbres en las antípodas del que impera por estos lares, una moneda y una cultura radicalmente diferentes? Y, sin embargo, basta con pronunciar su nombre, Quebec, para evocar algo que suena cercano a los vascos.

Quebec es una de las 13 provincias/territorios autónomos de Canadá, pero su lengua propia (el francés) y diferenciada del resto anglófono del país, su perseverancia contumaz y sostenida en el último siglo y medio por mantener su identidad francesa, sus ansias de autogobierno y su búsqueda de un estatus que le permita acomodarse en Canadá, o de lo contrario separarse, la hacen diferente de las demás. En las últimas cinco décadas esta pulsión nacionalista ha crecido y derivado en un fuerte movimiento soberanista que incluso ha forzado dos referéndums de independencia que a punto estuvieron de llevar a su separación de Canadá. Dos referendos que precipitaron luego la denominada Ley de Claridad, tan invocada como referencia últimamente en Euskadi, en el Estado español e incluso en la Unión Europea.

Esta legislación, aprobada en junio de 2000, establece las condiciones de un eventual referéndum de independencia en Quebec (y en cualquiera de los otros 12 territorios autónomos de Canadá) y regula las condiciones para una nueva votación, así como los mecanismos de gestión de un hipotético resultado favorable a la independencia. El estallido independentista en Catalunya, el anterior referéndum en Escocia acordado entre el entonces premier británico David Cameron y el expresidente escocés Alex Salmond, e incluso el referéndum del Brexit, se han producido bajo la sombra de esta Ley de Claridad y del modelo quebequense. En Euskadi, el lehendakari Iñigo Urkullu ha hecho de este modelo, y del escocés, su apuesta de referencia para Euskadi y casos similares. Ya antes de Urkullu, el exlehendakari Juan José Ibarretxe lo puso sobre la mesa en muchas ocasiones para documentar y reforzar su Propuesta de Nuevo Estatus para Euskadi, también conocido como Plan Ibarretxe.

La conocida también como vía canadiense consiste en la celebración de un referéndum no directamente vinculante, pero que sí obligaría al Gobierno federal en caso de que ganase la independencia, a negociar la secesión en Quebec. La Ley de Claridad supone de facto la aceptación de que Canadá se rompa y pierda uno de sus doce pueblos fundadores y reconoce a Quebec como sujeto político ya que la decisión y la votación corresponde solo a los ocho millones y medio de quebequenses. La normativa regulará el enunciado de la pregunta del referéndum, que ha de ser clara e inequívoca, y deja en manos del Gobierno canadiense la decisión sobre el mínimo de participación necesario para validar el referéndum y el porcentaje de votos necesario para darlo por bueno.

Esta ley aprobada por el Parlamento federal tuvo su contestación inmediata desde el Gobierno de Quebec, que contrarreplicó con la denominada Ley del 99 que asienta las bases del derecho a la autodeterminación del pueblo de Quebec y aclara que la opción ganadora de la votación será la que obtenga una mayoría de votos válidos, esto es, el 50% de los votos más uno. Ambas leyes están recurridas, pendientes todavía de una decisión final de los tribunales.

Coches con matrícula quebequense Nada más pisar el aeropuerto de Montreal (la ciudad más poblada de la provincia de Quebec) el visitante choca con una realidad aparentemente contradictoria. Los trabajadores del aeródromo y de las aduanas hablan en francés, lo mismo que la empleada de la oficina de cambio de divisa de la terminal. Los dólares canadienses que ofrece a cambio de los euros llaman la atención por su textura suave y su coqueto color verdoso o violeta, pero sobre todo por la imagen de la reina Elizabeth II del Reino Unido. La imagen recuerda la prevalencia y el control anglófono sobre las instituciones políticas y la economía en el conjunto de la federación de Canadá, salvo en Quebec donde esta supremacía reside en manos de la comunidad francófona.

El sentimiento nacional quebequense se apoya en su identidad francófona que se remonta hasta la noche de los tiempos coloniales en los que ingleses y franceses se disputaban el frío y remoto territorio que más tarde se convertiría en Canadá. El nacionalismo quebequés moderno se consolidó en la década de los 60 del siglo pasado durante el periodo conocido como la Revolución Tranquila. Lideró la sublevación el entonces primer ministro quebequense, el liberal Joan Lessage, verdadero artífice de una sociedad quebequense en pie de igualdad con el resto de Canadá. Sus paisanos le consideran el padre del nacionalismo quebequés moderno.

La identidad quebequense se expresa sobre todo a través de la lengua francesa (más del 80% de la población lo habla frente a un 15% que lo hace en inglés, que desde 1969 es también lengua oficial y es mayoritaria en el conjunto de Canadá) y de su cultura y tradición francesa en un trozo de tierra canadiense limítrofe con Estados Unidos. A finales de los 70, Quebec cambio el lema de las matrículas de sus coches de La belle province a un simbólico y revelador Je me souviens (“me acuerdo”).

En Montreal, la ciudad que vio nacer a Leonard Cohen, que congrega a más de cuatro millones de población, los turismos circulan con una sola placa de matrícula, siempre colocada en la parte trasera del coche, y no las dos placas con la que se identifican los vehículos en el resto de Canadá. Y lo hacen como rasgo diferenciador y de afirmación de su identidad propia. Este es solo un ejemplo que visualiza la diferencia entre Quebec y el resto del país.

Ahora, 22 años después del segundo y apretado referéndum, la cuestión de la independencia se encuentra en un segundo plano. El Gobierno quebequense presidido por Philippe Couillard del Partido Liberal Quebequense, con quien el lehendakari Urkullu se reunió el pasado martes en la ciudad homónima de la provincia de Quebec, está ahora centrado en el desarrollo económico y el medio ambiente. La independencia no es un tema que entra en sus planes. El propio Partit Quebecòis, segunda fuerza del territorio a cierta distancia de los liberales, ha dormido temporalmente la reclamación independentista a la espera de un mejor momento para despertar la demanda del referéndum y ha aplazado cualquier votación hasta al menos 2022, pensando en que en las elecciones regionales de 2018 puedan alcanzar a los liberales y recuperar el Gobierno quebequense.

Capital. Ottawa (en Ontario).

Ciudades más pobladas. Toronto, Vancouver, Calgary, Edmonton, Ottawa y la ciudad de Quebec (tiene el mismo nombre que la provincia).

Población. 36 millones de habitantes.

Organización territorial. Aglutina a 10 provincias y tres territorios autónomos, entre ellos, Ontario, Quebec, Alberta, Columbia Británica, Saskatchewan, Nunavut, Yukon, Northwest, Nueva Escocia, Terranova y Labrador, Manitoba, Nuevo Bruswich y la Isla del Príncipe Eduardo.

Sistema político. Monarquía parlamentaria de corte federal. El jefe del Estado es la reina Isabel II de Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte. El primer ministro es Justin Trudeau (Partido Liberal).

Capital. Quebec (homónima de la provincia).

Ciudades más importantes. Montreal, Quebec y Laval.

Población. 8,3 millones.

Sistema político. Se rige por un parlamento, la Asamblea Nacional de Quebec. El partido que gana en escaños normalmente forma gobierno y su líder se convierte en primer ministro, actualmente Philippe Coullard (Partido Liberal).

Partidos políticos. Las últimas elecciones las ganó el Partido Liberal (71 escaños), que defiende la permanencia en Canadá, seguido del independentista Partido Quebecòis (30), el autonomista, pero no independentista Coalition Avenir Québec (20) y el soberanista Québec Solidaire (3).