Es probable que el procés, aplicado el artículo 155 de la Constitución, desangre aún más a un PSC contrario a que Ferraz, y su filial catalana, avalen la aplicación de un precepto que tenga secuestrado el autogobierno de Catalunya. En la equidistancia, como le ocurre entre el mundo indepe y el españolismo rancio de PP y Ciutadans, se halla Miquel Iceta (Barcelona, 17-VIII-1960), partidario de abatir una secesión unilateral y avalista de la figura de Pedro Sánchez pero reacio a que las medidas del Gobierno español sacudan a los catalanes de manera que solo sirvan para agigantar la fractura. No es de extrañar su posición de muñidor de pactos, o al menos de intentarlos. En su bagaje reciente se encuentra desde la reunión que mantuvo la pasada semana con Carles Puigdemont, y no ha sido la única, para tratar de convencerle de que no aplique la DUI y acuda al Senado para rebatir por qué no es necesario el 155 afirmando que no hubo tal declaración de independencia; hasta el intento de mediar con Madrid telefoneando a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, con quien guarda buena relación, y de pasada conversar con Mariano Rajoy, sin más detalles al respecto, aunque es de lógica saber de qué pudieron hablar; y entre una y otra charla citarse con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, con el fin de que no se rompa el pacto de gobierno entre comunes y socialistas ahora más que nunca en el aire.

Su afán de estar permanentemente en medio le viene de familia. Iceta era hijo de un vendedor de máquinas de escribir bilbaino y del PNV -hijo a su vez de un represaliado franquista vasco- que trabajaba con el padre de su madre, que era de ERC. “Como no sabía si elegir entre el nacionalismo vasco o el catalán, me hice socialista”, bromea el líder del PSC. La abuela catalana de Miquel Iceta, cuando pasaban la frontera y entraban en Francia, solía exclamar: “¡Qué diferencia de aire, aquí se respira mejor!”. El padre, Miguel Iceta, casado con Elisa, era un socialdemócrata en el seno de una familia que votaba jeltzale y cuya mayor obsesión era que sus hijos supieran idiomas porque era la llave más directa para la democracia, la libertad y el progreso. “Me acuerdo de que llegábamos por la cuesta de Artxanda, y ¡qué miedo!”, evoca. Sus progenitores se conocieron durante una boda en Bilbao y su madre decidió quedarse, con la suerte de que el avión que habría tenido que coger de vuelta se estrelló y falleció la mayor parte del pasaje en el primer accidente de aviación comercial con víctimas mortales en el Estado español. Su padre murió joven, de cáncer, con 54 años, y su madre se erigió en su mayor apoyo cuando en 1999 dio el paso de convertirse en el primer político en salir del armario. “Hay que quemarlos todos”, proclama en su único arrebato violento. Cursó estudios en los Escolapios sin vivir cerca de ese colegio porque los Iceta de Bilbao vivían al lado de los Escolapios. “Mi abuelo ya era del PNV, ingeniero, fue a la cárcel por responsabilidades de guerra, salió con tuberculosis y murió”, rememora. Quedó la abuela y era la que mandaba porque “lo del matriarcado vasco es muy real”.

el nexo del psc con ferraz Se interesó Iceta por la política con 17 años militando en la sección catalana del Partido Socialista Popular de Tierno Galván, pero lo dejó pronto para enrolarse en 1978 en las Juventudes Socialistas de Catalunya. En seis años ya pasó a la ejecutiva del partido, en 1984, y no la abandonó hasta 2011, cuando Pere Navarro prescindió de él como dirigente para ponerle a dirigir la Fundación Rafael Campalans. Inolvidables las broncas con el histórico Joan Reventós, que defendía tanto el socialismo como el catalanismo, y en su currículo está su trayectoria institucional en el Ayuntamiento de Cornellá (1987-1991), antes de dar el salto a la Moncloa como Director del Departamento de Análisis del Gabinete a la Presidencia del Gobierno (1991-1995) con Felipe González, subdirector de ese gabinete entre 1995 y 1996, y diputado por Barcelona en Les Corts entre 1996 y 1999. Prueba de su influencia en el PSOE la dio Pérez Rubalcaba en un Comité Federal en enero de 2013 cuando las relaciones con el PSC por la consulta soberanista estaban al borde de la ruptura. “El derecho a decidir nos aleja y no lo arregla ni Iceta”, dijo el entonces líder de los socialistas españoles. La reforma constitucional y la declaración de Granada apaciguó los ánimos aunque la propuesta verdadera del PSC quedó diluida. Cuando Navarro le despojó de ser portavoz quiso mandarle a Bruselas pero él renunció al entenderlo como un retiro de la primera línea: el golpe en las europeas de 2014 llevo a dimitir a Pere y dejó a Iceta de nuevo en posición de asaltar el liderazgo, como que hizo, y detener el batacazo en las elecciones del 27-S para dejar el viaje en un descenso recuperable.

Vestido de traje y corbata con sus gafas Tag Heuer con varillas de color rojo como las rosas socialistas, Iceta es persona austera con algún que otro capricho como su perfume Hermès, y es que colecciona olores reconociendo la colonia de cualquiera. Abandonó los estudios de Química, quizás porque no conocía aún a Rubalcaba, pero lee en inglés, francés y hasta escribe poemas cortos de inspiración japonesa que publica en internet, feudo donde es militante activo de puño y letra. Conduce un Golf TDI de segunda mano que compró hace tres años, tiene dos casas a su nombre adquiridas respectivamente en 1999 y 2007, tres gatas y una nómina mensual de 7.300 euros (2.653 euros de asignación base, 3.104 de complemento por cargo y 1.543 por dietas). Le apasiona el arte, le fascinan las pinturas de David Hockney y Joan Miró, y el baile a ritmo de Queen, como aireó voz en grito en público en los comicios constituyentes dándole visibilidad y un puñado de votos nada desdeñable. Le va la marcha aunque también desconectar en Menorca.

un estado, varias naciones Hábil fontanero en el backstage socialista, tampoco emplea el concepto de nación cultural porque es demasiado estrecho “ya que en Cataluña viven miles de ciudadanos de centenares de nacionalidades distintas”. “Ninguno sabemos lo que es nación. La definición que más me gustó fue una que hizo Stalin. Estado y nación no son lo mismo. En un Estado pueden convivir varias naciones. Pero el hecho de ser nación no implica que tengas más derechos que otros ni que rompas la unidad del Estado”, argumenta Iceta, miembro de honor del club Star Trek y admirador de Olof Palme, Nelson Mandela y Maria Aurèlia Capmany. “Intento ser componedor. Hay gente a la que le gusta la dimensión de conflicto que tiene la política, pero también tiene una dimensión de diálogo y acuerdo, y para eso sirvo yo”, reconoce. ¿Y ante la duda? “Doy muchas vueltas y espero, y no me cuesta pedir opinión”. Ahora espera que unos y otros recojan sus encomiendas en pos de una Catalunya federal inherente a España. “Sin hacernos un daño que costará reparar generaciones”, aventura Iceta, adalid de los acuerdos.

“Mantente firme, líbranos de Rajoy y del PP”, le vociferó a Sánchez en un mitin durante bastantes minutos. Y tiempo después le toca despojar la semblanza de su líder acompañada de la del presidente español en la aplicación de un artículo constitucional que se carga la soberanía de una Catalunya cuyo Parlament es mucho más antiguo que la propia Constitución española. Como posible solución ha compartido Iceta la idea de Andoni Ortuzar, presidente del EBB, y el lehendakari Iñigo Urkullu de convocar elecciones si con ello el 155 quedara en el olvido. “Yo tampoco dudaría en hacerlo”. Y siempre con la chapa del diálogo pegada a la solapa de su traje.