barcelona - “El referéndum que pretendía liquidar la Constitución española e independizar a una parte de nuestro país sin contar con la opinión del conjunto de los españoles simplemente no ha existido”. Para el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, ayer en Catalunya no tuvo lugar ningún referéndum ni ninguna consulta. Sin criticar las garantías de la jornada -la línea argumental que habían seguido otros dirigentes del PP para restar validez a la votación-, Rajoy redujo el 1-O a “una mera escenificación” cuya culpa es “única y exclusivamente de quienes han promovido la violación de la legalidad y la ruptura de la convivencia”.
Lejos de abordar el conflicto político, el Ejecutivo de la Moncloa volvió a interpretar las noticias que llegaban desde Catalunya con una visión cortoplacista. Desde casi antes de que amaneciera, cuando los voluntarios llevaron las urnas a los colegios y el Govern anunció que el censo sería universal, fuentes ejecutivas y la propia vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, fundamentaron sus mensajes en el triángulo compuesto por la legalidad española, la culpabilidad de los dirigentes catalanes y, avanzado el día, en justificar la “proporcionada” actuación policial comparándola con otras cargas de otros países.
Poco dado a las sorpresas, Rajoy no se salió del guion cuando compareció pasadas las 20.20 horas, con varios de sus ministros en la sala de prensa de la Moncloa. Los colegios electorales habían cerrado y, sin escrutinio, ya había ganadores. Las dos únicas iniciativas que propuso Rajoy fueron convocar a los partidos parlamentarios “para reflexionar juntos sobre un futuro que tenemos que afrontar juntos” y una comparecencia suya en el Congreso.
Para explicar el día, Rajoy tiró de repertorio: “No hemos asistido a ninguna suerte de consulta, sino a una mera escenificación, un episodio más de una estrategia contra la convivencia democrática y la legalidad”.
El referéndum que para Rajoy no existió era “ilegal, improcedente e imposible”, y definió los últimos días como “desafío”, “embate de las peores prácticas populistas” y “ataque premeditado y consciente” ante el que España ha demostrado “que tiene recursos para defenderse”. Sin alusión directa a los centenares de heridos, sí se refirió a las miles y miles de personas que votaron: “Tengo muy presentes a tantos catalanes a quienes se engañó al convocarles a participar en una movilización ilegal, desarticulada logísticamente y sin ningún tipo de garantía”. “Entiendo la frustración que hoy pueden sentir y lo lamento sinceramente, pero también les digo que el cauce para debatir para debatir sobre sus demandas políticas no puede venir nunca de la quiebra de la legalidad o de la imposición”, concedió un Rajoy que basó parte de su discurso, leído, en dar las gracias.
Se las dio a la UE y “toda la comunidad internacional por su apoyo sin fisuras”; a la “gran mayoría del pueblo de Cataluña que no ha querido participar del guion de los secesionistas”; a los partidos “que han mostrado su lealtad con el Estado en esta difícil circunstancia”; a los jueces y fiscales; y a los cuerpos policiales, entre los que citó la Guardia Civil y la Policía Nacional por no “mirar hacia otro lado mientras se perpetraba un ataque tan grave a nuestra legalidad”. No hubo mención para los Mossos.
Un solo culpable Frente a este bloque que dibujó, Rajoy situó a los “únicos” responsables del día de ayer: “No busquen más culpables, no los hay”. “Han vulnerado los derechos más fundamentales y han traspasado los límites del más elemental decoro democrático”, reiteró Rajoy en la senda legal, desde la que denunció que “pretender que las arbitrariedades y abusos pasen por ejercicios democráticos es una burla a la esencia misma de la democracia”.
Con la vista puesta en el escenario postreferéndum -fecha a partir de la cual dirigentes del PP prometieron diálogo-, Rajoy llamó, después de que los independentistas “no se empecinen en el error” y “rectifiquen”, a “restablecer la normalidad institucional”.
En una declaración institucional (sin preguntas), el presidente español dijo que nunca ha cerrado “ninguna puerta” y tampoco lo hará en el futuro: “Siempre he ofrecido diálogo honesto y sincero, siempre dentro de la ley y en el marco de la democracia”. Sin concreción, fue el planteamiento de Mariano Rajoy para ese 2 de octubre que ha llegado.