hoy el Lehendakari Urkullu encabezará la delegación política vasca que nos representará en Barcelona. Imagino que, como yo, mucha gente desde aquí se hará una con los miles de personas que mostrarán su pesar y rechazo a los atentados terroristas islámicos de la semana pasada. Y, aunque quizás no lo consiga, también intentaré superar el enfado que me produce esa violencia y que, precisamente por hacerlo en nombre de Dios, carece de cualquier fundamento religioso o político.
Ese dios suyo con el que dicen cumplir y que les sirve de argumento para liquidar a quienes creen de distinta manera, no existe por mucho que se empeñen, ya que Dios, el verdadero y único, (se le llame como se le llame en las distintas religiones) es misericordioso y quiere nuestro bien.
Desgraciadamente estos atentados han demostrado nuevamente que hay quienes ven el sufrimiento, el dolor y la pérdida de vidas no como una desgracia humana que nos afecta globalmente sino como un pozo donde pescar réditos de otro tipo; en este caso cargando contra el proceso soberanista catalán. De eso en Euskadi sabemos mucho.
En el Estado español han sido habituales las manipulaciones informativas o las investigaciones organizadas ad hoc para desprestigiar a las fuerzas nacionales vascas o catalanas pero negar a la policía catalana la información sobre posibles ataques terroristas islámicos se pasa de castaño oscuro. Confío en que se aclare la presunta colaboración de algún policia español con el yihadismo y que no vuelvan a existir cloacas policiales que vulneran la democracia, como en su día fue el GAL.
La convocatoria de la reunión del llamado pacto antiyihadista también merece algún comentario. A priori, parece que ningún partido debería negarse a suscribir un acuerdo contra la violencia pero, vista la letra pequeña y destapadas las verdaderas intenciones del ministro Zoido, nuestra opinión cambia.
Es viejo eso de intentar aprovechar el dramatismo de la coyuntura para que los partidos políticos comulguen con ruedas de molino y, como en este caso, colar decisiones que podrían vulnerar los derechos civiles, además de tener que decir amén a las fuerzas de seguridad del estado, a su aumento de efectivos y presencia en donde no deberían estar. Y siempre, bajo el falso argumento de la unidad ; utilizado con el objetivo de paralizar aquellas reivindicaciones políticas que tengan que ver con el reconocimiento y ejercicio democrático del derecho a decidir . Esta vez contra Catalunya.
Ya ha sucedido en numerosas ocasiones, en las que, aprovechando un atentado, se nos exigía que aparcaramos la defensa de nuestros derechos nacionales. Nos decían que era prioritaria la unidad de los demócratas para esconder su rancio centralismo español. Ahora el terrorismo de justificación islámica se lo sirve en bandeja.
Frente a todo ese barullo, me quedo con la brillante actuación de los Mossos, la entereza y solidaridad de la sociedad catalana o la equilibrada actuación del President Puigdemont, del Govern y de la clase política catalana pues han demostrado su capacidad para ejercer la independencia.
Catalunya sigue mirando esperanzada al uno de octubre, día del referendum. Y así debe seguir siendo pese a esos ataques terroristas que han dado de lleno en una tierra que en este momento está en uno de esos momentos históricos que los pueblos tienen pocas veces.
Hoy todos y todas con Catalunya.