BARCELONA - Todos los controles fallaron con Abdelbaki es Satty, el imán de Ripoll que articuló la célula y reclutó a los yihadistas que atentaron en la Rambla y Cambrils, y que pudo obrar con total libertad. Ni su paso por prisión por tráfico de hachís -donde podría haberse radicalizado y establecer contacto con yihadistas- ni sus frecuentes viajes a focos salafistas en Bélgica, Francia y Marruecos provocaron que saltaran las alarmas. Incluso la orden de expulsión del Estado español a su salida de la cárcel fue revocada por un juez y pudo permanecer residiendo en Catalunya, libre de impedimentos legales y de vigilancia policial alguna. Ahora, las autoridades belgas aseguran haber alertado a España por el comportamiento sospechoso del imán cuando viajó al país en 2016, pero Interior niega haber recibido ningún aviso al respecto.

La trayectoria del imán, que murió en la explosión de Alcanar que precipitó los atentados, comenzó en 2006, cuando su nombre salió a relucir en la operación Chacal, una investigación en Barcelona contra reclutadores de terroristas en la que detuvieron a un primo suyo. Más tarde, en 2010, Es Satty fue arrestado en Ceuta por narcotráfico y pasó cuatro años en prisión. Supuestamente, en la cárcel de Castellón fue donde se acercó más al entorno yihadista, e incluso habría tenido trato con uno de los condenados por los atentados del 11-M.

Mientras cumplía su condena, los controles volvieron a fallar. Es Satty fue sometido a un seguimiento de dos años en la cárcel tras el que se concluyó que no estaba radicalizado en ese momento. Como otros tantos presos, tuvo un seguimiento dado su perfil para comprobar si había en su situación indicios o peligro de radicalización. Esta pesquisa dictó que no existía riesgo alguno, por lo que no se le abrió ninguna investigación más al respecto.

A su salida de prisión, las autoridades habían dictado su extradición a Marruecos, pero un juez de Castellón la revocó en 2015 porque el delito era lejano y por su “evidente arraigo laboral y esfuerzos para integrarse en España”. Además, el magistrado consideró que debía aplicar la legislación europea, según la cual, para expulsar a un extranjero residente de larga duración condenado a más de un año de prisión, debe existir una “amenaza real y suficientemente grave para el orden público o la seguridad pública”.

Abdelbaki es Satty había alegado que residía en España desde los 16 años y convivía con su madre y su marido enfermo, ambos de nacionalidad española. Sostenía también que carecía de vínculos familiares o sociales en su país de origen. Por su parte, la Abogacía del Estado no recurrió la decisión del magistrado porque no les constaba ninguna información “sobre vínculos con el terrorismo” de Es Satty.

PERSONAJE AMBIGUO De esta manera, poco después se estableció en Ripoll y pudo comenzar a ejercer como imán sin ningún tipo de impedimentos. Es más, en el pueblo nadie conocía su pasado ni sabían que había sido encarcelado por narcotráfico. Fue en esta localidad donde comenzó a llevar a cabo sus planes para articular la célula y cometer una masacre. Para ello, actuó con prudencia y optó por la ambigüedad: aparentaba ser un moderado ante el colectivo local de musulmanes, pero a la par trataba de adoctrinar a los más jóvenes de la mezquita en los postulados más radicales del islam. Así, fue reclutando a un pequeño grupo con el que se reunía en secreto y con el que comenzó a preparar los atentados.

Al mismo tiempo, desde que se afincó en el municipio gerundense, realizó una serie de viajes sospechosos a países como Marruecos, Francia y Bélgica, sin que los servicios de inteligencia españoles tuvieran conocimiento de ello. En este último trayecto en 2016, permaneció de enero a marzo en la localidad de Vilvoorde, nido salafista a 12 kilómetros de Bruselas de donde han salido decenas de combatientes del Estado Islámico (EI) en Siria. Allí buscó trabajo como imán en la localidad de Diegem, pero su actitud despertó recelos en la propia comunidad musulmana -que decidió expulsarlo de la mezquita- y otro religioso de la zona dio aviso a las autoridades.

Según confirmó ayer el alcalde de Vilvoorde, Hans Bonte, el comportamiento de Abdelbaki es Satty resultó sospechoso a los musulmanes: “Un imán de la vecina localidad de Diegem vino a preguntarnos por él, al vivir en Vilvoorde. Les parecía un hombre extraño, que decía que venía de España porque allí no tenía futuro y que se autoproclamaba imán, aunque no tenía ningún papel para acreditarlo”. El religioso que alertó a las autoridades locales estaba interesado en saber si existían antecedentes policiales en España sobre el imán de Ripoll, ya que tenía dudas de su historial previo, al no responder además el hombre a preguntas sobre su pasado. “Pese a que no había pruebas ni antecedentes, la comunidad musulmana de la zona decidió expulsarle de la mezquita”, explicó Bonte, quien dijo sentirse muy orgulloso porque los musulmanes “fueron los que se dirigieron directamente a la Policía y eso no siempre es así en otros lugares”. Tras este accidentado periplo por Bélgica, Es Satty emprendió el regreso a Ripoll, donde continuó ejerciendo de imán.

descoordinación El alcalde de Vilvoorde aseguró asimismo que comunicó a las fuerzas de seguridad españolas sus sospechas sobre el imán -aunque no mencionó a qué cuerpo policial se refería, si era la Policía española o los Mossos- y que la respuesta fue que a las autoridades de España no les constaba entonces ninguna prueba ni vínculo directo de Es Satty “con actos de terrorismo”.

Sin embargo, el Ministerio de Interior español desmiente esta versión y asegura que ni la Guardia Civil ni la Policía Nacional fueron alertadas por las autoridades belgas. En palabras del ministro Juan Ignacio Zoido, las fuerzas de seguridad no habían recibido “ninguna comunicación”. Los Mossos d’Esquadra también aseguran que no recibieron información o petición alguna por parte de Bélgica acerca del imán de Ripoll.

Finalmente, el último error de la cadena -y a la vez último movimiento de Abdelbaki es Satty- se produjo el día antes del atentado, cuando se produjo la deflagración en la casa de Alcanar que acabó con la vida del imán y de otro miembro de la célula. Al entrar a la vivienda los Mossos d’Esquadra no fueron capaces de relacionar lo ocurrido con la fabricación de explosivos para un inminente atentado terrorista y pensaron que se trataba de una simple explosión de gas.

Esta confusión ha acarreado críticas hacia la policía catalana en el seno de la Guardia Civil, que asegura que no se les permitió intervenir desde el primer momento en la investigación de la explosión. Ayer mismo, la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) opinó que, si se les hubiera dejado trabajar con libertad, “a lo mejor” se habría identificado la naturaleza terrorista de la deflagración en la vivienda y “todo se podría haber atajado mucho antes”. Estas declaraciones son novedosas y llegan en medio del descontento que ha provocado en las fuerzas de seguridad estatales el elogio al papel de los Mossos.

El portavoz de AUGC, Juan Fernández, explicó que la Guardia Civil se ofreció a colaborar en los primeros momentos, “porque son los que cuentan en una operación policial”, pero tras varias conversaciones con los Mossos se les negó la posibilidad de hacerlo, ya que cerraron el incidente como rutinario. Según Fernández, a los agentes del Instituto Armado ya les había resultado llamativa la contundencia de la explosión, por lo que, si hubieran podido entrar a la vivienda y determinar que se gestaba una operación terrorista, “se podría haber atajado todo el operativo”. Además, el portavoz aseguró que también habría sido acertado pedir la colaboración de la Policía Nacional, ya que este cuerpo tenía previamente fichado en su base de datos al imán de Ripoll, según dijo.

En resumen, una concatenación de errores de las autoridades y de decisiones judiciales permitió a Abdelbaki es Satty moverse sin ningún tipo de seguimiento, lo que ha desembocado en un trágico desenlace.