Nadie podía negar que la masacre de La Rambla del jueves estaba en el imaginario de las miles de personas que ayer acudieron a dar la bienvenida a Marijaia y a la Aste Nagusia en Bilbao. Pero solo ahí, en el runrún del mal recuerdo y en los comentarios que se oían al pasar el personal por alguno de los accesos al recinto festivo que ayer se encontraban literalmente blindados por la Ertzaintza y la Policía Municipal de Bilbao.

El escenario del inicio de Aste Nagusia, con una gran aglomeración de gente delante del Teatro Arriaga y el puente de El Arenal, podía ser un objetivo terrorista a pesar de que desde el Gobierno vasco se asegure que el riesgo de atentados yihadistas en Euskadi es muy bajo.

Quizás por estos mensajes de tranquilidad lanzados desde las instituciones y por la abultada presencia policial, el arranque de las fiestas no denotaba ayer caras tristes ni miedosas. Es más, quitando el despliegue de efectivos de seguridad, Bilbao inició su semana más grande como otro año cualquiera.

“A mí no me preocupa un posible atentando, por eso hemos bajado toda la familia a pasarlo bien”, aseguraba a este medio Edurne junto a su chiquillo de poco más de cuatro años y su marido mientras esperaban a que la pregonera iniciara su alegato por la juerga.

El ambiente festivo no denotó en ningún momento temor. “Aquí como en Barcelona, no hay miedo”, gritaba al unísono una cuadrilla de jóvenes ataviados todos con el pañuelo de fiestas después de que el txupinazo hiciera olvidar cualquier sentimiento negativo.

Un paseo por los tres puntos de acceso al recinto festivo de El Arenal, donde más gente se acumula a diario en Aste Nagusia, desveló que las medidas de seguridad se habían reforzado como nunca antes se había visto en la villa. De hecho, era imposible que cualquier vehículo conducido por un loco llegara hasta el corazón de la multitud debido a las barreras de vehículos policiales existentes a dos y tres niveles diferentes.

Ya lo avisaba ayer por la mañana el alcalde de la villa, Juan Mari Aburto. Aseguró que “lo importante” es que la ciudadanía “sepa que hay un dispositivo que está trabajado conjuntamente entre el departamento de Seguridad del Gobierno vasco y la Policía Municipal” y que “trata de salvaguardar la seguridad”. Obvió detallar las decisiones que se han tomado -“no se debe hacer”, apostilló-, pero sí aclaró que “algunas de las medidas se van a notar”.

Y así fue. La presencia de ertzainas uniformados, a la vista unos y el resto disimulados en esquinas, llamaban la atención y más aquellos que portaban armas largas. “Aquí no he visto yo muchos ertzainas con esos escopetones”, describía Miren en la esquina del muelle de Ripa con la calle Villarias, donde otro furgón policial estaba estacionado en mitad de la calzada.

Accesos hacia el arenal Cada edición de Aste Nagusia, la Policía Municipal se aposta con un coche patrulla en los puntos clave en torno a El Arenal. En concreto, en las plazas Circular y Ernesto Erkoreka y en la calle Ribera, en su cruce con el puente de La Merced. Pues en todos ellos, el refuerzo de agentes y vehículos se multiplicó ayer por siete y por ocho.

La bajada desde la plaza Circular por la calle Navarra hasta el recinto donde se lanzó el txupinazo estaba salpicada de vehículos policiales. Dos patrullas municipales cruzadas en mitad de la calzada más tres furgones de la Ertzaintza en forma de espiga hacían imposible el tránsito recto de cualquier vehículo, incluso de una moto, camino de El Arenal. Unos metros más abajo, varios coches municipales ubicados en la intersección de la calle Bailén con el puente, reforzaban también cruzados aún más la presencia policial.

En la otra entrada principal al recinto festivo, desde la plaza Erkoreka, al habitual único coche patrulla se le unieron otros cuatro dispuestos de manera estratégica. Mientras dos de ellos se encontraban cruzados en los dos laterales de la calle Sendeja, el tercero permanecía unos diez metros más al interior asentado en el centro. Por delante de ellos, otras dos furgonas reforzaban un dispositivo que se repetía calcado en el tercer fielato, esta vez en la calle Ribera.

Los responsables de seguridad no decidieron ayer poner los tan controvertidos bolardos o grandes jardineras que hicieran de barricadas. Los vehículos policiales cumplieron esa función de parapeto sin problemas. El dispositivo de protección prosiguió toda la noche igual que el otro, el oculto, el que no ven ni ciudadanos ni los potenciales terroristas. El que realmente debe conseguir evitar matanzas como la de La Rambla.