bilbao - Periodista, política, pero, sobre todo, Aintzane Ezenarro se presenta como una persona comprometida con la convivencia y con la necesidad de llegar al reconocimiento de la injusticia sufrida por las víctimas de la violencia.
Desde Gogora se han comprometido en la recogida de muestras de ADN que permitan recuperar a desaparecidos en la Guerra Civil.
-Este proceso de recuperación de restos de desaparecidos se inició en 2003. En Euskadi se han exhumado alrededor de 90 restos humanos, pero la Sociedad Aranzadi ha exhumado muchos más, ya que ha trabajado fuera de Euskadi, y a todos se les extraía el ADN para intentar su identificación. Si había indicios claros de concordancias, a familiares se les extraía su ADN y se cotejaban. ¿Qué es lo que hemos hecho a partir de marzo? Pedir a todos aquellos que tengan un familiar desaparecido que nos diera una muestra de ADN. La respuesta ha sido mayoritaria y en estos tres meses hemos realizado más de 125 pruebas.
Es un trabajo con tres patas, la Sociedad Aranzadi, los laboratorios Biomics de la UPV/EHU y el Gobierno Vasco representado en Gogora.
-Nosotros somos los que financiamos el proyecto, pero hay que agradecer también la labor que han hecho las asociaciones de recuperación de la memoria, y también muchos municipios que han difundido el proyecto para que muchos de los familiares de los desaparecidos lo supieran y aportaran muestras de ADN.
¿Un trabajo de hormiguitas?
-Hemos ido también a domicilios particulares a recoger muestras ya que muchos de los familiares de los desaparecidos son personas mayores y no queríamos hacerles ir a las tres capitales a dejar muestras de su ADN. Así, el 44 por ciento de las extracciones han sido en domicilios. En todo caso, con lo que me quedo es con que hay un capítulo sin cerrar en Euskadi. Hay centenares de personas desaparecidas durante la Guerra Civil y a los que sus familiares aún no les han encontrado y siguen buscándolos. Los capítulos que no se cierran, y en este caso algo tan básico como encontrar los restos, no se olvidan.
Hay quienes, alabando este trabajo, señalan sin embargo que es insuficiente ya que son miles los desaparecidos.
-Lo cierto es que ni siquiera sabemos cuántos desaparecidos hay. Lo que sabemos es que alrededor de diez mil personas fallecieron en la Guerra Civil en Euskadi. Sin embargo, de esos diez mil muertos nunca hemos sabido con certeza cuántos siguen desaparecidos. Y para ello se está haciendo un trabajo ingente de acudir a registros civiles y también eclesiásticos para comprobar certificados de defunción.
Insisto, un arduo trabajo.
-Todo esto para mí demuestra una cosa: la memoria mal gestionada no cierra heridas. Para que la memoria sea sanadora, además del recuerdo necesita que se reconozca la injusticia de la violencia. Lo digo en relación a la memoria histórica y a los hechos más recientes. No vale solo la memoria como recuerdo. Debe tener una parte de recuerdo de los hechos y otra que sea una valoración ética y crítica de la violencia.
¿Qué contesta a quienes critican el coste económico ya que aseguran que hay otros problemas y, además, actuales?
-No supone tanto dinero. La extracción de ADN y la prueba no son tan caras. No es dinero. Hay jóvenes historiadores que, evidentemente, tiene un sueldo, pero trabajan sobre todo porque creen en lo que estamos haciendo. Hay gente que trabaja de forma voluntaria. Además, insisto, es una labor que se tenía que haber hecho antes, pero ahora, por fortuna, lo hacemos de forma compartida entre instituciones, asociaciones, universidad. Todos en la misma senda, todos en la misma dirección. En contra de lo que sucede en otras comunidades, aquí vamos de la mano instituciones, asociaciones y científicos.
Y es que el Gobierno Vasco ha hecho una apuesta importante en Memoria Histórica.
-Pero no es una apuesta del gobierno actual, sino que se ha mantenido con diferentes gobiernos de una forma inalterable. Desde 2003 ha habido incluso gobiernos de otro color político, pero no se ha tocado. Sin embargo, en el Estado ha habido una Ley de Memoria Histórica que se cortó de forma radical cuando llegó el PP al poder. Eso no ha sucedido en Euskadi.
¿Van a llegar a acuerdos con otras comunidades para extender este proyecto de ADN?
-Es una realidad que va a ir más y está empezando en otras comunidades. No descarto que en el futuro haya colaboraciones, es algo que entra dentro del sentido común. Hay vascos que murieron en Cantabria o Asturias, o incluso Catalunya, y también hay muchos asturianos que combatieron y murieron en Euskadi. Por ello es lógico que a medio plazo se establezcan colaboraciones con otras comunidades.
¿Va a cobrar el Gobierno Vasco gastos de exhumación como pretende el gobierno municipal del PP en Guadalajara con el caso de Timoteo Mendieta?
-Eso es algo contrario a la filosofía con la que trabajamos en Euskadi. Aquí hay una implicación total de las instituciones, también de las municipales. Tampoco podemos olvidar que a nivel estatal ha habido muchas asociaciones que han hecho un gran trabajo sin contar con el apoyo institucional.
¿Son conscientes que habrá muchos desaparecidos a los que no se podrá encontrar?
-Han pasado ochenta años y la orografía es diferente. Ha habido construcciones que han cambiado la fisonomía de nuestra tierra. Aunque no se puede recuperar todos los restos, este trabajo que se está haciendo supone el reconocimiento a la injusticia que padecieron y a la injusticia que han padecido sus allegados, que durante ochenta años no han tenido derecho a saber dónde estaban sus familiares. No les podremos devolver a sus familiares, pero les hemos escuchado y hemos reconocido su dolor.
¿Los casos concretos duelen? ¿Es duro afrontar situaciones concretas?
-Claro que duelen. Cuando hablamos con víctimas de ETA también te duele. Si se pusiera en primer plano las historias humanas, sería mucho más complicado defender un discurso justificativo de la violencia. Es imposible justificar la violencia si se entra en casos concretos.
Sigamos con cuestiones de Memoria Histórica. Van a poner en valor lo que supuso el Cinturón de Hierro como emblema de la lucha en Euskadi ¿Qué pretenden?
-Hay que decir que hubo mucha gente que participó en la construcción de ese cinturón para defender a sus familias. El Cinturón de Hierro fue una construcción que el Gobierno Vasco mandó realizar porque las tropas franquistas avanzaban a gran velocidad hacia Bilbao, que era un centro capital y básico en la defensa de Euskadi. Hubo gente que ya no tenía edad para estar en el frente, menores y mujeres que se implicaron en la construcción del Cinturón de Hierro. Y hay que poner en valor su trabajo. Hay que hacer memoria a esta gente que no fue directamente combatiente, pero tuvo un papel esencial en la lucha por la democracia.
En concreto, ¿cuál será su actuación?
-Lo que queremos es que no se destruya lo que queda de esta línea de la defensa de nuestras libertades. En concreto se han destruido trincheras. Ésa es una actuación, que no se rompa lo que queda del Cinturón; luego, y en colaboración con los ayuntamientos, elaborar itinerarios en los que se explique lo que allí sucedió. Y que la gente joven conozca esa historia. De hecho, hay algunos ayuntamientos que han estado trabajando en este sentido para impedir que se pierda. Por ejemplo, en Berango existe un museo.
¿Realizan un trabajo sobre Memoria Histórica que, sin embargo, no impide el reconocimiento de otras víctimas?
-En el Instituto de la Memoria debemos abordar todos los hechos traumáticos ocurridos en Euskadi en el último siglo. Debemos tener en cuenta a las víctimas de ETA, pero de la misma manera hay que actuar con las víctimas de la Guerra Civil. Abordamos los distintos hechos traumáticos acontecidos en Euskadi sin mezclarlos, pero sin dejar nada fuera.
¿Habrá puntos en común entre unos y otros hechos?
-Estamos hablando de la vulneración de derechos fundamentales por motivos políticos. Estamos hablando de injusticias, e insisto, una memoria mal gestionada no cierra heridas y no permite una convivencia conciliadora. Si queremos construir en Euskadi una convivencia conciliada, debemos extraer aprendizajes de lo que se ha hecho mal.
¿Cómo se aborda entonces el pasado?
-Requiere una valoración ética y crítica de la violencia. Hay dos carriles. Por un lado está la parte histórica, pero, por otro lado, hay que hacer una valoración crítica de lo que ha pasado. La memoria democrática tiene esa parte, y da igual la vulneración que estemos hablando. Hay que reconocer y compartir que la violencia ha sido siempre injusta. Las víctimas, y da igual que sean de la Guerra Civil o de ETA, deben ser reconocidas en el hecho de que han sufrido una injusticia. Se deben reconocer la injusticia sufrida por las víctimas, sean de la Guerra Civil o las causadas por ETA. No vale con decir reconozco a las víctimas, eso es una obviedad. La valoración ética es imprescindible. Una memoria sanadora tiene que tener en su componente una valoración ética y crítica. No vale con recoger solo los hechos, es necesaria una valoración crítica de toda vulneración de derechos humanos
¿Se han dado ya pasos en este sentido?
-Estamos dando pasos y hay ventanas para la esperanza. Y una ventana de esperanza al futuro es que hay muchas víctimas de ETA y de otros grupos armados que están haciendo un discurso a favor de la convivencia y en contra del odio, a pesar de lo que han vivido y han sufrido. Para mí también es muy alentador que personas que han utilizado la violencia no tengan reparos en mirarse hacia su interior y reconozcan que lo que hicieron estuvo mal. Aquellos que dicen que la autocrítica es una línea roja que no se puede sobrepasar, yo les diría que la autocrítica no solo es sanadora para uno mismo, sino que es sanadora para la sociedad. Creo que es una puerta a la esperanza el hecho de que en este país haya personas que hagan esa valoración crítica a lo que ha sido su actuación. Tenemos elementos objetivos en la sociedad vasca para ver con esperanza el futuro.
¿Cómo han sido estos dos años que lleva en marcha Gogora?
-Todos los inicios tienen sus dificultades, incluso administrativamente. Hay que construir la casa. Hay que echar a andar, pero estoy muy satisfecha. A nivel personal debo decir que he aprendido un montón, sobre todo en el ámbito de la Memoria Histórica. Y a medida que te vas involucrando, te apasiona cada vez más y te implicas más. Para mí ha sido una oportunidad y agradezco al lehendakari Urkullu que me haya dado la posibilidad de hacer este trabajo, que, por otro lado, es maravilloso. Además, debo decir que hay un sensacional ambiente. Es un trabajo muy emocional y, por ejemplo, el ver el otro día a muchos de los familiares de los desaparecidos en la Guerra Civil fue algo que no solo me emocionó a mí, sino que nos emocionó a todos los que trabajamos aquí. En algunos momentos es duro ya que escuchamos historias realmente duras, pero ves gestos de agradecimiento que compensan.
¿Echa de menos la primera línea política?
-Yo estoy en la política. Es otra fase de mi vida en la que estoy totalmente comprometida con lo que estoy haciendo, pero debo decir que nunca me he sentido fuera de la política. Sigo la política, vivo la política y, además, estamos en un momento mucho más gratificante para vivir la política activa en Euskadi. Hemos pasado momentos muy duros y ahora es otra cosa. Siempre me ha gustado la política y la he defendido. Creo que es un campo de oportunidades muy grande en el que se puede conseguir muchas cosas. Creo en la política y en el diálogo porque se consiguen muchas más cosas. Y para quienes decían que había que apostar por otras vías, ahora ha quedado claro que con esas otras vías no han conseguido nada, salvo vulnerar los derechos básicos de las personas. La política es donde los ciudadanos podemos interactuar y donde tenemos mucho poder.