madrid - Mariano Rajoy se convirtió ayer en el primer presidente en activo de la democracia que comparece ante la Justicia. A pesar de sus intentos para ahorrarse acudir personalmente a la Audiencia Nacional y declarar mediante videoconferencia, Rajoy tuvo que poner finalmente pie en la Sala de lo Penal de la sede de San Fernando de Henares. Sin embargo, el líder del Ejecutivo no acudió al tribunal como cualquier ciudadano y contó con algunos privilegios. El primero de ellos, poder entrar por una puerta trasera del edificio en coche para ahorrarse el paseíllo. El segundo de ellos, testificar desde el estrado de la sala en lugar de hacerlo frente al juez.

La ubicación del presidente era una preocupación en la Moncloa, ya que se buscaba impedir la imagen de Mariano Rajoy compareciendo delante del banquillo de los acusados, que supondría una humillación institucional. Así que finalmente la Audiencia Nacional accedió a que pudiera responder a las preguntas desde el estrado que se sitúa a la derecha del tribunal de la Sección Segunda de la Sala de lo Penal, es decir, a la misma altura que los magistrados que instruyen la causa. De esta manera, se consiguió evitar la temida foto, que no se hubiera producido en ningún caso ya que la mayoría de los principales acusados no acudieron a la sesión de ayer. Encausados como Francisco Correa, Pablo Crespo o Luis Bárcenas optaron por no coincidir con Rajoy. Bárcenas sí tenía previsto estar en la vista de ayer, pero finalmente no hizo acto de presencia.

La colocación del presidente del Gobierno en el estrado motivó la queja del abogado de la acusación popular, José Mariano Benítez de Lugo, que consideraba que no era apropiado que el testigo se sentara “en estrados”, ya que esa posición solo pueden ocuparla fiscales y magistrados.

Otra de las principales críticas de los abogados de la acusación fue que el magistrado de la causa, Ángel Hurtado, mostró un trato de favor hacia Mariano Rajoy al considerar improcedentes un gran número de preguntas que le dirigieron. La sesión estuvo repleta de protestas y enfrentamientos entre los letrados y el juez, especialmente con Benítez de Lugo, al que Hurtado interrumpió en más de una decena de ocasiones para advertirle de que las cuestiones relativas a la supuesta financiación ilegal del PP eran impertinentes. - M. Aizpuru