segunda semana consecutiva en la que la política española está enredada en la maraña de la corrupción y cada día que pasa, el escándalo pasa adquiere dimensiones que van más allá de una cuadrilla de mangantes saqueando las arcas públicas. Porque a cualquier partido gobernante le puede pasar, incluso hay unos cuantos casos en la oposición, que le salgan ranas algunos de sus integrantes (¡gracias Esperanza Aguirre por esa memorable frase!) pero lo que debe juzgarse severamente es el comportamiento de la organización ante estos escándalos.

Si el PP sabía que el presidente de la Comunidad de Madrid tenía una cuenta en Suiza opaca al fisco porque lo dijo un íntegro parlamentario, ¿cómo es posible que aparcara la cuestión y atribuyera la denuncia a una lucha intestina en la confección de las listas electorales? La confesión de Carlos Floriano es aún más grave que el presunto robo, vía comisiones, que llenó aquella cuenta en Suiza nunca investigada. El PP sabía que González no era trigo limpio y echó tierra sobre este escándalo que ahora conocemos.

Pero la cosa no acaba sólo en la permisividad con la que el Partido Popular ha actuado sobre los imputados de su partido, sino en el descarado apoyo que brindó a algunos y en el uso, abuso, del poder para dirigir las investigaciones por la senda que más le interesa en cada momento. Los mensajes telefónicos, otra vez, desnudan una connivencia entre la red corrupta y el Gobierno de Mariano Rajoy.

Pero si fue el propio presidente el que se intercambio con Bárcenas aquellos mensajes de apoyo, por qué iba a hacer ahora una cosa diferente el ministro de Justicia, Rafael Catalá. O el ministro Zoido, que sólo cuenta una verdad cuando se aturulla en las sesiones de control: “¿Se cree que somos tan tontos de hacerlo a las nueve y media de la mañana? Si quisiéramos esconderlo lo hubiéramos hecho como lo hacíamos antes”. Tremendo.

La tercera despedida y dimisión de Esperanza Aguirre ha venido con un mensaje: Rajoy, toma ejemplo y vete. Claro que la lideresa no admitió preguntas aunque había unas cuantas y bastante razonables para calibrar qué ha significado su paso por la política y si ella ha contribuido a este lodazal. Por hacer memoria: llegó con el Tamayazo sobornando a dos diputados de la oposición y se marcha con la “operación Lezo” tras haber amagado con dejarlo cuando se destapó la trama Púnica. Y en el PP, nadie tomó en consideración las denuncias previas de los honrados del partido. Luego lo que estaba podrido era el cesto y no algunas manzanas.