ETA ha anunciado que va a proceder a desarmarse por completo para el próximo día 8 de abril. ¿Estamos ante un acontecimiento histórico?
Cuando se habla del fin de ETA, muchos pensamos en su desarme, en su disolución como organización y en la deslegitimación de su trayectoria. Si la mayoría de los miembros de la política y la sociedad civil vascas pudiéramos elegir la mejor fórmula para cerrar la historia de ETA de la manera que fuese más útil e instructiva para nuestro futuro, exigiríamos que para lograr tal objetivo habrían de producirse las tres. La entrega de sus armas, la extinción de su organización y el reconocimiento público del mal causado a su propio pueblo.
Si hubiéramos de fijar la relación de prevalencia entre estas tres condiciones, daríamos el mayor valor a la autocrítica histórica, que es la que está más directamente relacionada con el abordaje del pasado desde la ética y la justicia. Sin duda, el desarme material sería la acción de menor valor de todas ellas.
Habrá que ver cuál es la forma en la que la organización terrorista va a desprenderse de sus armas, ante una denominada sociedad civil. No hay mucha información al respecto. Pero, puede plantearse una cuestión tremendamente problemática. Queremos reconstruir la convivencia vasca desde la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación. Por eso, la solidaridad con las víctimas es una prioridad.
Pues bien, la cuestión de las armas no es un trámite ajeno a la materialización práctica de todos esos principios. ¿Quién y cómo se garantiza que los arsenales entregados se van a poner al servicio del esclarecimiento de la verdad y de la realización de la justicia?
No hay duda, retirar las armas de la circulación es un avance desde una perspectiva de seguridad pública. Pero, no nos engañemos, el desarmarse de ETA no equivale a disolverse, ni a deslegitimar su trayectoria. Lo histórico está aún por venir. ETA no es solo una plantilla de activistas con unos determinados medios materiales a su alcance. Es, además, una organización que utilizó y justificó todo tipo de modalidades de terror. Sin disolución ni autocrítica, el tótem ETA seguirá inspirando a los nuevos violentos de nuestras calles. Aunque el alto nivel de exigencia de la sociedad vasca obligará al tótem a su desaparición definitiva.