Ha sido curioso. Comprobar que casi cinco meses después la mayoría de la ciudadanía vasca sigue confiando en quien votó no debería ser noticia. Pero lo es. La encuesta de intención de voto que elabora el Gobierno Vasco no alumbra cambios significativos en la actitud del electorado. Eso significa que la mayoría de la ciudadanía está satisfecha con el comportamiento de los partidos en los que depositó su confianza, que actúan según se esperaba de ellos.
De entrada cabe felicitar a todos y cada uno de los partidos. Durante estos meses hemos visto votaciones de signo muy distinto. Casi, sin tener a mano el orden del día, me atrevería a decir que han votado todos con todos y todos contra el resto. Es decir, ha habido un juego parlamentario plural y lleno de pactos cruzados. Los votantes han entendido lo que ha hecho cada partido y eso alimenta muy buenas expectativas para el futuro del parlamentarismo vasco. Nos hemos vuelto asquerosamente normales a pesar de la reciente anormalidad violenta en la que hemos vivido.
Hay solo una variación, pero lo explica un sociólogo casi como de carril: el PNV gana uno más que perdió en el último minuto en Bizkaia; no lo pierde EH Bildu, con quien lo disputaba, porque sube ligeramente; va en detrimento de Elkarrekin Podemos, que tiene un descenso en todos los territorios pero muy poco perceptible, en los márgenes de error de la propia encuesta, y además en pleno fregado interno (segunda semana de febrero). Los demás, PSE y PP, estables. Por lo tanto, la foto es casi calcada al resultado del 25-S.
Insisto en la idea de que en tiempo de descrédito sobre los partidos, de las estructuras parlamentarias, de la democracia representativa, esto es una buena noticia para el funcionamiento de nuestra democracia. A partir de ahí, se trata de ver quién percibe qué más le exige la sociedad que hasta ahora no haya reclamado, dónde deben efectuarse los cambios, adelantarse a los movimientos que dentro de tres años y medio va a pedir el votante. Quien sepa leer adecuadamente esas demandas será quien haya acertado más allá de la confortable situación en la que los votantes parecen estar ahora. Son tantos y tan importantes los retos (educación, pensiones, relación con España, cierre del ciclo de violencia, relaciones laborales, competitividad, internacionalización, etc.) que bien merecería la pena que dentro de unos años pudiéramos decir en otra encuesta: “No news, good news”. De verdad, de esto los británicos saben mucho y no estaría mal hacerles caso.