Tres años después de la declaración del denominado Colectivo de Presos Políticos Vascos EPPK en la que se asumía por primera vez el acogimiento a la legalidad penitenciaria, se nos ha anunciado ahora que los reclusos van a iniciar el debate. Es entendible que en una situación de privación de libertad, de dispersión y de alejamiento los presos hayan tenido serias dificultades para debatir y decidir. Pero tal retraso para iniciar siquiera el debate obedece a otras cuestiones que, vista la trayectoria y los pronunciamientos habidos hasta ahora y leída la propuesta que realiza la dirección del EPPK a los encarcelados, se explican en gran parte por la brecha abierta en las cárceles -también fuera de ellas- debido a las profundas diferencias respecto a las iniciativas a tomar y sobre el cómo, quiénes y hasta dónde llegar -el escrito habla de “confusión y parálisis de los últimos años”-, así como por la implacable estrategia de los Estados español y francés y, se diga lo que se diga, por la escasa implicación de la mayoría de la sociedad vasca, salvo los incondicionales de la causa, en la situación de los presos, más allá de que, en efecto, se demande un cambio en la política penitenciaria que permita su acercamiento a Euskadi.
De ahí, y del riesgo de que el problema acabe pudriéndose y reventando, que la iz-quierda abertzale esté echando el resto en las últimas movilizaciones como la de Kalera, kalera y Sare, capaces de aunar más sensibilidades, como se vio ayer claramente en Nafarroa, donde incluso participan personas vinculadas a Geroa Bai, PNV y PSN a través de un medido manifiesto.
En todo caso, y más allá de la reinvidicación de excarcelación de los presos enfermos y del acercamiento, la pelota continúa en el tejado de los propios presos. Según el EPPK, se pretende abrir una nueva fase diferente a la de “resistencia” que han mantenido hasta ahora y que suponía la prohibición expresa a los reclusos de acogerse a cualquier beneficio penitenciario. Una nueva fase en la que se daría “por bueno todo agrupamiento, todo acercamiento y toda excarcelación, aunque el agrupamiento sea parcial, el acercamiento no suponga el traslado a Euskal Herria y la excarcelación no sea definitiva”. De esta manera, y según plantea el EPPK, “será cada preso quien decida aprovechar o no las posibilidades que ofrezca la línea jurídica” y “será cada preso quien decida utilizar o no las diferentes solicitudes o cauces legales (redenciones, destinos, cambios de grado, permisos, acercamiento a Euskal Herria, libertad condicional, etc.”. Es necesario subrayar que la terminología no es la del “enemigo”, la de los “carceleros”, sino de los propios presos y habla de cuestiones hasta ahora absolutamente tabú: libertad condicional, redenciones de pena, progresión de grados, permisos... Pese a que llega tarde y pese a que falta aún -como se encarga de resaltar el EPPK-, la aprobación del colectivo -esperemos que no tarden en decidir otros tres años-, estamos ante un giro de 180 grados que los Estados deberían ponderar aunque en sus primeras manifestaciones el Gobierno lo haya despreciado.
Craso error, aunque es cierto que en el colectivo de presos y grupos de apoyo y familiares faltan unos cuantos tonos de autocrítica y reconocimiento, sin los cuales difícilmente también existirá el “arrope del pueblo” que tantas veces invoca el EPPK. Esta misma semana, Arnaldo Otegi valoraba este paso de los presos y reconocía que él era “crítico con la vía Nanclares”. Por la misma razón, los demás podemos ser críticos con el EPPK. En la misma entrevista en ETB, Otegi afirmaba que se había reunido “con víctimas de ETA” -sin especificar si con tres, 30 o 300- y que había sido una “experiencia muy dura”. Decía también que “la muerte de una persona no tiene reparación posible” y que él había trasladado a esas víctimas que “en muchas ocasiones no estuvimos a la altura”. Muchas veces, la izquierda abertzale argumenta que los demás le quieren imponer el lenguaje, la terminología de la autocrítica. Si los presos dijeran algo similar a “no estuvimos a la altura” e hicieran un reconocimiento sincero, concreto y explícito, las cosas cambiarían mucho. Quizá así pronto podrían dejar de definirse, como hace el EPPK, como “vencedores sí... pero en la cárcel”.