Es un grito continuado terminado en un sonoro estallido. Ejemplo de conexión con el mundo rural primigenio, a principios del siglo XX su uso se hizo habitual para representar la identidad política nacionalista. Un batallón de gudaris durante la Guerra Civil recibió ese nombre y posteriormente la izquierda abertzale lo asumió con más fuerza en su universo simbólico.

Bilbao - Como dice el refrán; “igual no están todos los que son, pero sí son todos los que están”. Bajo la dirección de Santiago de Pablo, 16 autores, catedráticos y profesores de la UPV/EHU, han recopilado un centenar de símbolos vascos.

‘100 Símbolos vascos’. La obra es continuación de ‘Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco’. Son cien, ¿pero podían ser muchos mas?

-Hay muchos más. Es un número convencional que nos parecía suficiente, pero se puede ampliar. Partimos de aquel primer diccionario, pero con dos diferencias, aquel era solo del nacionalismo y aquí nos interesa hablar de otras maneras de sentirse vasco. Y, por otro lado, es un libro mucho más divulgativo.

¿Cómo ha sido la labor de rastreo de los símbolos? ¿En qué se han basado?

-Ha sido difícil la selección ya que somos un grupo amplio de autores. Hicimos una reunión pare ver cuáles eran esos cien símbolos. Yo diría que en ochenta estábamos de acuerdo, pero en el resto siempre había disparidad de criterios. Entendemos que puede ser discutible. Y luego había que rastrear cada símbolo en concreto.

Los vascos somos mitómanos. ¿Nos gustan los símbolos?

-Yo creo que sí. En general las personas tendemos a relacionarnos por símbolos, desde los religiosos más antiguos o como en Francia, que La Marsellesa es un símbolo importante. Por ejemplo, en la economía quizá es más importante un buen símbolo que un informe técnico de 500 páginas. Todos tenemos la necesidad de representarnos de una manera directa. Y en el caso vasco, porque digamos que hay una lucha de identidades y diversas maneras de sentirse vasco, eso implica que somos un poco más complicados.

¿Hay símbolos compartidos por nacionalistas y no nacionalistas?

-Hay algunos que son muy compartidos. Por ejemplo, el Agur Jaunak. Es utilizado por todo el mundo y además en circunstancias muy distintas: un funeral, un recibimiento... Hay otros como el caserío, que también es compartido. Y luego hay símbolos que empezaron siendo nacionalistas y han terminado siendo de todos, y un ejemplo es la ikurriña.

¿Las aspiraciones nacionales ayudan a crear símbolos? ¿Cuánto de importante tienen los símbolos en la construcción de un país?

-Los símbolos tienen muchísima importancia. Una aspiración nacionalista sin Estado tiene más necesidad de movilizar. Hay quien dice que para quien ya tiene un Estado-Nación, la manera de movilizar es más cotidiana, que no necesita tanto de los símbolos. Creo que la manera de movilizar a quien quiere conseguir un Estado-Nación, por encima de los discursos más racionales, es apoyase en los símbolos, que crean emoción.

¿Hay una disputa de los símbolos?

-Totalmente. Es cierto que hay algunos compartidos como el Aberri Eguna, de origen nacionalista, pero ahora compartido por todos los que celebran la patria vasca, pero con diferencias entre ellos. A su vez, hay otros que son más claros ejemplos de disputa. Quizá el más claro es el Gudari Eguna, que empieza siendo una fiesta con la que el PNV recuerda a los gudaris de la Guerra Civil, pero la izquierda abertzale lo reinterpreta para recordar a los miembros de ETA muertos, y casi se lo apropia.

¿La izquierda abertzale es una hábil generadora de símbolos?

-Creo que sí. Visto desde fuera han conseguido crear algunos símbolos que sirven para organizar una capacidad de movilización. Un ejemplo es uso del Eusko Gudariak, que ahora prácticamente se identifica con el puño en alto o el acto de Gernika cuando vino el rey por primera vez tras la Transición. O el Arrano Beltza, que es el sello de un rey, pero después lo han visto tanto que mucha gente puede pensar que es la bandera primera de Navarra, anterior a la de las cadenas, pero no es así.

Hay símbolos concretos que llaman la atención. Por ejemplo Dolores Katarain ‘Yoyes’. ¿Es un símbolo diferente según para quién?

-Es un ejemplo muy bueno, porque es la misma persona. En un momento dado algunos la valoraron por ser la primera mujer en llegar a la dirección de ETA y de repente se convierte en un símbolo de la otra parte. Eso demuestra que los símbolos se crean o inventan, pero luego hay una variación o evolución. Otro claro ejemplo es el de Mario Onaindia, condenado a muerte por Franco, símbolo de la lucha antifranquista y, de repente, para muchos se convierte en una traidor y en un contrasímbolo, que también los hay.

¿Qué hace que un símbolo perdure en el tiempo?

-Es difícil de decir. Es algo que lo hemos trabajado y se ha visto que hay símbolos que su éxito es casual. Como historiadores se nos escapa el por qué del triunfo de algunos símbolos. Yo creo que en parte es debido a la calidad del símbolo en sí. En el caso de la ikurriña digamos que es una bandera bien hecha y con colores bonitos. Luego está lo que se llama estructura de oportunidades, que ese símbolo tenga una oportunidad social, una coyuntura que le permita continuar y por fin, que haya gente que quiera seguir utilizando. Pero hay veces que los símbolos fallan.

Museo Guggenheim. En dos décadas se ha convertido en todo un símbolo.

-Es otro ejemplo de símbolo exitoso, pese a que al principio hubo polémica sobre su idoneidad. El propio edificio es muy bueno, con lo cual es mucho más fácil representarlo. Lo externo también ha ayudado. Se ha convertido en todo un símbolo del País Vasco sustituyendo a otros que también mencionamos, Altos Hornos o la Zona Minera. Se ha pasado del Bilbao industrial a otro símbolo.

Incluyen otro símbolo que ha llamado mucho la atención, la oveja latxa.

-Fue de los que dijimos que tiene que estar. Por un lado parece que es muy banal, pero resulta que se identifica mucho con lo vasco. Vas a cualquier tienda de souvenirs y allí está la oveja latxa. Y eso que se creó casi de una manera casual.

En Bizkaia hay quien dice que los símbolos son el Athletic y la Virgen de Begoña.

-Begoña sí aparece junto a Arantzazu, Estíbaliz y Leyre. El Athletic no está como tal, pero sí hablamos del fútbol vasco. Hay también quien nos ha dicho que no hemos incluido la barandilla de La Concha, pero hemos intentado no incluir símbolos que sean muy exclusivamente territoriales o locales.

Sé que es complicado, pero dígame un símbolo con el que se queda.

-Es difícil, pero el que más gracia me ha hecho es el de la oveja latxa, que me tocó escribir a mi, y quizá también el del Olentzero.

José Miguel de Barandiaran, conocido como Aita Barandiaran, es considerado el patriarca de la cultura vasca. Nacido en Ataun en 1889, compaginó el sacerdocio con el estudio de la cultura y la tradición de Euskal Herria. Con el estallido de la Guerra Civil, se exilió en Iparralde, de donde regresó en 1953. Barandiaran, que falleció en 1991, es un icono de la cultura vasca.