doy por descontado que el PSOE hoy consumará el viraje del no a la abstención. Otra cosa es la fórmula concreta, si una abstención obligatoria para su grupo en el Congreso, si solo once lo harán, si repetarán la libertad de voto, etc. Pero el objetivo es el mismo: permitir que Mariano Rajoy sea investido presidente.

A partir de ese momento, se admiten apuestas. Los que auguran una legislatura corta lo hacen desde el anuncio de una oposición implacable que impedirá al PP sumar votos suficientes para llevar adelante una tarea de Gobierno apoyada en un plan legislativo que se topará con un Congreso hostil. Puede ser, pero no es tan sencillo como sumar todos los votos que no sean del PP o de su aliado, Ciudadanos. Los juegos parlamentarios que se abran son aún una incógnita.

Decía esta semana el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, que el botón para poner fin a la legislatura lo tiene el PSOE y que, por lo tanto, serán los socialistas los que decidan cuándo están preparados para afrontar unas elecciones con unas garantías mínimas. Para ello, el PSOE debe recomponerse de su actual estado de descomposición y, la verdad, vistas cómo están ahora las cosas, no parece que tamaña tarea sea cosa de hoy para mañana. Por ese lado, la legislatura no sería por lo tanto tan corta.

Pero aún hay un factor más que conviene tener en cuenta y que lo ha explicitado el ministro de Asuntos Exteriores en funciones. Dice García Margallo que sin presupuestos, las Cortes serán disueltas el 3 de mayo, exactamente en el plazo mínimo que marca la ley para permitir poner fin a la legislatura. Es decir, que el botón no solo está en manos socialistas, sino que el PP una vez investido va avisando de que necesita aquellos “siete u ocho grandes acuerdos” a los que aludió Rajoy al tiempo que decía que no ponía “ninguna condición”. Ya, ninguna condición salvo los grandes acuerdo. Un cachondo don Mariano.

Entre lo que presumiblemente veremos será una encarnizada lucha en la izquierda entre PSOE y Podemos. De entrada, la abstención deja campo a la formación morada para erigirse en la oposición “auténtica”, frente a un socialismo fácilmente caricaturizable como “domesticado”. De momento, la sobreactuación de Pablo Iglesias apunta a que se vuelva a pasar de frenada. Y aún está por ver quién gana la guerra del PSOE más allá de la batalla que se libra hoy sin demasiada emoción.