Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, como (dicen) hay que comerse un elefante, la nave socialista va preparando su ciaboga, el regreso que haría presidente a Mariano Rajoy, pasando, como reconoció ayer el responsable de la gestora, Javier Fernández, de la “ética de la convicción” a la “ética de la responsabilidad”. Toma argumentario. En el partido aseguran que el debate está servido, pero la verdad es que no se percibe, más allá de los gritos que se escucharon el sábado en Ferraz.

El gran drama -y es de lo que deberían ser conscientes todos en el PSOE- es que, en virtud de esa “ética”, la actual ideología socialista parece servir lo mismo para investir a Rajoy -cabeza responsable del partido que es la quintaesencia de la corrupción y los recortes-, facilitar que gobierne aunque sea “sin estabilidad” o rechazarle de plano mediante la aplicación directa del “no es no”. De suerte, además, que este giro de rumbo de Sánchez a Fernández se produce mientras la sociedad es testigo de la desfachatez reinante en los juicios de Gürtel o las tarjetas black. Y esa coherencia/incoherencia en política se paga siempre, en la calle y en las urnas. Y cuidado, porque Podemos acecha.

Parece claro que a día de hoy el grupo parlamentario socialista está dividido entre la abstención y el no, mientras la nueva oficialidad trata de digerir el elefante y venderlo a las bases para que lo vayan tragando. De ahí que la habitual insustancialidad del portavoz del PP, Rafael Hernando, poniendo condiciones al PSOE ¡hasta para aceptar su abstención! cayese como un obús sobre la gestora y tuviese que salir ayer mismo Rajoy para matizar que no pondrá condición alguna a los socialistas. Era lo que les faltaba a los nuevos rectores de Ferraz.

Lo que en este país no se plantea jamás en ningún partido es la libertad de voto de los diputados. En otras latitudes, Obama, por ejemplo, o en su día David Cameron o Manuel Valls han tenido que convencer a sus propios compañeros en muchas votaciones, e incluso han perdido algunas porque los diputados votan en conciencia. Ayer, una parlamentaria aragonesa dijo que votaría no a Rajoy, diga lo que diga el Comité Federal. El PSE y el PSC están contra la abstención, pero ¿qué harán sus diputados? ¿Obedecer la disciplina de voto impuesta por su partido o atender a la voluntad de sus propios votantes, favorables al no? ¿Romperán los socialistas catalanes con el PSOE? ¿Y los vascos? ¿Habría, en ese caso, once diputados ausentes que hi-ciesen presidente a Rajoy? El elefante se les puede atragantar.