madrid - Una de las imágenes que arrojó el arranque de la legislatura de ayer fue la división en la oposición, sobre todo lastrada por los conflictos entre la izquierda, que en el pasado se mostró incapaz de acordar la investidura de Pedro Sánchez y ahora vuelve a tropezar en la conformación de la Mesa del Congreso. Las fricciones no solo dinamitan la opción ya de por sí remota de construir un gobierno alternativo a Mariano Rajoy, sino que también ponen en duda la capacidad de articular una oposición con suficiente cohesión para llevar a cabo una defensa unitaria de sus intereses y promover la derogación de la ley mordaza o la reforma laboral.

La popular Ana Pastor no tuvo problemas para hacerse con la presidencia y desbancó al socialista Patxi López. El origen del conflicto se encuentra en que Podemos y los socialistas no pudieron llegar a la votación con un acuerdo cerrado. En ámbitos socialistas vieron mala fe en Podemos, que habría intentado nuevamente disputarles el liderazgo de la izquierda presentando a su propio candidato, Xavier Domènech. Según esa tesis, su intención oculta pasaba por recabar los votos de los catalanes de Convergència y ERC, superar de ese modo a López, y pasar a la segunda vuelta para medirse con Ana Pastor. Ese escenario obligaría a los socialistas a apoyarle en esa segunda vuelta, Domènech sería presidente, y dejaría al socialismo sin ese puesto institucional. Los nacionalistas catalanes leyeron el movimiento de Podemos en clave de pugna por el liderazgo en la izquierda y quedaron al margen, sin apoyar a López ni a Domènech. El PNV votó en blanco porque estuvo al margen de las negociaciones.

caída de lópez Aunque Podemos terminó apoyando al socialista en segunda votación, no fue suficiente. Y los dardos se los llevó el nacionalismo, que fue objeto de los reproches del partido morado, y de una crítica menos intensa del socialismo, por permitir la presidencia del PP y no votar a López. Sin embargo, los nacionalistas vascos y catalanes se revolvieron con una respuesta casi calcada que carga la responsabilidad en Podemos, a quien acusan de haber estado más preocupado por hacerle una jugarreta al socialismo que por dar forma a una alternativa seria. “Si algún día queréis hacer una alternativa de cambio, llamad y os diremos cómo se hacen las cosas en política sin oportunismos y lealmente”, dijo Andoni Ortuzar en Twitter a Podemos y el PSOE. Desde ERC, Joan Tardà dijo que el resultado hubiera sido otro si el partido morado y los socialistas “hubieran dejado de jugar al gato y al ratón y si no se estuvieran haciendo la puñeta los unos a los otros por ver quién comanda la izquierda”.

Para más inri, Podemos culpó a Convergència y PNV de haber proporcionado los diez misteriosos votos adicionales a las vicepresidencias del PP y C’s. Incluso esbozó un futuro pacto de investidura con el apoyo nacionalista para que Rajoy sea el próximo presidente español. Ese enfrentamiento supone un cambio de primer orden en su discurso, puesto que hasta ahora había tratado de acercarse a ellos enarbolando el derecho a decidir. Llegó a sentenciar que la opción de construir un gobierno alternativo ha quedado “severamente comprometida”. Iglesias recriminó a Convergència y PNV que no apoyaran a López, y los acusó de apoyar las vicepresidencias de PP y Ciudadanos amparándose en el secreto de las votaciones. “Ver para creer”, lanzó en Twitter, una crítica que puede recrudecerse en las próximas semanas y entrecruzarse con la precampaña de las elecciones vascas de octubre y, eventualmente, de las catalanes si el president no supera la cuestión de confianza en septiembre. Ortuzar respondió que el PNV “siempre hace lo que dice” y se abstuvo. En tono bronco, Iglesias trajo a colación los acuerdos entre José María Aznar y Xabier Arzalluz; y recordó al convergente Francesc Homs que el PP desea verle “en la cárcel” por la consulta catalana. Desde el socialismo, Antonio Hernando coincidió en que los nacionalistas “han abierto una senda” de apoyo a Rajoy.