Si los representantes políticos -y algunos periodistas- que participaron la tarde de ayer en la mesa redonda organizada en la jornada sobre el futuro del autogobierno vasco hubiesen asistido a la sesión de la mañana, habrían escuchado muchas cosas sensatas, descubierto modelos políticos e institucionales en vigor diversos y hasta contrapuestos en Europa, analizado sistemas plenamente democráticos con heterogéneas soberanías participativas, compartidas y colaborativas, aprendido de gestiones necesariamente pactistas e imaginativas y, en fin, comprobado que nuestra proverbial complejidad es, simplemente, una más y en ningún caso la más enrevesada.
Lúcidos expertos de Escocia, Flandes-Bélgica, Suiza y Baviera-Alemania mostraron sus modelos, con sus virtudes y también con sus problemas. Todos ellos insertados en Europa, incluso -excepto Suiza- en el seno de la UE, y en pleno vigor en el siglo XXI.
Escocia, una vieja nación europea, capaz de alcanzar un histórico acuerdo con el Estado para celebrar un referéndum democrático sobre su posible independencia y su disposición a compartir su soberanía. Bélgica, con su centralismo asimétrico en el que Flandes, por ejemplo, dispone de su propio representante ante la UE, donde las Comunidades tienen su propia política exterior y el Gobierno federal está ¡al mismo nivel! que los Gobiernos regionales porque no existe jerarquía, tampoco en las normas que aprueban los distintos ejecutivos, que deben acordar por consenso su posición. Suiza, una modélica federación donde los Cantones son soberanos según la Constitución, de modo que son realmente Estados, donde antes de aprobar cualquier ley debe existir una negociación previa con los Cantones, donde incluso para ceder competencias es preciso un referéndum y una doble mayoría y donde, quizá por todo ello, no hay ningún ansia de independencia. Baviera, uno más de los Estados alemanes, donde el poder reside en los länder y existen tres niveles en funcionamiento, el federal, los länder y el conjunto.
Los líderes vascos no escucharon las lecciones de estos modelos europeos, pero deberían hacerlo -la organización, Eusko Ikaskun-tza, anunció que lo pondrá a disposición de la sociedad-, y el Estado español, también. Es probable que ninguno volviera a repetir ese mito de que Euskadi tiene el mayor nivel de autogobierno del mundo.
Son solo modelos, de los que se puede y debe aprender. Euskadi tiene el suyo, que ha funcionado -con sus problemas y disfunciones- desde hace 35 años y quiere mejorarlo y establecer un nuevo estatus, porque la sociedad y el mundo han cambiado y es una demanda social. Pero la ponencia de Autogobierno está en stand by. Tiempo electoral. Y en el horizonte está la amenaza de bloqueo, aquí y por parte del Estado. Es muy significativo que ninguno de los representantes de los subestados europeos aludiese al concepto de “unilateralidad”, más bien al contrario. El profesor flamenco afirmó que “no merece la pena” adoptar el modelo belga. Cierto. Pero el que menos merece la pena, aquí y ahora, es el nuestro: bloqueo-enfrentamiento-frustración.