Vuelve a achicársele el calendario a Pedro Sánchez. Supo resolver sus apreturas cuando apaciguó la situación interna de su partido a costa de condenar su candidatura presidencial al fracaso. Entonces, la mano tendida hacia Ciudadanos y el rechazo a acercarse a Podemos le sirvió para que los peores resultados del socialismo español no pasaran factura inmediata. Pero también le incapacitó para ampliar la base de acuerdo y ahora vuelve a acercarse al mismo escenario que eludió en enero: no es presidente, necesita restablecer un eje hacia la izquierda y los nacionalistas -algo imposible mientras siga atado a Ciudadanos- y el Congreso de su partido asoma a dos meses vista. Para elegir secretario general y, quizá, candidato electoral para junio.
Esa costura no está todavía tensa, pero algún hilván se le puede descoser en las próximas semanas. La persistente amenaza de una respuesta interna a su gestión se llama Susana Díaz. Sánchez lo sabe y ella también. Las apreturas temporales pueden convertir en prioridad la regeneración de un eje de izquierda, pero eso sólo será contra el criterio de la presidenta andaluza. Ambos tenían que saber, cuando se dieron tregua para que el secretario general tratara de ser investido, que la estrategia impuesta por los barones de buscar a Ciudadanos estaba condenada numéricamente. Sánchez lleva camino de toparse de nuevo con los poderes internos del PSOE cuando intente sacar algo en limpio de su encuentro -que se dice inminente- con Pablo Iglesias. Otra cosa es que Susana Díaz crea oportuno disputarle la secretaría general en mayo. A ese congreso llegará Sánchez presidente o precandidato, lo que le convierte en el eje del mismo. Mejor o peor, el capital político del partido lo acumula él en estos meses y su sustitución no es garantía de mejora de resultados. Un nuevo secretario general que se estrene con otra derrota electoral no parece plato de gusto de nadie.
Mientras, en Euskadi, el PSE se tienta la ropa. Mikel Torres se agarra a la experiencia de que las encuestas siempre les dan mal, pero esa artillería electoral es escasa. Él percibe en los sondeos un eje mayoritario de izquierda no nacionalista pero no es capaz de posicionar en él a su partido: sigue lejos de EH Bildu y Podemos con el PSE no suma alternativa. Ni la quieren hoy. Luego las urnas hablarán.