En el difícil camino a la normalidad, tras el tortuoso pasado de terror, ayer se ha dado un nuevo paso: todos los líderes de todos los partidos políticos tienen los mismos derechos y las mismas oportunidades para realizar su trabajo y plantear libremente sus propuestas a la sociedad.

Eso es histórico. Al menos en la historia que contempla mi vida. Medio siglo sin que nada parecido haya ocurrido. Primero, la dictadura; después, la persecución; más tarde, el asesinato; y, antes del cese de la violencia, ilegalizaciones que se han extendido en uno de sus apéndices hasta ayer. Bueno, aún queda Rafa Díez en prisión.

Nunca antes había concurrido esa circunstancia tan normal en otros países: políticos haciendo solo política. ¡Claro que Arnaldo Otegi es un preso político! Pero nadie debe escandalizarse de un dato objetivo. Como también lo fue Joseba Urrosolo Sistiaga, o lo son asesinos confesos y condenados que no se arrepienten de sus crímenes. Ser un preso político ni exime de culpa ni añade gravedad al hecho por el que uno cumple condena. Y ahí, Otegi sale bien muy bien parado; los hechos han convertido su sentencia en una enorme farsa: trabajaba para que ETA pusiera fin a la violencia.

¿Y ahora? Alguien que ha entrado y salido siete veces de la cárcel, que viene de ETA (pm), pasa a ETA (m), le condenan por secuestro, dos veces cabeza de lista al Parlamento Vasco, interlocutor con todo el que se ha dejado... alguien con ese historial bien puede ser calificado de “líder histórico”. Las bases de la izquierda aber-tzale, y un poco más allá, le reconocen ese liderazgo y parece que el tirón electoral entre los votantes tradicionales es indiscutible. La duda, la van apuntando también algunas encuestas, es si precisamente esa imagen de líder “histórico” es la más apropiada para renovar imagen y mensaje de EH Bildu. El Deustobarómetro de diciembre de 2015 arrojaba unos resultados que invitan a introducir esta duda. El 44% era partidario de la excarcelación de Otegi frente al 33% que planteaba, como ha ocurrido, el cumplimiento de toda la pena. Fíjense que casi uno de cada cuatro “pasa” del asunto y, según nos contaron los responsables de la encuesta, esa proporción aumenta hasta convertirse en mayoritaria entre los menores de 40 años.

Desconozco qué lectura podría extraerse de cruzar los datos de ese estudio con el votante tipo de Podemos de las últimas elecciones, pero intuyo que puede haber material para que el histórico Otegi reflexione sobre qué impulso necesita EH Bildu para renovar su discurso.