En este maratón hacia la configuración de un Gobierno, los barones socialistas pueden darse por satisfechos a estas alturas de caminata después de que Pedro Sánchez se halle ultimando los flecos de un acuerdo de legislatura con Ciudadanos que colmaría las expectativas de los líderes autonómicos del PSOE que ya han mostrado un frontal rechazo al último documento programático de Podemos para un Ejecutivo de coalición. Aunque el líder naranja, Albert Rivera, se apresuró a matizar que no existía “preacuerdo” alguno”, los equipos negociadores de ambas formaciones, encabezados por Antonio Hernando y José Manuel Villegas, han alcanzado ya un consenso en materias donde abrigan gran coincidencia: lucha contra la corrupción y frente al fraude fiscal, y pactos para la regeneración democrática o para la educación. Eso sí, deben resolver el núcleo de las políticas que dotan de carácter a todo Gabinete, el sistema económico, laboral y fiscal. De llegar a una alianza donde Ciudadanos se abstendría para que Sánchez pueda ser investido, haría falta una tercera pata fundamental, que PP o Podemos también se decanten por la abstención. A día de hoy, se antoja muy complicado que el partido abanderado por Mariano Rajoy ponga alfombra roja al candidato socialista, más todavía tras el último encuentro entre ambos donde se visibilizó que les separa un mundo de distancia, amén que desde Génova se ha dicho que jamás se retractarán de su negativa a Sánchez. Otro tanto puede suceder con la fuerza que lidera Pablo Iglesias, donde parece harto improbable que puedan dar vía libre al secretario general del PSOE después de que ni tan siquiera hayan sido capaces, de momento, de fijar un calendario para sentarse.
Otra cosa es que los socialistas sean capaces de atraer a formaciones minoritarias como Coalición Canaria, Compromís, IU o el PNV, después de que Ciudadanos, en cierta manera, haya reculado en sus intenciones de suprimir ipso facto cuestiones como el Concierto Económico, que antes catalogaban como “privilegios”, en aras de una estabilidad gubernamental. Desde luego, los partidos catalanes no están por la labor de estrechar la mano de Sánchez porque llevan el referéndum como bandera de cara a un entendimiento. Con todo, si el PSOE se decanta finalmente por explorar la opción de apoyarse en Ciudadanos, a quien tachó en campaña de ser “la filial derechista del PP”, y aguardar luego a ver qué pasa, quedará certificado que ni desde Ferraz ni desde Podemos había un primer objetivo compartido de alcanzar un pacto, bien porque los socialistas contemplan un escenario reformista donde no tengan que mojarse en cuestiones identitarias, bien porque desde la marca morada prima la idea de repetición de elecciones en busca del sorpasso.
materias a limar Amén de las medidas regenerativas, PSOE y Ciudadanos coinciden también en su oposición a celebrar consultas de autodeterminación, al tiempo que buscan propuestas intermedias en los aspectos donde se alejan. Aunque comparten su voluntad de retrasar a 2017 el cumplimiento del objetivo de déficit para 2016 (3% del PIB), tienen que dilucidar “cómo se redistribuyen los recursos” para financiar un posible acuerdo y, especialmente, el compromiso que supondría convertir los derechos sociales en fundamentales a través de una reforma constitucional. Asimismo, el partido de Rivera se opone a una subida de impuestos mientras que el PSOE deja entreabierta esa puerta al ofrecer una “reforma integral de la tributación de la riqueza” en su documento negociador. “Los dos equipos están haciendo números seriamente y cotejando las filosofías que hay detrás”, se felicitaba el portavoz naranja, Juan Carlos Girauta,
Ciudadanos ha planteado igualmente al PSOE poder generar ingresos eliminando duplicidades administrativas, lo que incluye acabar con las diputaciones provinciales, algo que ya tanteó Alfredo Pérez Rubalcaba en el programa de 2011. En la mesa de negociación ha puesto el ejemplo de que es obligatorio evitar leyes como la de dependencia que impulsó Rodríguez Zapatero por falta de financiación, que no por su fin, y es que es el criterio que tratan de trasladar a las intenciones socialistas de “garantizar con suficiencia los derechos fundamentales [vivienda, electricidad, agua], singularmente los derechos sociales básicos” en una hipotética reforma constitucional.
En todo caso, Ciudadanos solamente sellará el consenso si se recoge “un perímetro” que establezca los límites de una posible reforma constitucional y si se reconoce específicamente la oposición de los firmantes a la celebración de un referéndum en cualquier territorio del Estado español. Es ahí, en ese hipotético documento, donde Rivera tiene depositada su fe para seducir al PP durante los dos meses que empezarán a descontarse hacia las elecciones si Sánchez no logra la investidura a la primera. “El PSOE tiene que optar entre el europeísmo reformista [de Ciudadanos] o una opción que significa más paro, más impuestos y menos España [por Podemos]”, zanjó Girauta. En Ferraz, desde luego, la derecha parece ser la primera opción.