bilbao- Pablo Díaz Morlán es bilbaíno de nacimiento pero actualmente ejerce de profesor de Historia Económica en la Universidad de Alicante. Díaz Morlán acaba de culminar un estudio sobre los efectos de la extorsión y del terrorismo de ETA en la economía vasca, que ha presentado en la Universidad de Deusto y prevé plasmar posteriormente en un libro.
¿Ha sido complicado recopilar información sobre la extorsión?
-Ha sido muy complicado. Hemos llamado a muchísimas personas y finalmente la base de testimonios que tenemos, de alrededor de 200, es muy importante. Hasta ahora los intentos que ha habido no habían llegado tan lejos.
¿Cómo empezó la extorsión en Euskadi?
-Empieza de múltiples maneras. ETA intenta conseguir dinero y hasta que teoriza y lleva a la práctica la extorsión mediante la carta del impuesto revolucionario van pasando una serie de etapas. Se generaliza con la transición y a partir de los últimos años de la década de los 70 ya se empiezan a recibir cartas. En los primeros años 80 un montón de médicos recibieron cartas de extorsión, entre ellos mi abuelo.
No solo fueron los empresarios los afectados.
-No solamente son empresarios, también hay directivos, profesionales liberales, notarios, abogados y bastantes médicos. Lo que es difícil es averiguar el número exacto de la gente extorsionada. Sabemos que son miles, pero hay discrepancias. Muchas veces los afectados no querían ni sacar el tema, nos hemos encontrado con que muchos no se lo decían ni a su mujer. Se lo guardaban para sí mismos, con lo cual aumentaban el sufrimiento.
¿Cuánto dinero solían pedir?
-Por lo que sabemos con los testimonios que hemos recogido, hay desde 3.000 euros hasta 300.000 e incluso más. La media es como de unos 120.000 euros. Pero lo cierto es que es totalmente caótico y aleatorio lo que pedían. Nos hemos encontrado con familias muy ricas a las que pedían poco y familias que no eran tan ricas a las que pedían una brutalidad. El caso paradigmático es el de Javier Ybarra, cuando le secuestran en 1977 y piden mil millones de pesetas, y la familia no tiene ni la décima parte de ese dinero. ETA iba un poco a boleo.
¿Era la extorsión la principal fuente de financiación de la banda?
-Durante bastante tiempo, sí. Las cartas de extorsión y los secuestros, con los que obtenían unas grandes cantidades de dinero, han sido las dos fuentes principales de financiación de ETA.
¿Eran mayoría los que pagaban?
-No. Hemos tenido testimonios que decían que sí eran mayoría pero nosotros nos quedamos con los datos que tenemos. Lo que podemos decir por ahora es que eran minoría los que pagaban, incluso en los sitios de mayor presión como Gipuzkoa.
¿Provocó la extorsión una pérdida considerable para la economía vasca?
-Sí, en forma de deslocalizaciones, marcha de empresarios y, sobre todo, pérdida de oportunidades de inversión provenientes del exterior. Vender el País Vasco era difícil. Quizás otra gran pérdida ha sido la dificultad para atraer talento. Cuando aquí había una amenaza muy grave era muy difícil hacerlo.
¿Frenó ETA la vocación empresarial de los vascos?
-Pudo influir bastante. Hace poco han salido encuestas que dicen que la juventud vasca es la menos emprendedora de toda España. Es una encuesta sorprendente y tiene que estar influida por ese ambiente de hostilidad que ha habido contra el empresario.
¿Cómo resistieron las empresas que no pagaron la extorsión?
-Aguantando. En primer lugar, la mayoría de ellas no se dejaron notar mucho para evitar ser objetivo de la banda. Pero, por otro lado, encontraron un cierto apoyo de las instituciones y resistieron porque eran empresas industriales con su taller y su fábrica. Es muy difícil deslocalizar cuando tienes un taller establecido. La mayoría del tejido social aguantó.
¿Por qué ETA decide abandonar esta práctica en 2011?
-Yo creo sinceramente que ETA es derrotada por las fuerzas de seguridad. Va siendo cada vez más arrinconada y hay un momento en el cual toman la decisión de parar. La extorsión dura hasta el final de su actividad armada, hay algún caso registrado en 2010 y en 2009 ponen una bomba a un empresario.
¿Apoyó lo suficiente la sociedad a las víctimas de la extorsión?
-En mi opinión, la sociedad vasca no ha apoyado lo suficiente a las víctimas de ETA en general. Menos todavía a las víctimas amenazadas o extorsionadas. Aunque sí que ha habido una solidaridad creciente. Pero muchas veces los amenazados no querían que se supiera que eran amenazados. Hemos podido convivir con gente amenazada y no lo sabíamos. Nos han contado testimonios de gente que recibía una carta, iba donde un amigo y el amigo le contestaba que él ya la tenía desde hace años. La percepción del amenazado es que la solidaridad fue más bien escasa.