pedro Sánchez evitó la noche electoral lo que ya le tocó hacer antes a dos de sus predecesores que intentaron, como él, ganar en las urnas a la derecha. Se daba por hecho, en eso tenía ventaja el secretario general del PSOE, que no alcanzaría ni de lejos el suelo en votos y escaños que se llevó por delante a Pérez Rubalcaba. Pero las encuestas no salvan los resultados, acaso los maquillan temporalmente.

Sánchez fue a La Moncloa y dio una rueda de prensa que parecía un comunicado dirigido a la baronesa Díaz. Lo de Rajoy estaba cantado: de entrada, no. Como en la OTAN. Ya habrá tiempo para cambiar. Así que se trataba de frenar la operación que desde el flanco sur, con la capitana de las tropas en Sevilla, avanzaba hacia Ferraz. Un movimiento que obliga a todos los socialistas a retratarse; o conmigo o con ella.

Lo de la noche electoral con Sánchez respirando aliviado era solo un espejismo. Cuando ha llegado la hora de la verdad, la de manejar las cifras para sumar y formar un Gobierno propio o para impedir que otros gobiernen, saltan las costuras. Sánchez tiene al menos tantos rivales dentro como fuera del PSOE. Por ser gráficos, le esperaban con la escopeta cargada e incluso barajaban apretar el gatillo la misma noche del domingo si Podemos tuteaba a los socialistas. No pasó, pero podría ocurrir y de ello son conscientes los pedristas y los susanistas , que tampoco han perdido tiempo.

Pedro Sánchez dice que su compañera Susana Díaz tiene “cultura de partido”. Lo dice como si fuera un salvoconducto para poder actuar como le dicta la conciencia y la ambición; es decir, intentando formar un Gobierno alternativo al de Rajoy. Para mí, y supongo que para muchos que recuerden los sucesivos episodios navarros, la “cultura de partido” se traduce en un “agostazo” y en un “marzazo”.

Pero supongamos que Pedro Sánchez lo intentara, incluso que no tuviera esa oposición interna, y que fuera sinceramente a buscar un acuerdo con Podemos. Tampoco lo tendría fácil, porque Iglesias no ha hecho más que poner una alambrada con espinos envenenados para que eso no ocurra. De entrada, la misma noche del domingo, leyó su programa y lo convirtió en innegociable. Mal empezábamos si se trata de buscar un acuerdo. Una cosa es recordar a los tuyos en el fragor de una fiesta qué han votado y otra cosa es pedir al de enfrente que, aunque no te haya votado, asuma tu programa.

Y para rematar, Iglesias rayó en la mala educación cuando sin empezar a hablar con Sánchez cuestionó su autoridad y propuso que fuera un independiente quien liderara un Gobierno alternativo al del PP.

Sorprende que sea la fuerza política que más reivindica un cambio en las formas de hacer política la que no aprecie que el acuerdo entre distintos es uno de los mandatos que las urnas han expresado. En Euskadi hay experiencia en ello, cierto; pero en España es un elemento innovador que Podemos debería explorar. Sinceramente, creo que Podemos prefiere repetir las elecciones. Y no me extraña; ni que lo quiera, ni que lo disimule.