La campaña electoral para las generales ha llegado a Catalunya en un contexto inédito, tras más de dos meses de infructuosas negociaciones entre Junts pel Sí (JxS) y la CUP, incapaces hasta ahora de ponerse de acuerdo para la investidura del nuevo president, lo que mantiene bloqueado el proceso soberanista.
El pasado 9 de noviembre, los 62 diputados de JxS, que agrupa a Convergència y ERC, sumaron fuerzas con los diez de la CUP para aprobar en el Parlament una declaración de inicio del proceso hacia la independencia que disparó las alarmas en la Moncloa. JxS y la CUP parecían dispuestos a ir a la una para librar un pulso con el Gobierno de Mariano Rajoy, que inmediatamente presentó un recurso ante el Tribunal Constitucional para que la declaración del Parlament quedase suspendida. Pero las fuerzas independentistas no tardaron en poner de manifiesto el abismo ideológico que las separa y, de momento, los múltiples contactos para pactar una hoja de ruta soberanista e intentar desencallar la investidura han resultado insuficientes para alcanzar un acuerdo.
Se llega pues al inicio de la campaña con uno de los escenarios menos deseados por Mas: sin un nuevo Govern y con el proceso hacia la independencia paralizado, a la espera de saber si se reactiva o “encalla”, como advirtió que pasaría el propio presidente de la Generalitat si no hay investidura. Mas se encuentra ahora al frente de un gobierno en funciones, al que la ley impide aprobar unos nuevos Presupuestos y que reconoce su debilidad frente a las “embestidas” del Estado contra el proceso independentista. En caso de que JxS y la CUP agotaran el límite legal del 10 de enero sin haber celebrado el debate de investidura, se convocarían automáticamente elecciones anticipadas al Parlament para marzo, una hipótesis que nadie en el independentismo desea que se materialice pero que tampoco nadie descarta.
La decisión final sobre la investidura la tomará la CUP en una asamblea convocada para el 27 de diciembre, en la que la presión de JxS para que preste al menos dos votos a favor y ocho abstenciones para investir a Mas será máxima. Ambas formaciones son conscientes de que unas elecciones en marzo harían peligrar la mayoría absoluta independentista de 72 escaños de la que gozan ahora en el Parlament, por lo que el proceso quedaría malherido, y según las encuestas CDC sufriría una caída que podría condenarla a la tercera plaza, por detrás de ERC y Ciudadanos. Con una Convergència que prevé disolverse en el primer semestre de 2016 para dejar paso y participar de un nuevo espacio soberanista, Mas sabe que unas anticipadas sería el peor escenario.
aliados y rivales Y es que ERC y CDC se disputan la hegemonía del independentismo el 20-D, mientras que el exsocio convergente, la Unió de Josep Antoni Duran Lleida, que quedó fuera del Parlament tras el 27-S, se agarra al salvavidas del catalanismo moderado para no desaparecer del mapa político.
Tras la experiencia conjunta de JxS, CDC y ERC concurren por separado a las generales, aunque se han conjurado para defender juntos en las Cortes Generales el proceso independentista. Un factor que otorga un carácter inédito a estas generales, puesto que las formaciones de Artur Mas y Oriol Junqueras rivalizarán por la hegemonía del soberanismo -la CUP no concurre al 20-D- pero con un pacto de no agresión, identificando como adversarios a los contrarios al secesionismo. Sin embargo, de cara al futuro del proceso soberanista y a la constitución del nuevo Govern que Convergència y Esquerra prevén compartir, los resultados de las generales pueden influir en los equilibrios internos de Junts pel Sí, ahora con un mayor predominio de CDC al tener más diputados en el Parlament y liderar las negociaciones con la CUP.
Los estrategas convergentes no dudan del activo que representa Mas para el proceso soberanista y aprovecharán la campaña electoral de las generales para reivindicar su figura junto con su mano derecha en el Govern en los últimos años y candidato al 20-D, Francesc Homs. El exconseller de Presidencia inaugura una nueva etapa política como cartel de Democràcia i Llibertat (DiL) para el Congreso, una coalición con Reagrupament -exsector de ERC ya asociado a CDC- y Demòcrates de Catalunya, creado por independentistas escindidos de Unió.
Con esta alianza, Convergència, atosigada por los casos de corrupción, diluye sus siglas por segunda vez en unas elecciones antes de afrontar durante el primer semestre del 2016 su disolución o refundación para renacer como un nuevo partido, también con nuevo nombre, que aglutine otras formaciones soberanistas.
Por su parte, ERC, el histórico rival de CDC en el eje nacionalista reconvertido en socio ante el objetivo común de la independencia, afronta las generales con una cara nueva, Gabriel Rufián, procedente de la entidad de castellanohablantes Súmate y miembro hasta hace pocas semanas del secretariado de la Asamblea Nacional Catalana.