Vendrán todos en las próximas semanas, en pleno despiporre electoral. Lo han confirmado ya Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera. Y se espera que acabe aterrizando también en Euskadi en algún momento Mariano Rajoy porque, de no hacerlo así, menudo papelón para los populares vascos. Todos saben que las próximas generales van a ser unas elecciones de foto finish, de las de estirar el cuello hasta el final porque un voto arriba o abajo puede suponer un escaño arriba o abajo y, en consecuencia un éxito o un batacazo.

Así que hasta las díscolas tierras del norte merecen un puente aéreo en las próximas semanas para que Sánchez se marque un break dance, Iglesias se arranque por Paco Ibáñez o Krahe, Rajoy suelte un par de collejas a alguien y Rivera... Rivera haga todo eso a la vez sin que se le mueva un pelo. La duda es el poso que tanta pirueta en el alambre, tanto malabar, va a dejar en el electorado vasco. Ese del que no se han acordado ninguno de ellos hasta la fecha aunque, en honor a la verdad, algunos se han acercado más que otros en el pasado. Pero todos comparten una estrategia acorazada, sin mensaje a los vascos, sin proyecto en el que implicarnos, sin especificidad ni un mínimo esfuerzo por ponerse en el lugar del debate social, económico, nacional que nos es diferencial. Porque lo es en todos esos aspectos y los modelos españoles, los diseñados para los parámetros de perfil social, educativo, sanitario, empresarial y de capacidad para la autogobernanza no tienen mucho que ver con la tabla rasa de los simples eslóganes.

Tengo curiosidad por saber si Rivera va a vender las excelencias de una Euskadi sin Concierto o con un Cupo multiplicado. Y de vigilar entre los aplaudientes por si se cuela Gorka Maneiro para reclamar que él ya lo reivindicaba antes. Me puede la inquietud por escuchar a Pedro Sánchez explicar, de una bendita vez, si su reforma federal es asimétrica o más descafeinado para todos; también con el Cupo en el punto de mira. Si, al final, acaba por venir Rajoy, sería bueno saber si conoce la realidad del país más allá de las respuestas de Trivial que suele manejar, lo que ya es un mérito ahora que sabemos que solo lee prensa deportiva. A Iglesias no se le puede pedir gran cosa porque aún está apagando las llamas del incendio catalán y aquí le espera su propia estructura política, que no equivale a que los suyos le sean propios.

De los partidos vascos conocemos sus diferencias. Ahí está el PNV apostando por ganar músculo en Madrid para tener algo que decir en un escenario muy difícil para tener voz y alzarla en la marea del cuatripartidismo -que es el bipartidismo de siempre pintado en cuatro trozos-. EH Bildu quiere ir ahora al Congreso a hacer desde allí la independencia de España, que es un oxímoron en sí mismo. Pero los que tienen piso, alquilado o en propiedad, en Madrid, si traen a los vascos las mismas recetas que a los murcianos, por poner el caso, ¿para qué vienen si ya les vemos a todos en El Hormiguero?