Firmeza, seguridad y estabilidad. Serán los emblemas del PP en la campaña electoral en ciernes. Sobre la marcha, ha cambiado el eje de la economía, porque el milagro que venía vendiendo Mariano Rajoy no se lo creen en la Comisión Europea ni en el FMI ni en los gabinetes de estudios de todas entidades financieras. No digamos en la calle, que es la que vota, aunque todos los antes citados un poquito también.
Así que el discurso de la firmeza democrática y la estabilidad nacional que acuñó el Gobierno para disfrazar su parálisis ante las demandas de Catalunya se complementa ahora con el debate de la seguridad ante el terrorismo yihadista. Y lo han puesto a rodar en boca de todo el que la dispone de altavoz. Cada uno, según su raciocinio. Al ministro del Interior no se le ocurrió mejor emblema para sacar bola que poner como ejemplo el hecho de que no hubiera que suepender el Real Madrid-Barça por amenaza. ¿Quién se va a resistir a votar a un líder que garantiza el partido del siglo de cada semana?
En Euskadi, se calca la campaña. Tenemos debate a la vista el próximo viernes en el Parlamento Vasco como si de una declaración de la Cámara de Gasteiz dependiera la seguridad de Occidente. Pura filfa; mucho ruido. De lo que sí depende la seguridad es de la eficiencia. Se quejaba ayer el PNV de que el tránsito de información hacia la Ertzaintza no se agiliza dándole acceso directo a las fuentes de coordinación antiterrorista europea. Que en ese capítulo se impone la pose del Ministerio de Fernández Díaz, demasiado ocupado en proteger el fútbol como para plantearse que varios miles de agentes de la Policía vasca y los mossos pensando por sí mismos con información de primera mano serán una ayuda importante. Esa no es la prioridad del PP.
Pero lo más sorprendente es que, como ya pasó en la escenificación de la unidad frente al proceso catalán, el señuelo con el que atraer a la paloma ante la escopeta nacional han vuelto a agitarlo los socialistas. Frente a Catalunya, Pedro Sánchez quería una foto en Moncloa para graduarse de líder nacional y se encontró encabezando un desfile de meritorios. Y, ahora, el PSE ha hecho aterrizar una imagen lamentable de falta de unidad con una propuesta de declaración institucional cuya prioridad resulta más que dudosa. No era el consenso, que se basa en propiciar mínimos comunes denominadores y no en reclamar la adhesión ajena.
¿A qué viene vincular el yihadismo con el pasado del terrorismo en Euskadi si nunca tuvo nada que ver con el modo en que se afrontaron otros conflictos violentos que en el mundo han habido? No para las soluciones. Un PSE que sabe que el nudo gordiano del debate en Euskadi es precisamente el relato, intenta colar de rondón el suyo y va a volver a quedarse al costado de la foto en la que el foco lo van a obtener de nuevo los populares este viernes.