bilbao - Veinte años después, Juan Mari Atutxa insiste en que lo sucedido en Tolosa le produjo amargura y tristeza, pero deja claro que ni él ni la Ertzaintza querían que ocurriera lo que allí sucedió. Ayer, con motivo de las jornadas sobre los valores de la autocrítica, el exconsejero de Interior pudo encontrarse por vez primera con una emocionada Pili Zabala, con quien se fundió en un cariñoso abrazo.
Hablamos de hechos ocurridos hace 20 años. Una época muy diferente a la actual.
-Hablamos de 1995, década convulsa y dramática. Hasta el 21 de junio, cuando ocurrieron estos hechos, ETA había asesinado a siete personas, desde mayo estaba secuestrado Aldaya y seis meses antes se desarticuló el comando Bizkaia y entre sus planes se encontraron hasta diez intentos de atentar contra mi persona. Ese era el contexto.
Usted escribió cartas a las dos familias, las de Lasa y Zabala.
-Un día después, 24 horas más tarde, escribí esa carta tanto a la familia de Lasa como a la de Zabala expresándoles mi amargura y tristeza por lo que había sucedido en el cementerio de Tolosa.
¿Recibió contestación?
-Jamás. En estos veinte años no he recibido contestación por su parte y jamás he hablado con las familias de Lasa y Zabala hasta que hoy [por ayer] he estado con Pili Zabala.
Fue uno de los momentos más duros de su época en Interior.
-Eran imágenes de mucha dureza, pero tengo que decir que lo más duro era asistir a funerales donde venía gente de Extremadura o Andalucía, por decir dos sitios. Gente sencilla de pueblo que estaba orgullosa de que su hijo hubiera llegado a ser policía y tenía que venir a recogerlos en una caja. Era algo desgarrador.
¿Había un mandato explícito de la Audiencia Nacional para tomar medidas en Tolosa?
-Yo personalmente me puse en contacto con la Audiencia Nacional y traté de explicarles que era muy complicado cumplir con el dictado de los jueces, pero no hubo manera de convencerles.
¿Veinte años después cambiaría algo en su actuación?
-Si pudiéramos echar mano de la moviola, haríamos las cosas de otra manera y probablemente lo hubiéramos podido evitar. Se hubiera limitado la entrada al cementerio a los familiares más directos. Al final, entre uno que empuja y otro que se pone nervioso, ocurrió lo que ocurrió con aquellas imágenes dantescas de gente corriendo por encima de los panteones. Me afectó tanto que no pasaron ni 24 horas cuando escribí estas cartas a los familiares.
En la carta habla de amargura y tristeza. ¿Es lo primero que le vino a la cabeza?
-Por supuesto que sí, amargura y tristeza. Además, también lo dejo claro, no se fue a buscar lo que sucedió, ni mucho menos. Ni yo, ni la Ertzaintza queríamos que ocurriera lo que sucedió, jamás de los jamases. Se lo dije en la carta en su momento. Y además, responsabilizo a aquellos que desde la brutalidad del Estado asesinaron a estas dos personas, enterrándolas después en cal viva.
En otro párrafo decía que se había demostrado que no se era capaz de ponerse en la piel de los demás. ¿Veinte años después se puede?
-Hemos avanzado muchísimo, pero queda mucho por hacer. Han pasado veinte años y creo que harán falta otros veinte más. He repetido en más de una ocasión, y ojalá me equivoque, que la normalización y la convivencia necesita una generación. ETA anunció el final de su actividad en 2011 y diría que estamos infinitamente mejor que hace veinte años y mejor que hace cuatro. ¿Pero somos capaces de ponernos en la piel del otro? De momento no. Aunque esa es la intención con la que he venido a estas jornadas.
Reconoce que el abogado Iñigo Iruin y mandos de la Ertzaintza evitaron males mayores.
-Fue importantísima y fíjese lo que significaba que en ese momento yo dijera eso de Iruin, cuando después comparecí en el Parlamento y tuve que escuchar muchas descalificaciones. Entonces no me dolieron prendas en reconocer que la interlocución de Iruin con nuestra gente evitó males mayores.
¿Y por qué no hizo pública aquellas cartas entonces?
-Porque entonces y ahora respeto el dolor íntimo de las familias de Lasa y Zabala. Esperé una respuesta y no la hubo. Pero también respeto que entonces no hubiera esa respuesta.