“soy un culo inquieto, de raíces múltiples y variadas”. El propio Raül Romeva reconoce su hiperactividad, un don o un maleficio que a lo largo de su vida le ha empujado a zambullirse en toda clase de empresas tan dispares como dispersas en el espacio. Es por ello que, habiendo nacido en Madrid, un dato que no parece haber sido ningún tabú ni traba en la carrera a lo más alto de la política catalana, ha vivido en Caldes de Montbui, La Roca del Vallès, Barcelona, Montpellier, París, Sarajevo, Bruselas y Estrasburgo. Puede parecer que son muchas ciudades, muchos pisos que amueblar y adecentar para su ritmo frenético, pero Romeva ha sabido siempre que su nido estaba en Catalunya. Concretamente en una Catalunya con identidad propia, libre de subordinaciones. Fuera de España.

Es licenciado en Ciencias Económicas y doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona, donde ejerce como profesor, y a sus 44 años cuenta con un extenso y denso (por aquello de la hiperactividad) currículo profesional y político. Hace dos décadas se enroló en las juventudes de Iniciativa per Catalunya Verds (ICV). Tras varios intentos que quedaron en nada, en 2004 consiguió ser elegido eurodiputado. Su batería inagotable de energía no le permitió sentarse en la eurocámara para observar cómo se engrasaba la maquinaria del viejo continente. Decidió hacerse oír nada más llegar. En los dos mandatos en los que desempeñó su cargo siempre estuvo entre los eurodiputados más activos. Además de poner su sello en varios informes sobre el comercio internacional de armas y luchar contra la pesca ilegal o en favor de los derechos de las mujeres, Raül Romeva aprovechó su escaño para defender el catalán y alguna que otra causa catalanista. Por ejemplo, dejó patente su indignación ante una posible intervención militar por parte de España cuando en Lleida se realizaron maniobras militares con aviones de las Fuerzas Armadas. “Cuando a uno le pasan los cazas por encima de la cabeza, se genera incertidumbre”, dijo. Pero quizás su participación más vistosa en Europa fue cuando protestó ante la Comisión Europea por un pisotón de Pepe a Messi en un Real Madrid-Barcelona, la esencia del pulso entre el centralismo y el catalanismo.

hombre de palabra Los ocho años como eurodiputado fueron la guinda a una trayectoria profesional acorde a su apertura de miras. Analista sobre conflictos armados y rehabilitación postbélica para UNESCO e Intermón Oxfam, consultor de las Naciones Unidas, responsable del programa educativo de la Unesco en Bosnia y Herzegovina, observador de la OSCE y colaborador en organismos ecologistas como Greenpeace. Pero Romeva es un hombre de familia y también de palabra. Prometió en casa que su aventura europea no duraría más de diez años y tras dos legislaturas regresó a Catalunya con su mujer, que regenta una librería infantil en Sant Cugat, y sus dos hijos.

El pasado mes de marzo abandonó ICV por no compartir el programa aprobado por el partido que dibuja una Catalunya como un Estado libre y soberano en una España plurinacional. Aquello se quedaba corto para Raül. En su blog dejaba claro que ese era un modelo insuficiente: “Se ha intentado. Lo hemos intentado. Mucho. Quizás demasiado. Y no lo hemos conseguido”. Al cerrar la puerta prometió que no se pasaría a otra formación para ser candidato en otras elecciones, pero su trasero inquieto, el que años atrás le llevó a disfrutar de la salsa e incluso a ser profesor de lambada, y su confesa hiperactividad le llevaron a romper su palabra y aceptar ser el cabeza de lista de Junts pel Sí.

“Observo, escucho, leo, reflexiono y, a veces, escribo. Además, también nado y hago castells”, se describe. Como toda su familia, es gran aficionado a los castillos humanos típicos de Catalunya. Al igual que disfruta escalando entre sus congéneres para crear una estructura tan espectacular como delicada, parece que también lo hace en la cúspide de una alianza política nacida de la complicidad entre Convèrgencia Democràtica de Catalunya (CDC), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Demòcrates de Catalunya y Moviment d’Esquerres. Se ha convertido en la personificación de una nueva generación de políticos catalanes con la suficiente experiencia como para lidiar con garantías en el traicionero coso de legisladores y lo suficientemente lejana y desvinculada de las corruptelas del pasado reciente. Es Romeva, con su andamiaje atlético y su envoltura de cuarentón interesante, una tarjeta de presentación inmaculada para la nueva Catalunya que hoy echa a andar.

Ese aspecto moderno ha sido el que ha propiciado que, desde el momento en que saltó a la primera línea de fuego, se le comparase con Yanis Varoufakis, el exministro de finanzas griego. Con él coincide en una sexy mezcla de hombre cultivado intelectualmente (no en vano ha publicado numerosos ensayos y dos novelas, Retorno a Shambhala y Sayonara Sushi) y una pose de tipo duro. Esta última faceta es el resultado de años de deporte. Una lesión en el tendón de Aquiles le obligó a acercarse a la natación y ahí descubrió que en el agua se movía tan bien como en el océano de las relaciones internacionales. Durante años se exprimió en el Club Natació Sabadell, pero tuvo que renunciar a llegar a unos Juegos Olímpicos. Le quedó para su disfrute la natación en aguas abiertas y el submarinismo.

Podría pensarse que su pasión por el agua tal vez le venga a Raül Romeva por ser piscis. Su lado acuático nace de una profunda admiración por Jacques Cousteau y lo cierto es que, ya desde muy pequeño, quería ser capitán de barco. “Es uno de mis sueños no realizados”. El destino es caprichoso y pone ahora en sus manos el timón del barco más grande que jamás hubiese podido imaginar. Está por ver si de aquí en adelante sabrá hacerse respetar por la tripulación de toda Catalunya o si dejará que la nave enfile el rumbo que Artur Mas y Oriol Junqueras soplen a sus velas.