barcelOna - Miembro de Súmate, la organización independentista formada por castellanohablantes, y sin carné de la CUP, Antonio Baños Boncompain (Barcelona, 1967) ha aparcado su pasión y profesión, el periodismo, para liderar otra rebelión “tan o más apasionante”, o al menos así la vive como cabeza de lista de la candidatura anticapitalista, la de una ciudadanía catalana dispuesta a romper con el Estado español. No reniega de confluir en el camino con Junts pel Sí, la otra plancha con similar objetivo, pero antes habría que clarificar que esta apuesta “no es una cuestión romántica sino de supervivencia popular”.
¿Qué palpa en el calle?
-Después de cinco años intentando votar de manera decisiva, tanto los independentistas como los que no lo son, o aquellos que no lo tienen claro, ansían resolver esto de una una vez, poder dar un mandato democrático serio en el sentido que sea.
¿En qué ha contribuido la CUP para llegar a este punto del proceso?
-La propia número uno de Podemos en Catalunya, Gemma Ubasart, nos dijo que la CUP éramos unas hormiguitas, y hemos adoptado con orgullo esa calificación. La izquierda independentista en Catalunya lleva ya 40 años peleando de forma sorda, desde el municipalismo, sin prisa, intentando más transformar la sociedad que dar lecciones. Desde fuera quizás sea una sorpresa que teniendo ahora tres diputados se vaticine una horquilla de entre 8 y 15. Cuando hemos accedido a un ayuntamiento hemos cumplido con el programa, y ahora nuestra misión llega al momento adecuado como el séptimo de caballería.
¿Qué les distingue del secesionismo de Junts pel Sí?
-La primera diferencia es que no llevamos a Artur Mas en la lista, no es la fundamental pero sí destacada, y no arrastramos todo lo que él significa: recortes, pactos con el PP? Vamos solos porque somos una izquierda transformadora cuyo mensaje debe estar claro, no queremos mezclarlo con otros más utilitaristas. Junts pel Sí se ha confeccionado, en principio, para lograr una mayoría que fuerce la ruptura con el Estado. Nos parece bien pero no estamos aquí simplemente para aplaudir sin crítica. Nosotros tenemos un espacio político propio y ellos aún lo están buscando.
Habló usted de que ERC y las entidades civiles están ahí porque Mas les “chantajeó”. Alguna habilidad habrá tenido para atraerles.
-Igual no es chantaje, sino una persuasión extrema. La experiencia que tuvimos, y ya teníamos, de las reuniones con Convergència y Artur Mas nos lleva a esa conclusión; la lista se confeccionó de manera, si no chantajista, sí imperativa. Le aseguro que no fue fruto de una negociación abierta entre los distintos grupos.
De hecho, Junqueras no esconde que se siente más próximo a la CUP que a ciertas políticas de CDC.
-Junqueras tiene un papel complicado. Por un lado, ha optado por la unidad con Junts pel Sí para forzar esa mayoría que todos deseamos, pero entiendo que sus bases y él mismo vean que el mensaje de la CUP es insobornable, y al menos tan independentista como el de ellos. Pero cada uno elige dónde quiere estar.
Sus votos están al servicio de la independencia. Es decir, ¿también de Junts pel Sí si hiciera falta?
-Están al servicio estrictamente de la independencia pero no exclusivamente. Independencia es una palabra gastada. Nosotros queremos fundar una república catalana. Si no es transformadora en lo social, si no da poder al pueblo, la secesión quedaría desdibujada, nos quedaríamos solo en el romanticismo nacionalista del siglo XIX y XX. La CUP quiere un Estado para que la gente viva dignamente.
¿Qué debería hacer entonces Mas para que le ayuden en una hipotética investidura?
-Un cheque en blanco no le vamos a dar. Insisto, no hemos venido a estas elecciones a aplaudir la senyera más grande, sino a romper con España, a crear un proceso constituyente. Nosotros vamos en serio. De todas maneras, este no es el proceso de Mas, hay más actores y factores en juego. Hay muchas posibles mayorías que se pueden conformar el 28-S, las cosas son más complicadas y hasta pueden ser más sorprendentes.
Pero desde Madrid se habla de la lista de Mas para dar al proceso un tono despectivo.
-(Ríe) Bueno, también por pereza mental periodística. Es más fácil resumirlo así pensando que Mas es como Fu Manchú, que lo hace todo, y además entra muy bien en los titulares. Si en Madrid creen que toda la culpa la tiene Mas, pues es su problema.
¿Hasta dónde alcanza la nación catalana para la CUP?
-La CUP defiende los Països Catalans como la nación entera. No tenemos dudas de que lo ideal sería configurar una confederación política, pero eso también deben decidirlo los ciudadanos del País Valencià, Illes Balears, Andorra? pero esto no es cuestión de pancatalanismo ni de invadir nada, que es el escenario que ridículamente se ha dibujado estos días. Eso sí, es evidente que en el Levante español, como así le llamaban los franquistas, están pasando cosas, y cambiando dinámicas en Valencia, Baleares y Catalunya Nord. Es una realidad política y cultural que existe, y que poco a poco se irá conformando.
¿Tienen clara la barrera de escaños que fijará el éxito independentista?
-Creemos que 68 diputados, aunque sea la mayoría absoluta, con minoría de votos sería una victoria pírrica que no serviría de mucho. Esto no es un emplazamiento ni condición sine qua non, sino un llamamiento a trabajar para lograr sobre un 55% o 60% de votos porque el conflicto que vamos a plantear necesita mucha gente detrás para explicarlo.
¿Cúal es su hoja de ruta el día 28?
-Trabajar y negociar a partir de los resultados, sin apriorismos. Sería estéril hacer lo contrario porque todo depende del mandato democrático que salga de la urna. Pero queremos dos cosas cercanas a la exigencia: una declaración clara de ruptura con el Estado español si tenemos mayoría, o sea, decir en alto que el pueblo soberano catalán empieza ya a construir su Estado; y otra, que inmediatamente se abra un proceso para redactar una Constitución catalana.
Se habla tanto de desconexión?
-Hay una desconexión política fundamentada en estos dos aspectos que le menciono, pero luego está la desconexión contingente: la luz, el agua, los aeropuertos, la Hacienda, los salarios, los funcionarios?
¿En Europa espera alguien o se pondrían a levantar fronteras?
-El Parlamento danés recientemente hizo una declaración no a favor de la independencia pero sí de la autodeterminación de Catalunya. En Europa funcionan con hechos consumados. Ahora no valoran nada porque no ha pasado nada. Pero si hay un proceso popular para construir la república catalana, alguien tendrá que decir algo. Lo que no van a hacer es bombardearnos como han hecho con Siria o Libia. Nosotros no planteamos escenarios de una tensión irresoluble.
Ejercer una soberanía plena en esta Europa parece complicado. Basta con mirar a Grecia.
-Precisamente por eso somos independentistas en la CUP. Europa se pasó por el arco del triunfo el 61% de la voluntad popular en las urnas para renegociar la deuda de otra forma en Grecia. Como catalanes y europeos, partidos por la mitad por la crisis, con un tercio de la gente en riesgo de exclusión y con 800.000 parados, o recuperamos la soberanía plena respecto al Estado y respecto a la troika, o nos condenamos todos a la miseria y a la esclavitud. Nuestro proceso de independencia no es nostálgico, teórico, romántico o nacionalista, sino de supervivencia popular.
¿Qué reacción aguarda del Gobierno español?
-Están en su línea. Siempre pongo el ejemplo de que cuando Cuba llevaba ya 60 años de guerra para independizarse, fue cuando el Estado español le concedió la autonomía, que entró en vigor el 1 de enero de 1898. Van con un retraso brutal y, mientras hablen de Mas, de la deriva, del órdago y del callejón sin salida, igual se enteran de que existe este proceso cuando ya seamos independientes. Solo esperamos incomprensión, querellas y represión.
¿Cambiaría algo una nueva aritmética parlamentaria en Madrid?
-La respuesta es muy sencilla: no. Por una cuestión conceptual, porque el pueblo catalán es libre y soberano. Y porque no hay aritmética posible que contemple la autodeterminación de los pueblos en España.
Y Mariano Rajoy coloca a Xavier García Albiol de candidato ‘popular’.
-Eso tiene una connotación más perversa. Representa el nuevo racismo encubierto bajo formas democráticas. No es ya independentismo o unionismo, sino incorporar el racismo en el debate con intención de romper a la sociedad catalana, y si funciona bien trasladarlo al resto de lados. Se experimenta una especie de de perdidos al río. Como no van a ganar ni gobernar, a ver qué tal funciona esta carta. Pero, ojo, la CUP confrontará el discurso xenófobo de García Albiol no en debates electorales sino en la calle. Si quiere jugar a esto, nosotros, contra el fascismo y el racismo, actuaremos desde la calle y los barrios. Esto sí que es un no pasarán.
¿Qué le sugiere la operación de la Guardia Civil en la sede de la fundación ligada a Convergència?
-Sería bueno que la corrupción no tapara la guerra sucia, ni la guerra sucia tapara la corrupción, pero esto es guerra cutre al estilo de La escopeta nacional. Cada verano y en cada elección mandan guardias civiles a casa de Mas y cada tanto... Fue un registro filtrado a la prensa y televisado. ¿Por qué no han hecho lo mismo con la visita de Rato a Interior o el registro en la sede del PP? En Catalunya esto no influye ya en nadie, es algo más de consumo interno. Se dan prisa en hacer registros pero no tanta en juzgar los casos como el caso Millet o Palau. En 2012 también hablaron de que Mas tenía dinero, hace año y medio acusaron a Trias, demostró que era mentira y quedó en nada. Se les ve el plumero demasiado.
¿Hay un sector donde les cueste más llegar con su discurso?
-Hemos roto muchos tópicos. Siempre se habla del área metropolitana, la de la emigración de los años 50 y 60, pero en las municipales ya desplazamos de la Alcaldía al propio García Albiol en Badalona, la tercera ciudad más grande de Catalunya.