Tras casi dos decenios de gobiernos de UPN con una denodada intención de abrir distancias con respecto a Euskadi, la Comunidad Foral de Navarra volverá a mirar de manera natural hacia el noroeste. El acuerdo programático suscrito por las cuatro fuerzas que sostendrán el nuevo Gobierno presidido por Uxue Barkos menciona en varios puntos las relaciones con la Comunidad Autónoma Vasca y apuesta por “normalizar y fomentar” estos lazos. El objetivo va más allá de estrechar unos vínculos culturales innegables y apuesta sobre todo por aprovechar sinergias con el fin de generar oportunidades también a nivel económico. Esta posición parte de la idea de que Nafarroa ha perdido algunos trenes por ese empeño regionalista, un capítulo en el que lo ocurrido con Caja Navarra resulta particularmente elocuente.
Desde la caída del gobierno tripartito PSN-CDN-EA tras el estallido del caso Otano -días después de la creación del Órgano Común Permanente- hasta la era Barcina, esa voluntad por dinamitar cualquier vínculo con la Comunidad Autónoma Vasca no hizo sino acentuarse. Lo ocurrido tras el apagón digital en torno a la captación de ETB, con la delegación del Gobierno enviando a la Guardia Civil -tras una denuncia de UPN- a desmantelar una antena, fue quizá el ejemplo más esperpéntico del extremo al que se llegó durante los gobiernos regionalistas.
El propio final del gobierno tripartito PSN-CDN-EA, la única alternativa a UPN en el gobierno de la Comunidad desde 1991, tuvo mucho que ver con el impulso al Órgano Común Permanente entre Nafarroa y la Comunidad Autónoma Vasca. El presidente socialista Javier Otano dimitió el 18 de junio de 1996 después de que Diario de Navarra publicase que su nombre aparecía vinculado a una polémica cuenta en Suiza. Tan solo siete días ante se había dado luz verde al Órgano Común, y en el año 2005 el propio Otano ligó estos dos hechos. Según indicó en comisión parlamentaria, varios dirigentes regionalistas, entre ellos Rafael Gurrea y Miguel Sanz, le visitaron y le conminaron a que no impulsase ese organismo. “De todo lo que pase a partir de ahora échale la culpa a esto”, le indicaron una vez que no cedió.
Iñaki Cabasés, hoy concejal en Iruñea con Geroa Bai, fue consejero de Industria, Comercio y Turismo en aquel gobierno tripartito. Desde su punto de vista, lo ocurrido no ofrece dudas. “El impulso al Órgano Común fue absolutamente determinante para que hicieran caer aquel Gobierno. La derecha mediática y UPN tenían conocimiento de la cuenta de Otano desde mucho antes y lo sacaron cuando vieron que se daba ese paso”, indica a DNA. El hecho resulta especialmente lamentable si se tiene en cuenta que, con los precedentes del caso Urralburu, en las reuniones previas a la conformación del Gobierno se había insistido, mirando especialmente al PSN, en que los miembros del Ejecutivo debían estar inmaculados desde el punto de vista ético.
La actitud de UPN con respecto a este órgano, menospreciado por la izquierda abertzale en su día, denota que la cuestión de las relaciones con la CAV es un tema que permite unos límites muy estrechos para los regionalistas, algo entendible en un partido que nació para oponerse a la transitoria cuarta. En todo caso, parece claro que en el contexto político actual el socorrido mensaje del miedo no tiene excesivo predicamento. Así lo ha evidenciado el limitado éxito que ha tenido este mensaje durante la última campaña electoral, especialmente tensionada por parte de los regionalistas.
Mirando a la economía
El acuerdo programático que Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra firmaron la pasada semana incluye esos cinco puntos en los que de una u otra manera se menciona la relación con la CAV. Uno de ellos hace mención a estas relaciones de una manera general, otro lo hace a colación del fomento del euskera y otros tres se refieren a aspectos estratégicos, económicos y fiscales. De esta manera, más allá del compromiso general de “normalizar e impulsar las relaciones con la CAV”, el acuerdo prima el estímulo a políticas que puedan favorecer la mejora de la situación económica de Nafarroa o su posición en Europa.
En opinión de Uxue Barkos, próxima presidenta de Nafarroa, el acuerdo de gobierno busca recuperar desde la normalidad unas relaciones que UPN rompió. “Lo que se propone es la absoluta normalidad de la relación con una comunidad con la que, más allá de que una parte importante de los navarros compartimos una identidad, existe un abanico amplio de oportunidades. Queremos recuperar aquello con lo que UPN ha castigado a la ciudadanía viviendo de espaldas a la CAV bajo el paraguas del antivasquismo. Quizá sea posible cuantificar en algún momento el impacto económico negativo que ha tenido el antivasquismo de UPN en estos años”, explica a este periódico.
Desde esa perspectiva, el acuerdo se centra en buscar elementos de colaboración: “En la cuestión identitaria la llave está en manos de la ciudadanía navarra y siempre hemos reivindicado Navarra como sujeto político. Al gobierno lo que le compete es la gestión de las oportunidades y las necesidades de la ciudadanía. Tenemos que buscar las mejores oportunidades, que en un margen amplísimo están de la mano del encuentro y la colaboración con el resto de territorios forales y mirando al Eje Atlántico”.
Un polo de inversiones
El profesor de economía de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), Juan Carlos Longás, se ha mostrado sumamente crítico durante los últimos años con la posición de UPN con respecto a cuestiones como la Eurorregión, despreciada por Miguel Sanz y Barcina. “UPN ha abordado la cuestión de la Eurorregión desde un punto de vista estrictamente ideológico. Su antivasquismo le llevó a impedir u obviar lo que la lógica económica dice, y diría que impone. Europa y el mundo se articulan en torno a grandes núcleos y los ejes que los vertebran. En ese contexto, Navarra es una región muy pequeña y semiperiférica que debe estar integrada en un contexto más amplio para poder ser un polo atractivo de inversiones y de actividad. A pesar de lo que se suele pensar de la globalización, la localización importa más que nunca, porque la economía se articula en torno a flujos entre núcleos de cierta entidad”, explica.
Desde el punto de vista de Longás, parlamentario independiente en el grupo de Aralar durante la pasada legislatura, “Navarra tiene a mano el llamado Eje Atlántico” y “le ha dado la espalda por razones puramente políticas”. “Hoy la única manera de mantener esa capacidad de atracción y de generación de actividad propia es formando parte de un núcleo económico integrado y de entidad suficiente para generar flujos hacia otros núcleos. La vía natural es la Comunidad Autónoma Vasca y Aquitania. La CAV porque, guste o no, es con quien se mantiene el grueso de los flujos económicos y, especialmente, industriales. Aquitania porque, además de ser la puerta hacia Europa (el famoso pentágono europeo), es también la vía natural de relación hacia un área de interés industrial y tecnológico, como es la de Toulouse. En otras direcciones, se quiera o no, no existen las mismas posibilidades. El eje del Ebro es discontinuo, con Zaragoza como un islote entre los núcleos industriales vasco y catalán. Hacia Madrid la discontinuidad es aún más evidente”, añade este doctor en Economía.
Con criterios políticos
La política de fusiones de Caja Navarra, que culminó con la absorción por parte de Caixabank a precio de saldo, ha sido otra de las cuestiones en torno a las que se le ha achacado a UPN primar los criterios políticos desdeñando los económicos. El propio Manuel López Merino, director general adjunto de CAN hasta 2001, señaló que el objetivo de “evitar el peligro” de que se explorase la fusión con las cajas de Bizkaia, Gipuzkoa y Araba llevó a sus dirigentes a impulsar la política de fusiones “con los peores socios que pudo encontrar”, en alusión a Caja Canarias, Caja de Burgos y Cajasol, con mucho mayor riesgo inmobiliario.
Más allá de cuestiones de estricta relación con la CAV, la posición de UPN con respecto a casi todo lo que tiene que ver con la identidad vasca que una parte importante de los navarros asume ha sido en estos años muy conflictiva. Basta recordar que hace seis años las nimias diferencias entre UPN y CDN en torno a la Ley del Vascuence se presentaron como una razón suficiente para romper su pacto de Gobierno. Los ejemplos de ese desdén en los últimos decenios han sido incontables y, en el colmo del absurdo, han llegado hasta la marginación, no ya de la lingua navarrorum, sino de tradiciones como el Olentzero. Esta postura contrasta de manera clarísima con las posiciones que la derecha navarra mantenía en torno a la identidad vasca durante las primeras décadas del siglo XX, tal y como el periodista Iván Giménez ha descrito recientemente en su libro El Corralito Foral.
Lógicamente, el cambio de gobierno en Nafarroa, una opción que aglutina a abertzales, vasquistas o federalistas, acabará también con esas posiciones que los regionalistas llegaron a abrazar. A las puertas de que Uxue Barkos tome el cargo como nueva presidenta de Nafarroa y con un acuerdo de gobierno tan exhaustivo todo apunta a que el cambio también se percibirá más allá de los valles de Sakana y Leitzaran.