vitoria - El poder municipal del Partido Popular en Euskadi y Catalunya se ha precipitado hacia la insignificancia. Sin ahondar en el escaso peso del que goza en prácticamente todas las grandes ciudades, un solo dato, el de alcaldías que ostenta en sus manos, evidencia que la penetración de la formación conservadora en feudos donde trata de calar con su discurso antinacionalista es nula, y es que son solo cinco las localidades donde gobierna: tres en la Comunidad Autónoma Vasca (Laguardia, Baños de Ebro y Navaridas, todas ellas en el herrialde de Araba), una en Nafarroa (Caparroso) y otra en tierras catalanas (Pontons), un quinteto que apenas supera en su totalidad los cinco mil habitantes, de los más de diez millones de ciudadanos que residen en el global de los tres territorios. O lo que es igual, el PP lidera al 0,05% de la población de estas comunidades, aparte de los concejales que pueda representar desde la oposición en el conjunto de los pueblos. Demoledor.
La pérdida in extremis de Gasteiz, único resultado que, abanderado por Javier Maroto, podía sostener como decoroso el pasado 24-M al ser la lista más votada, ha supuesto un duro golpe para la filial presidida por Arantza Quiroga, y del que aún no se ha repuesto a tenor de las andanadas contra el PNV y los apoyos recibidos por el ya alcalde Gorka Urtaran. La joya de la corona alivió esa noche un batacazo que su máxima dirigente admitió horas después que ya aventuraba y que achacó a la débil estructura del partido por los largos años de lucha contra el terrorismo de ETA, amén de apostillar que ella ya recogió el testigo de Antonio Basagoiti en plena travesía en el desierto, y que no se le pasaba por la cabeza dimitir y ceder los trastos. “Hay que hacer una reflexión muy cruda, realista y ser conscientes de dónde venimos y a dónde vamos, pero no podemos quedarnos quietos lamiéndonos las heridas. Desde ahora, pico y pala”, instó Quiroga.
Cierto es que puede haberle penalizado el castigo a las políticas del Ejecutivo de Mariano Rajoy y el trasvase de sufragios hacia Ciudadanos -como en Getxo- o a la abstención, pero el barniz de modernidad con el que desde la dirección se ha querido vestir a la formación no acaba de seducir a su potencial electorado, bien porque el mensaje no se ha transmitido en condiciones, bien porque este se ha nutrido siempre de un voto de rechazo hacia el nacionalismo y el ejercicio de la violencia, tratando de mezclar en demasiadas ocasiones sendos ámbitos. Y una vez alcanzada la paz, con sus aristas, muchos de esos argumentos han expirado. Para más inri, no han sido pocas las disfunciones entre la cúpula y las territoriales en la confección de las planchas electorales, sobre todo en Donostia, además de arrastrar desde el congreso que coronó a Quiroga la crisis que se abrió con la forma de arrinconar a Iñaki Oyarzábal, lo que gestó facciones a la luz de todos y una herida que supura.
las islas alavesas Si en Bizkaia y Gipuzkoa, el PP de la CAV se encuentra sumergido en las profundidades, no le ha ido mucho mejor en Araba, donde cedió su condición de primera fuerza al PNV. Paralelamente, el respaldo de EH Bildu, Irabazi y Sumando-Hemen gaude otorgó la capital a Urtaran, después de que los populares se dejaran también por el camino Yécora, que pasó a la Agrupación Independiente Zukera; Labastida, donde la regidora es ahora la jeltzale Laura Pérez; y Oion, que recayó asimismo en el PNV, con Eduardo Terroba como alcalde. La gracia irónica del diputado general en funciones, Javier de Andrés, afirmando que los nacionalistas que les han arrebatado dos municipios responden al nombre de “H-Urtaran y Terroba”, descalifica por sí mismo el estado de nervios desatado en las filas del PP vasco. Baños de Ebro (Borja Monje como regidor), Laguardia (Pedro León) y Navaridas (Miguel Ángel Fernández) aparecen como islotes.
En Nafarroa se puede realizar una lectura no menos apocalíptica en tanto que la pérdida de poder de UPN, con la que Rajoy hace buenas migas, en concreto con su aún presidenta, Yolanda Barcina, ha engrosado la relación de agravios en estos comicios. Respecto a los guarismos de su marca como tal, únicamente lleva la vara de mando en una localidad, Caparroso, con Aquilino Antonio Jiménez, mientras que en la Comunidad Foral se trata de un partido casi extraparlamentario, ya que solo rascó 13.000 votos, el 3,91%, y dos escaños de los 50 que configuran la Cámara, y ningún asiento en el Ayuntamiento de Iruñea, ya gobernado por EH Bildu. Otro sopapo. Para colmo, su hermano regionalista, con el que rompió amarras, ha pasado de gestionar 39 consistorios a 22; y, de ellos, entre la veintena de los más poblados, solo ha conseguido Cintruénigo, un enorme retroceso respecto a la legislatura precedente, cuando encabezó once, incluyendo siete de los ocho con mayor población (Iruñea, Tutera, Barañain, Burlata, Lizarra, Zizur y Tafalla).
drama catalán Este contexto traspasa fronteras y alcanza a Catalunya, donde en cuatro años el PP ha dilapidado su botín, quizás en buena parte por su comportamiento en el proceso soberanista y por el marcaje férreo de Ciudadanos, que maneja el control del discurso contra el sector independentista. De las siete alcaldías que la sucursal de Alicia Sánchez-Camacho obtuvo en 2011, esta vez solo ha retenido la del peculiar municipio de Pontons, en Barcelona, de 500 habitantes y donde la nueva victoria de Lluís Fernando Caldentey prolonga 16 años de gobierno popular. La situación del partido en suelo catalán roza el drama ya que el desplome en sufragios lo coloca en los niveles de 1991 y no ha sido decisivo en la constitución de ningún ayuntamiento. Borrado del mapa municipal por el impulso naranja -y eso que Ciudadanos ha subido en las urnas pero gobierna aún en menos sitios, es decir, en ningún lado-; los triunfos en Badalona y Castelldefels no pudieron ser más amargos.
La candidata de Guanyem Badalona, Dolors Sabater, asumió el cargo de primer edil en el primero de ellos gracias a la alianza con el PSC, ERC e Iniciativa para desplazar a Xavier García Albiol, penalizado, como Maroto, por su argumentario rayano con la xenofobia, después de una campaña en la que llegó a emplear como lema Limpiando Badalona; mientras que en la segunda de esas localidades se alternarán en el poder la ecosocialista Candela López y la socialista María Miranda tras acordar relevar a Manuel Reyes. PSC, Movem Castelldefels (ICV-EUiA-MES), ERC, Castelldefels Sí Pot y CiU suscribieron un acuerdo con el eje puesto en las políticas para las personas, el empleo y la defensa del derecho a decidir.
De hecho, la apuesta soberanista merodeó en estos comicios donde, según Sánchez Camacho, se cometieron errores de bulto en la campaña, “subsanables” en las plebiscitarias del 27-S. La cesión de 129.101 votos y de 259 concejales lo ciñó igualmente al efecto dominó contra el Gabinete Rajoy, a la corrupción política, los déficits en capacidad comunicativa y la ausencia en el periodo electoral del secretario general del partido, Jordi Cornet, por motivos de salud, y que retomará las riendas de cara a septiembre. La presidenta del PP catalán huyó de la autocrítica de quienes les achacan un mensaje agresivo contra la inmigración, la irrupción de listas fantasma o fichajes estrambóticos y, sobre todo, la venta de un discurso sobre la unidad de Catalunya con España que, de tan manoseado y manido, se ha quedado arcaico.
Una relación de estatus política y jurídica que necesita ser revisada con urgencia y que, por quedar postrada y desterrada de las intenciones desde Madrid, ha provocado que el PP sea ya tanto en Euskal Herria como en Catalunya un mero convidado de piedra. Sin voz ni voto.