bruselas - La minicumbre organizada por la canciller alemana Angela Merkel el pasado lunes en Berlín permitió encarrilar un acuerdo entre los acreedores institucionales de Grecia -Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional- y pulir una oferta sobre las reformas que se le exigen a Atenas a cambio del desbloqueo de los 7.200 millones de euros que quedan pendientes del segundo rescate. Ayer fue el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, el encargado de trasladarle al primer ministro heleno, Alexis Tsipras, el contenido de ese pacto durante un encuentro privado destinado a desbloquear unas negociaciones que caminan ya contra el reloj. “Confío en que los líderes políticos de Europa harán lo que sea necesario”, decía Tsipras ayer por la mañana pidiendo “realismo” en lo que parece ser ya la recta final de las conversaciones. Y es que el tiempo se agota. Grecia tendrá que pagar este próximo viernes 300 millones de euros al Fondo Monetario Internacional -en total tendrá que abonar en junio 1.600 millones- y solo está dispuesto a hacerlo si tiene perspectivas de cerrar un acuerdo y es que el pago más importante llegará en julio y agosto -entorno a 6.700 millones- y sin un balón de oxígeno de sus socios de la Eurozona lo tendrán muy difícil. Esto es lo que trataban de determinar anoche Tsipras y Juncker en un encuentro que arrancaba pasadas las ocho y media de la noche y que seguía al cierre de esta edición. “No esperamos ningún resultado final. Es una primera discusión, no una discusión concluyente”, había dicho por la mañana el portavoz de Juncker.

se busca un acuerdo político Desde que Syriza ganara las elecciones legislativas griegas a finales de enero, la formación y su jefe de filas se han empeñado en que el acuerdo que desatasque las negociaciones se diseñe al más alto nivel político, por encima de los técnicos de las tres instituciones -la antigua troika- a las que culpan de las medidas de austeridad impuestas en los últimos cinco años y que han hecho perder a Grecia un 25% de su PIB. De ahí las continuas teleconferencias celebradas con Angela Merkel y François Hollande y las reticencias del gobierno heleno a que el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, que no estuvo presente el pasado lunes en la minicumbre de Berlín, tomara parte ayer el tête a tête Juncker-Tsipras. “Juncker está en permanente contacto con él. Hay mucha gente que puede entrar y salir de este edificio”, replicó el portavoz de Juncker sobre la posible presencia de Dijsselbloem.

Lo cierto es que Dijsselbloem, como máximo responsable del órgano que debe validar un acuerdo sobre Grecia, si se acercó ayer a la sede del Ejecutivo comunitario, acompañado del austríaco Thomas Wieser, jefe de cocina del grupo de trabajo del euro, con el objetivo de entrevistarse con Juncker aunque lo único que dijo a su llegada es que “todavía queda mucho trabajo por hacer”. Desde Frankfurt también se pronunciaba el presidente del BCE, Mario Draghi, que insistía en que quieren a Grecia en la zona euro pero eludía entrar a valorar las propuestas sobre la mesa, ni el plan acordado por los acreedores ni el documento de 47 páginas remitido por Atenas el pasado lunes. Entre las diferencias todavía sin resolver, según fuentes comunitarias, la reforma laboral o recorte de pensiones. Sí habría habido avances, según la prensa helena, en los objetivos de superávit primario que los acreedores aceptarían relajar con una mayor progresividad que la prevista para pasar del 1% este año al 3,5% en 2018. Aunque la Comisión insistió ayer en que el objetivo de la reunión de anoche no era negociar, la presencia de Dijsselbloem en Bruselas apuntaba lo contrario lo mismo que la decisión de retrasar a esta tarde la reunión del grupo de trabajo del euro. Si Atenas cede, los gobiernos de la Eurozona podrían entrar finalmente en materia la próxima semana y ofrecer un balón de oxígeno a Grecia, antes de que expire el rescate el 30 de junio, con 18.000 millones de euros, 7.200 millones pendientes del segundo rescate más otros 10.900 millones de euros de ayudas destinadas a la recapitalización de la banca y no utilizadas.