BILBAO - Puede resultar sorprendente el modo en que el nuevo partido parece obviar la relación real que la izquierda abertzale tuvo con el Nuevo Estatuto Político. O simplemente se enmarca en el proceso de transformación de su discurso. Si es así, se sumaría a la sucesiva absorción de términos ajenos, como el derecho a decidir en sustitución del de autodeterminación -principio al que apelaba en agosto de 2004, medio año después de su ilegalización, la propia Batasuna como eje reivindicativo alternativo al llamado Plan Ibarretxe-, o el cambio fundamental de asumir las diferentes realidades administrativas de Euskal Herria y sus dispares velocidades hacia la soberanía.

Volviendo a aquel período, recién ganadas por Ibarretxe las elecciones de 2001 con un resultado histórico, las iniciativas del nuevo lehendakari sobre autogobierno y pacificación recibían el reproche de Arnaldo Otegi. El hecho de ser definidos por el lehendakari como dos debates con su propio desarrollo autónomo y separarlos en dos plenos diferentes fue calificado por Otegi como “fraude”. Batasuna entendía entonces que paz y autogobierno debían ser elementos de resolución simultánea o, al menos, vinculada. Un enfoque que se proyectó hasta el proceso de Loiola, pero que la propia ETA, con su apuesta sistemática de todo o nada, demostró inviable.

Pero antes, aquel pleno del otoño de 2001 también sirvió para constatar dónde estaba la izquierda abertzale situada en materia de realidad administrativa cuando el propio Otegi consideraba “parcial” el debate sobre pacificación en el Parlamento vasco porque quedaban excluidos los ciudadanos de Nafarroa e Iparralde. Con esos planteamientos llegó Batasuna hasta su ilegalización. Del proceso de reflexión que trajo a la izquierda abertzale al acatamiento de la realidad legislativa, con la Ley de Partidos Políticos refrendada en Europa, salió también la asunción, al menos así enunciada, de que el proceso de construcción nacional está supeditado al de unificación territorial y que ésta se mueve en velocidades distintas acordes a las realidades administrativas diferentes. Un escenario que encaja con dificultad en el discurso preelectoral actual sobre una vía vasca que hoy sólo podría acelerar dejando fuera de su hoja de ruta a Iparralde y a Nafarroa. - I. G.