Pamplona - La siempre mediática Yolanda Barcina ha pasado a un segundo plano estos últimos días. Convertida en jarrón chino de forma prematura, la presidenta apenas ha tenido presencia pública desde que el pasado 30 de marzo dio por finalizada la legislatura con la firma del decreto de disolución del Parlamento, solo unos días después de haber cercenado la lista electoral de UPN. Y aunque es cierto que desde entonces ha mediado la Semana Santa y varios días semivacacionales en los que el Gobierno ni siquiera celebró su reunión habitual de los miércoles, también lo es que se observa un paso atrás para no interferir en la campaña electoral.
Es al menos lo que confía el equipo del candidato, Javier Esparza, que se prodiga estos días por los actos públicos más atractivos en un intento de dar a conocer una figura política que para muchos navarros todavía sigue siendo desconocida. Una exposición pública que combina los actos de campaña con las cuestiones protocolarias como la que ayer realizó en el Salón de Gourmets de Madrid en calidad de consejero. Un esfuerzo para el que sin embargo la sombra de Barcina sigue siendo un problema importante pese a su forzada exclusión de la lista electoral.
Un hecho que volvió a quedar en evidencia en el acto de presentación de la candidatura de UPN el pasado sábado en el Hotel Muga de Beloso. Una comparecencia de rango institucional por en la que participaron los 50 miembros de la candidatura, pero en la que sorprendentemente no se dejó ver la presidenta del partido que, por otro lado, sigue siendo la jefa del Ejecutivo de Esparza.
Una ausencia cuando menos llamativa, pero que facilitó, o hizo que chirriara menos, el giro que el candidato intenta dar al discurso del partido. Un mensaje que busca romper con el legado de UPN y pasar página de la gestión del Gobierno de foral los últimos años, y de la que Esparza, con cargos de responsabilidad en el Palacio de Navarra desde 2007, habla ya en pasado. “Comprendo que el largo ejercicio de UPN en el poder pueda provocar cierto cansancio en la sociedad. Como todo el mundo, hemos cometido errores y eso puede animar a personas a penalizarnos optando por otras posiciones, pero posturas como estas (las de quienes reivindican el cambio) significarían un inmenso error para quienes de verdad quieren a esta tierra. Si los ciudadanos se quedan en casa el 24 de mayo todo puede estar en riesgo”, alertaba el pasado sábado el candidato. Es la base argumental del discurso con el que los regionalistas tratan de evitar la desmovilización en torno a sus siglas, y que además del tradicional discurso del miedo a la desaparición de Navarra exige marcar distancias con el pasado reciente que encarna más que nadie la presidenta del partido.
Algo que sin embargo queda en manos de la propia Yolanda Barcina, que seguirá al frente del Ejecutivo durante toda la campaña con la capacidad de aprovechar el inmejorable altavoz institucional para hacerse visible cuando desee. Lo que todavía podría generar titulares y mensajes contradictorios con el equipo de Esparza, que sin embargo confía en una actitud prudente y responsable al menos hasta la noche electoral. Un difícil equilibrio de poder en una bicefalia soterrada que todavía puede dar qué hablar.