Donostia - Iñigo Lamarca está en la cuenta atrás. Tras once años deja su responsabilidad como Ararteko, una institución que asegura que engancha. Ahora volverá a ejercer como letrado en las Juntas de Gipuzkoa.
Acaba su mandato, ¿qué balance hace de su labor?
-Me voy con la sensación agradable de haber cumplido. Cuando entré me tracé unos objetivos concretos. Primero trabajar en la comunicación para que cada ciudadano supiera en qué podía ayudarle el Ararteko. Y ese objetivo creo que lo hemos cumplido. En segundo lugar queríamos ganar en eficacia. Nuestras resoluciones no son de obligado cumplimiento y tenemos que convencer a la Administración de que acepte nuestras directrices, y el pasado año logramos un 92% de eficacia. En tercer lugar, ganar en eficiencia, sacarle brillo a cada euro de nuestro presupuesto. Y un cuarto objetivo, ofrecer un servicio publico de calidad. Y se nos ha reconocido también nuestra labor. Todos estos objetivos se han cumplido de una manera razonadamente buena.
En estos once años ha cambiado Euskadi y la sociedad. Un problema era el de la violencia y la vulneración de derechos humanos. ¿Se va también satisfecho en esta parcela?
-En el Ararteko el mayor trabajo hace referencia a las quejas personales. Pero también hay un segundo trabajo, que es analizar la realidad social para saber cuál es el estado de los derechos en relación a las competencias de las instituciones vascas. Siendo ese nuestro ámbito, Euskadi ha cambiado muchísimo en estos años. ETA ha desaparecido y, aunque no se haya disuelto formalmente, nadie tiene dudas que el final de la violencia es algo irreversible. También se han producido muchos avances en el reconocimiento de los derechos de las víctimas de las diferentes violencias que ha habido. No solo de ETA, sino otros grupos como los GAL o el Batallón Vasco Español. Había algunas víctimas que estaban por detrás y se han producido avances. También los ha habido en el reconocimiento de las víctimas de la tortura. Ya tenemos un estudio sobre lo que ha supuesto esta lacra. Todo ello son avances.
Usted abogó por legalizar Sortu, lo que le acarreó más de una crítica.
-Yo hice un artículo de opinión en el que se recogía un estudio jurídico en este sentido y sí que hubo críticas. En aquel artículo no estaba dando mi opinión, estaba dando argumentos basados en el ordenamiento jurídico. Y a la postre, hoy en día nadie duda de que Sortu es legal.
Ahora hay un debate sobre el cumplimiento de las penas y el descuento de los años en prisión en cárceles de otros países de la UE. ¿Es un tema en el que podría entrar el Ararteko?
-Podría hacerlo a través de estudios. En estos temas no tenemos la capacidad de exigir nada, y menos a la Administración vasca porque no tiene competencias. Podemos hacer un estudio jurídico relacionado con derechos humanos para hacer llegar el resultado de ese estudio al que le corresponda. Por ejemplo, el Ararteko hizo uno sobre las víctimas del franquismo y fue utilizado por diferentes actores, entre ellos un representante de la ONU.
Tras el final de la violencia en Euskadi, un problema que parece haber emergido es el racismo. ¿Hay brotes de racismo en nuestra sociedad?
-Euskadi nunca ha sido una isla. En 2009 hicimos un estudio con niños de entre 6 y 16 años. Se preguntó por diferentes temas, entre ellos el racismo y la xenofobia, y se constató que un porcentaje importante tenía ideas racistas y xenófobas. Se investigó cómo habían adquirido esos razonamientos y una vía importante era la familia. Por lo tanto, desveló que hay menores que eran racistas, pero sus padres y madres también tenían ideas racistas. Y era 2009, antes de la crisis.
Con la crisis aumentaría esa percepción de brotes racistas.
-Aunque es minoritario, sí que hay racismo y xenofobia en Euskadi. El efecto de la crisis ha sido el empobrecimiento de muchas familias. Se ha perdido calidad de vida. Y otro sector se ha quedado en paro. Antes de la crisis las diferencias no eran tan grandes, pero para quienes estaban en peligro había ayudas sociales. ¿Qué ha cambiado? Que una parte ha dejado de vivir de una forma holgada, pasa apuros, pero no llega al umbral de necesitar ayudas sociales. Y algunos de ellos piensan que ante su situación lo mejor es que se las quiten al extranjero y que se las den a él. Esto es lo que pasa. No sé en cuánta medida, pero es así.
¿Había un racismo y xenofobia latente que ha emergido ahora?
-Más allá de la mancha negra que hemos tenido con la violencia terrorista, yo creo que en Euskadi el nivel de respeto hacia los derechos humanos ha sido alto. Eso, en el discurso. Yo que soy activista gay he vivido el que mucha gente dijera: Me parece muy bien, tengo amigos gay, pero... mi hijo no. ¿Es homofobia? No de una forma pura y dura, pero sí es una falta de respeto a los diferentes. En cuanto a la xenofobia, el nivel de emigrantes en Euskadi no ha sido alto y había un nivel de bienestar razonable. Pero la crisis lo ha alterado notablemente. En Holanda, por ejemplo, no había xenofobia, y ahora sí. Es gente que se ha empobrecido y activa el discurso: primero los de aquí. Contrario a los derechos humanos y muy peligroso.
¿Y es peligroso que cargos públicos alimenten este debate sobre fraude e inmigración?
-Todas las personas que ocupamos cargos públicos debemos tener un elemento en común: actuar con exquisita responsabilidad y rigor. Eso significa no abrir ningún incendio y no echar gasolina al que estuviera en activo. Si algún responsable político cree que no se combate eficazmente el fraude, lo que tiene que hacer es presentar un proposición de ley con medidas concretas y decir hay que hacer esto, esto y esto. Proposición de ley. Porque al final todo hay que hacerlo conforme a la ley. En el Parlamento se ha debatido a través de proposiciones no de ley, debates políticos.
¿Es ese el camino?
-Hay una pregunta que he formulado reiteradamente y no se me ha respondido. El señor Maroto, alcalde de Gasteiz y parlamentario vasco, con dos responsabilidades públicas, está perfectamente facultado para presentar una proposición de ley para proponer medidas concretas que combatan de una forma más eficaz el fraude y que modifique la RGI (Renta de Garantía de Reinserción) y no lo ha hecho. Todo es un debate político y, además, en un contexto electoral. Al buen entendedor, sobran las palabras.
Hablemos de corrupción. ¿Euskadi es un oasis o tenemos los mismos problemas?
-Creo que es un tema en el que hay que hablar con extraordinario rigor. ¿Hay corrupción en Euskadi? Sí porque hay condenas judiciales, eso nadie lo puede negar. ¿Qué nivel alcanza la corrupción? No lo sé. Sí que hay que reclamar al conjunto de poderes públicos que sean implacables en la lucha contra la corrupción y también en la prevención. Eso se hace aprobando códigos de conducta y leyes que pongan en manos de los poderes judiciales herramientas eficaces para combatirla. Hace tiempo he reclamado que se debería modificar el Código Penal para cambiar la prescripción. Me revienta que salgan casos acreditados de corrupción que han prescrito y el culpable se va de rositas. No entiendo cómo el Congreso español no ha modificado esta cuestión.
¿Hay medios para combatir la corrupción?
-Son necesarios muchos más medios en la Justicia. Aquí no se pueden escamotear medios. Tiene que tener los instrumentos necesarios. Cuando hablo de medios me refiero a que haya jueces suficientes, peritos expertos en número suficiente, una policía judicial que dependa exclusivamente de jueces y fiscales... Y que haya una colaboración estrecha entre diferentes estados para abordar esta cuestión.
¿Los partidos están por luchar contra esta lacra más allá del “y tú mas”?
-Reconozco que soy bastante crédulo y creo que en este momento todos los partidos tienen una voluntad clara para combatir la corrupción. La opinión pública les ha hecho cambiar.
¿Es fundamental entonces el hartazgo de la gente?
-Ese hartazgo, además, y afortunadamente, ha venido para quedarse. La gente no deja pasar ni una y los partidos lo saben. Estoy convencido de que tomarán nota, porque si no les pasará una factura electoral.
Usted, entonces, ¿no teme a las nuevas formaciones que han surgido?
-¡Cómo se les puede tener miedo! Es democracia pura. La democracia es que los partidos sean reflejo de la sociedad y la sociedad ha ido cambiando. Han surgido corrientes de opinión que han tenido su traslación en nuevos partidos. Bienvenidos sean. Y, además, hay una cuestión que tiene un valor intenso. Ese malestar no se ha canalizado a través de partidos de extrema derecha. Y eso es casi una excepción en Europa.