La actualidad trepidante forma parte de nuestro día a día en la modernidad.Una muestra clara de eso han sido los apenas siete días que van desde los atentados terroristas en nombre del Islam, la multitudinaria manifestación contra la dispersión de las y los presos vascos, la esperada convocatoria de elecciones en Catalunya o la demostración de que curiosamente casi siempre coinciden los intereses del ejecutivo de Rajoy y las decisiones de los tribunales; por poner algunos ejemplos.
Es necesario que los medios de comunicación informen y es fundamental que lo hagan con libertad. Todo lo contrario a soportar las imágenes del policía francés tiroteado en el suelo, repetidas una y mil veces por determinados medios y queme generaron un profundo rechazo. Un indignante espectáculo que tiene mucho de vergonzoso y nada de libertad de expresión.
La conmoción que nos produjeron esos atentados en nombre de Alá ha aflorado una cuestión fundamental a tener en cuenta en cualquier análisis político sobre las distintas civilizaciones y lo complejo de sus relaciones;esto es, la raíz política de los objetivos del Islam desde su concepción. En tanto en cuanto religión y política las sigan entendiendo unidas, en gran parte del Islam no hay solución y el choque de civilizaciones será inevitable puesto que los valores democráticos de laicidad, igualdad y libertad se rigen por principios muy distintos a los de la creencia.
Las diferencias religiosas deben aceptarse simplemente como interpretaciones distintas de los caminos de la espiritualidad, nada más. Lo malo es cuando la fe, estructurada en una religión, sirve para justificar aberraciones que van en contra de los derechos ydel corpus legal democrático. Derecho a la vida, a la libertad, a la integridad personal, a la seguridad, a la igualdad(también de las mujeres) deben ser de obligado cumplimiento en Europa sea cual sea el dogma al que nos adscribamos.
El equilibrio y el respeto a la diferencia son también claves en el discurso democrático y se demuestran con los hechos. Es elogiable que Europa se haya movilizado demostrando un respeto total a la diversidad religiosa pero también es exigible que eso no conlleve un relativismo cultural que a la postre admita comportamientos en nombre de la religión que vulneren de facto nuestros principios democráticos. Digo esto porque son continuas las agresiones a la igualdad de hombres y mujeres amparadas en falsos argumentos, como aquellas de un imán musulmán que en la televisión pública de Ceuta (por cierto con Gobierno del PP) se quedó tan contento (y no sufrió ninguna consecuencia legal) tras afirmar, entre otras obscenidades, que “toda mujer que se perfuma y sale de su casa paseándose delante de los hombres que huelen su perfume, esta mujer es una fornicadora”.