bilbao - El que fue lehendakari entre 1985 y 1999 ha vuelto esta semana a la actualidad política porque así se lo ha pedido el Parlamento Vasco. Durante su intervención el pasado miércoles en la Ponencia de Autogobierno explicó a los parlamentarios su hoja de ruta para afrontar los difíciles años de plomo terrorista y de crisis económica de los ochenta y los noventa. Dejó una síntesis de su legado como aportación para construir un pacto transversal entre vascos con el que presentarse en Madrid y seducir a las Cortes.

¿Nostalgia de los tiempos pasados o se ven mejor los toros desde la barrera?

-Ninguna nostalgia. Mucho antes de marcharme de Ajuria Enea, hace ya casi dieciséis años, había decidido dejarlo y por tanto no hay nostalgia. Además, después de dejarlo y tras un año sabático me reenganché a la actividad profesional que no era la de político. Pero, en todo caso, me sentí cómodo y tranquilo en mi retorno al Parlamento.

Realizó una defensa del autoGobierno Vasco en base a los derechos históricos. En esto seguimos igual o parecido a cuando usted gobernaba.

-Efectivamente, y por eso manifesté la profunda frustración del nacionalismo democrático porque ese déjà vu no termina de romperse. Conmigo terminó todo aquel intento de empastar lo que luego se llamó la transversalidad. Yo siempre he tenido claro que Euskadi es una sociedad que vive en la dualidad identitaria. Guste o no guste, esa es la realidad. Por un lado, estamos los vascos que nos sentimos vascos y que pensamos que Euskadi es nuestra patria y, por otro, están los otros vascos que se sienten españoles y cuya patria es España. Así las cosas, estamos obligados a buscar un entendimiento y buscar un equilibrio. Pero añado que los sentimientos identitarios no se pueden suprimir nunca. Muy al contrario, cuanto más se persiga el sentimiento identitario vasco más se va a reafirmar. Pero como también existe el otro sentimiento identitario, tendremos que buscar un acuerdo para que no se produzca la ruptura. Ese fue mi gran empeño en un tiempo con una enorme crisis económica, mayor que la actual, y con un empresariado y una industria obsoletas, y sobre todo con una ETA matando y extorsionando.

En su planteamiento no queda superada la cuestión del veto de la minoría sobre la mayoría.

-Mi planteamiento se basa en la inexistencia de la presión de la violencia de ETA. En mis tiempos cada vez que hacía un planteamiento siempre me espetaban que la amenaza de ETA coartaba la libertad de los que se sentían españoles en Euskadi. Ese pretexto ha desaparecido y podemos hablar tranquilamente los unos y los otros. Ahora, en completa libertad, debemos hablar a calzón quitado.

¿La solución es, pues, una soberanía compartida en pie de igualdad entre Gasteiz y Madrid?

-En mi intervención en la Ponencia de Autogobierno no planteé cuál es la solución, sino que exhorté a abordar definitivamente la solución al conflicto que tenemos entre nosotros y con el Estado. A partir de ahí, creo que dadas las circunstancias que existían anteriormente tal vez no hemos sabido ahondar en las posibilidades que nos ofrecía el marco jurídico.

¿Y cuáles son esas posibilidades?

-En primer lugar hay que recordar que nosotros no apoyamos la Constitución de 1978, nos abstuvimos porque no nos fiábamos; otros, muy radicalizados, votaron que no, y hubo un 30% que votó a favor. Dicho esto, hay que decir que la Constitución reconoce la condición de nacionalidad de Euskadi, Catalunya y Galicia. La nacionalidad es la propiedad sustantiva de la nación. Pero como no se quería reconocer explícitamente que Euskadi, Catalunya y Galicia eran y son una nación se utilizó el término de nacionalidad, con lo cual todos los grandes sabios del constitucionalismo les atribuyeron el carácter de naciones sin Estado. Frente a esa interpretación, está el hecho incontestable de que los vascos tenemos reconocida en la Constitución nuestra condición de nacionalidad. Yo comparto que la soberanía nacional de España reside en el pueblo español, pero la soberanía nacional de Euskadi reside en el pueblo vasco.

Está hablando de la existencia de un sujeto político vasco.

- No me quiero meter en eso. No me corresponde. Nosotros y nuestra generación dimos una solución para toda una generación. Así lo dije en el Parlamento Vasco, y añadí que a los gobernantes y parlamentarios de la generación actual les toca arbitrar el marco jurídico de convivencia al menos para otra generación más. La Constitución ampara y respeta los derechos históricos que les corresponde a los territorios forales. Así que deben de arbitrar el modo en el que podamos convivir de una manera pactada con el Estado.

¿Ese pacto lleva parejo un esquema de bilateralidad Euskadi-España en pie de igualdad?

-Evidentemente, porque de no ser así no sería un pacto sino una imposición. Actualmente ya tenemos ejemplos de bilateralidad en funcionamiento, por ejemplo la Ley de Cupo o el Concierto económico. En este sentido, traje a colación el Plan Ardanza, que en esencia consistió en que lo que surge aquí como acuerdo de ambas sensibilidades nacionales había de ser respetado automáticamente en Madrid. Es el mismo esquema que tenemos con las leyes económicas.

¿Ve a Rajoy aceptado un eventual acuerdo pactado entre los vascos?

-Al Rajoy actual no, al que conocí hace 18 años igual sí. El Rajoy de hoy está noqueado como un boxeador en el ring con todos los problemas de la corrupción a los que no encuentran salida.

Se aferra a la Constitución para no entablar un diálogo.

-Con la cuestión de Catalunya le ha venido Dios a ver, y se ha envuelto en la bandera española para negarse al diálogo y se aferra a la rojigualda. Ahí puede encontrar un punto de apoyo porque todo lo demás se le está viniendo abajo.

¿Pedro Sánchez actuaría de forma diferentes si llegara a La Moncloa?

-Todavía no lo sé. En principio he tenido algo más de confianza en los socialistas que en los populares, tal vez porque a estos les he visto muy identificados con situaciones pasadas. Siempre he pensado que en los socialistas el sentido de la libertad, la democracia y los derechos individuales básicos tiene un valor distinto, pese a nuestras diferencias políticas e ideológicas. De todas formas, en política esto es muy relativo y cabe presumir que Rajoy no repetirá su mayoría absoluta en las generales. En el momento en que en Madrid ya no hay mayorías absolutas, lo que era imposible empieza a ser posible. Yo lo he podido constatar en primera persona.