las sanciones sí sirven, pero la caída del precio del petróleo sirve aún más” podría ser el balance de la política occidental de sanciones económicas frente al expansionismo ruso en el conflicto de Ucrania.
Este enfoque resulta muy alentador para los dirigentes occidentales, pero la verdad es que las actuales penurias financieras de Moscú se deben a la depreciación de los hidrocarburos en el mercado mundial y las fragilidades de la economía tercermundista de Rusia (la Federación Rusa es el tercer mayor país en vías de desarrollo del mundo). Las sanciones económicas aplicadas por Estados Unidos y la Unión Europea no han hecho más que agravar unos problemas que Moscú habría tenido ahora en cualquier caso, hiciera lo que hiciese en el conflicto ucraniano.
Hay que tener en cuenta que la mitad de los ingresos del Estado ruso proceden de los impuestos sobre la venta de hidrocarburos y el precio del barril de petróleo vale hoy cerca de los 85 $ mientras que antes de la crisis oscilaba en torno a los 110 $. Esta depreciación así como la inflación (cercana al 8% en el mes de septiembre) desencadenada por la sanciones occidentales ha hundido la cotización del rublo que en un año pasó de 32 rublos el dólar a 42, lo que ha obligado al Banco Nacional ruso a comprar solamente en el mes de septiembre rublos por valor de 11.000 millones de $ para evitar una depreciación alarmante de la moneda nacional. A principios de octubre las reservas de divisas del Banco Nacional ruso ascendían 454.000 millones de dólares.
La cotización internacional del rublo es sumamente importante para la economía rusa ya que las tensiones políticas han reducido drásticamente las inversiones extranjeras en el país - con las correspondientes consecuencias negativas para la estructura fabril y de servicios rusa - en tanto que las deudas exteriores de la banca y empresariado rusos ascendían a finales de este trimestre a 614.000 millones de dólares, con la obligación de reembolsar a finales de octubre 47.000 millones de $. Y una refinanciación de la deuda es sumamente difícil en estos momentos tanto por los temores del capital forastero de entrar en un mercado frágil y subcapitalizado como por las sanciones políticas impuestas por las naciones occidentales a raíz de la guerra civil ucraniana.