gasteiz - En enero cumplirá tres años en su segundo mandato como delegado -el primero apenas duró unas semanas por el cambio de Gobierno-. ¿Está cómodo?

-Sí, es un trabajo interesante en el que puedes hacer que la gente valore todo lo que España aporta al País Vasco en tantísimas materias, desde el tren de alta velocidad a las pensiones, por ejemplo.

Son varias las voces políticas que demandan la desaparición de la figura de delegado del Gobierno, en general, y su cese, en particular. ¿Se ve en la diana?

-Creo que no es una cuestión subjetiva, se puede analizar objetivamente viendo las portadas de los periódicos o escuchando la radio y la televisión. Comprendo que para el Gobierno Vasco y para el nacionalismo en general el recordarles que todos tenemos la obligación de cumplir la ley parece que no les resulta agradable. Cuando vine aquí dije que era para cumplir y hacer cumplir la ley. Eso es un Estado de derecho, aunque no te guste colocar la bandera, no discriminar a la gente por razón de la lengua o que te digan que una persona del entorno de la banda terrorista no puede ser chupinera.

¿Se ha llegado a sentir, y perdóneme la expresión, un tanto ‘mosca cojonera’?

-No, aunque sí que es verdad, como se suele decir, que “ladran, luego cabalgamos”. Me hubiera sorprendido que determinadas decisiones que hemos tenido que adoptar desde la Delegación no hubieran tenido contestación por parte de cierto mundo.

Es uno de los miembros del círculo de confianza de María San Gil que sigue en primera línea política. ¿Se le puede llamar superviviente?

-Un superviviente de la política quizá lo sea porque llevo demasiados años en la política, no porque haya estado trabajando con María San Gil igual que lo hice con Iturgaiz, Mayor Oreja o Basagoiti.

La diferente proximidad con esos dirigentes fue obvia.

-Probablemente porque algunos tenían más confianza que otros en el trabajo que yo podía desarrollar. Pero no creo que se haya arrinconado a nadie.

¿Echa de menos esa función de azote parlamentario del exconsejero de Interior, Javier Balza?

-No, porque, al fin y al cabo, lo que me gusta es la política. En algún momento te toca estar o te eligen para estar en el Legislativo y en otros te toca estar en la gestión. El poder ver que ideas que has tenido se desarrollan y se ejecutan es bonito.

¿Cómo lleva lo de volver a su pueblo y compartir en San Roque mesa y mantel con algunos dirigentes de la izquierda abertzale?

-Hay que saber distinguir los ámbitos. También es cierto que en esa comida a la que se refiere somos cerca de 400 comensales. El sitio es fijo y yo tengo la suerte de estar comiendo al lado de mi padre, un tío y otros conocidos.

¿Y si no hubiera tenido tanta suerte?

-La comisión que vela por el buen funcionamiento de la Cofradía hubiera tenido cuidado para evitar roces. Digamos que estamos juntos, pero no revueltos. - A.A.